En 2016 Sergio del Molino publicaba su trabajo La España vacía. Viaje por un país que nunca fue, que daba cuenta del fenomenal desequilibrio territorial y poblacional entre las Dos Españas: la del interior y la del litoral costero. No sólo las Dos Españas de Antonio Machado, de las que una de ellas habría de helarle el corazón al españolito recién venido.
Ahora más que “helarle el corazón” podríamos decir que “Una de las Dos Españas habrá de vaciarte el corazón”. Que ese es el problema central, por más que lo enturbiemos con debates territoriales sobre naciones y nacionalidades. Olvidando cual es el problema territorial más severo y urgente de las Dos Españas o de la España Única: el vacío rural.
Extremos que rezuman por el trabajo de Del Molino, y que ya tuve ocasión de comentar en las páginas de Miciudadreal, con el texto España abierta, España cerrada, el 16 de agosto de ese mismo año. Donde ya apuntaba algunas evidencias que hoy lo son más aún, y que van camino de convertirse en auténticos imponderables. Imponderable como los de que la España vacía, la España interior, la España profunda, es de hecho la España empobrecida. Por más derechos a la igualdad de los hombres y los territorios que consagre el texto constitucional.
Así exponía entonces sobre la pieza comentada: “Trabajo que formula una visión histórica del desequilibrio campo-ciudad y de los indeseables efectos que sobre la estructura territorial española produce dicha circunstancia. De tal suerte que puede afirmarse, a mi juicio, que el verdadero problema de la estructura territorial de España, no es tanto la convivencia posible de los diferentes nacionalismos periféricos, cuanto la divisoria creciente entre el campo y la ciudad. Divisoria que excede cualquier contraposición de clases sociales, en un antagonismo desequilibrado y altamente pernicioso para el equilibrio territorial. Si el primero de los desequilibrios territoriales es de naturaleza eminentemente política, el segundo de los desequilibrios no es solo poblacional, sino social y económico. Baste ver la reducción de la población activa agraria y al tiempo, la necesidad de mantener un sector productivo vinculado a la tierra y al campo”.
Y ese estado de cosas del presente cuenta con un proceso histórico del poblamiento irregular y con una estructura provincial decimonónica (Javier de Burgos, 1833) incapaz de sortear los desequilibrios territoriales y poblacionales previos. Incluso ese proceso de asentamiento desigual experimenta un salto, llamado por Del Molino como ‘el gran Trauma’. ‘Gran Trauma’ consistente en el progresivo despoblamiento de zonas rurales y el inicio del éxodo masivo a las ciudades. Y ello, pese al reconocido agrarismo ideológico del franquismo y de la peculiar singladura del Instituto Nacional de Colonización, con su pretensión de crear una Arcadia rural y de frenar los movimientos migratorios que se precipitan desde los años cuarenta y se aceleran en las décadas siguientes.
Percibido el problema de la despoblación imparable del campo, solo se ha recurrido en los años de integración europea, a técnicas paliativas a través de los fondos FEDER y del llamado Desarrollo Rural. Buscando inversiones capaces de fijar población, en aras del nuevo paradigma del Territorio Sostenible. No ha existido en las técnicas planificadoras del espacio más Ordenación Rural, pese a todo, que la marginalidad desde la Ordenación Urbana: el suelo rústico es visto y ha sido visto siempre, como reverso negativo del suelo urbano. Más aún las técnicas de planeamiento urbano apenas han diferenciado los problemas urbanos de los problemas rurales, en contraste con la pretensión del Decreto de 1964, y con la filosofía de la ley de Ordenación Rural de julio de 1968.
El trabajo de Del Molino, llegaba a reflejar y cartografiar el entorno de ‘la España vacía’, que es al tiempo la España interior, con una superficie del 53,12% del total nacional para una población del 15,75%, y que llega solo al 9,98% del total nacional si se descuentan las capitales provinciales y regionales. Es decir, que en España estamos viviendo anticipadamente en el horizonte del año 2035 de la UNESCO.
Aquel que establecía para ese año de 2035, el horizonte de la población urbana seria el 75% del total mundial, frente al actual 50% de población urbana. Una población intensiva en un espacio reducido: ese 50% de la población actual se asienta en solo el 2% de suelo, y señala una doble senda: la concentración poblacional urbana y la despoblación rural. En una deriva clara, además, de la extinción poblacional del campesinado, no ya como clase social, sino como fracción de la población apartada de las ciudades.
El pasado 6 de octubre, el diario El País, proseguía en esa senda del despoblamiento intensivo, con los titulares de que “El 90% de los españoles se concentra en sólo 30% del territorio”. Empeorando aún más, si ello fuera posible, los datos anteriores de Del Molino. En la medida en que sólo el 10% de la población, ocupa el 70% del territorio, con una simple sustracción de los datos anteriores.
Como muestra de lo todo lo citado antes, el 30 de agosto, el diario La Tribuna daba cuenta de que una de las zonas de esa España interior, la conocida como Serranía Celtibérica, con la provincia de Guadalajara en cabeza, configuraban ya un desierto demográfico, como exponía la Asociación para el desarrollo de la Serranía Celtibérica. Y es que ya es habitual hablar de áreas geográficas españolas, denominada como tales, como Laponias hispanas, merced a sus bajísimas densidades poblacionales. Donde hacían ver que los 264 municipios alcarreños, ocupando 11.303,81 kilómetros cuadrados, cuentan con una población de 48.611 habitantes, equivalentes al 19,16% provincial, estableciendo una densidad laponiana, de 4,30 habitantes por kilómetro cuadrado. Y de aquí que la citada Asociación para el desarrollo de la Serranía Celtibérica, acabe demandando “Una carta puebla, un fuero en el marco de la Unión Europea que suponga un trato de discriminación positiva en los económico y en lo fiscal, como fórmula para revertir la lacra de la despoblación”. Lacra que desvelaba Del Molino en la entrevista sostenida el 8 de diciembre de 2017, donde hacía ver que “Si descubrimos el secreto para gestionar bien Guadalajara, igual encontramos el secreto para administrar toda la España vacía”. Declaración de búsqueda del antídoto de la despoblación, que tenía el sabor del empeño de un laboratorio farmacéutico. ¿Tendrá cura la enfermedad? O ¿ya llegamos tarde?
Para redondear el ciclo, el 11 de octubre se hacía público las previsiones demográficas de la España 2033, por parte del Instituto Nacional de Estadística. Que anticipaba los datos publicados (La Tribuna 30 de diciembre de 2017) sobre la variación de los padrones municipales. Haciendo ver que en el último lustro la provincia había perdido 27.672 habitantes, casi a un promedio de 5.000 al año, y que componía según las palabras del diario “una fotografía desoladora”. Reflejando para el caso pormenorizado de Ciudad Real en el horizonte de 2033, una pérdida de 43.445 habitantes menos en el censo. Pasando la población de los actuales 498.728 a los depauperados 455.282. Haciendo evidente que desde 1940, techo poblacional provincial, en poco menos de de cien años se han perdido casi 100.000 habitantes, cifra que representa casi un 20% de la población perdida. Con la enorme particularidad de que ese dato poblacional, refleja 127.528 ciudadanos mayores de 65 años, frente a los 64.000 menores de 18 años. Puro envejecimiento poblacional, que es la contrapartida de la despoblación.
Y ante todo ello, uno se pregunta qué más allá de las Mesas sectoriales, de las reuniones de expertos y de las reuniones de Presidentes de las CC.AA afectadas por el hundimiento poblacional, pocas políticas estructurales activas hemos visto tendentes a fijar población y reducir el éxodo y el despoblamiento. Más allá de algunas de las políticas sectoriales indicadas antes, sumadas al socorrido Turismo interior o Turismo rural, pocas o ningunas políticas estructurales se adivinan en el horizonte, más allá de Planes de Ordenación Territorial, Planes Regionales de Turismo, Planes modernizadores de algunas ciudades o Planes agrarios integrados, todos ellos de escasa operatividad en ese combate. Y ahora en vísperas de proceso electorales el año próximo, sería deseable un compromiso explícito de las fuerzas políticas contendientes. Que solapara lo municipal/provincial con lo regional y con lo europeo, en evitación de ese escenario de soledad creciente y de vejez acentuada. Más compromisos activos en la lucha por el despoblamiento, y menos debates estériles sobre cuestiones laterales o sobre cuestiones retributivas de cargos públicos ineficientes.
Los perversos, ante la pasividad de los poderes públicos, dicen que sólo salvará la despoblación el cambio climático. En la medida en que el ascenso de los niveles medios de las aguas del litoral y el consecuente incremento de la cota de inundabilidad, forzará a un éxodo inverso.
Periferia sentimental
José Rivero
Todo el mundo tiene el derecho a la búsqueda de una vida más digna, si el “terruño”, o patria chica, no se lo provee. Hasta ahí, de acuerdo, y justo; ahora bien, por muchas manifestaciones políticas y buenas palabras, edulcoradas, como suelen hacer, la realidad es q poco se ha hecho. Es verdad q la UE nos engordó d fondos ante el panorama q nos venía, y mientras los hubo se implementaron políticas en tal sentido rural y sostenible; pero llegados los nuevos países integrantes, el monto principal se desvió hacia allá, con los mismos derechos q España, en su momento; si aquello no dio los frutos, el tren pasó, y probablemente sin haberlo aprovechado! Habrá q buscar a los responsables? No hay q mirar muy lejos, y en un reciente estudio sobre el futuro d los jóvenes (millenials) lo han dicho claro: son (fueron, siguen siendo) los políticos, en su inopia, pero, sobre todo, desde sus ansias vivas personales y partidistas! Claro está q hay otros muchos aspectos estructurales, d calado y análisis, d los q aquí parece difícil extenderse,… pero, sintiéndolo mucho, son ellos quienes no han hecho suficientemente sus tareas !! Y ahora? cada vez más crudo!
Y es que continúa existiendo una imagen esencialmente negativa del mundo rural. Hay que superar el discurso del no hay alternativas al despoblamiento……
Esa imagen es esencialmente debida a la cultura progre que sobrada y soberbia ridiculiza y descalifica las tradiciones del mundo rural, empezando por las religiosas y terminando por las taurinas.
Y ahora la izquierda se preocupa del despoblamiento.
No querrá justificar así la entrada masiva de inmigración???
No querrá revolucionar el censo Electoral con ello??
Una vida barata en los pueblos puede ser la base de repartir ayudas y subvenciones de poco cuantía con las que comprar al nuevo electorado.
La casta izmierdista no concibe un plan por amor al pueblo. Todo lo hace por el interés de conseguir forzando la realidad lo que esta le niega: legitimidad democrática y respeto a la realidad.
El despoblamiento ahora es su problema.
Lo es el censo Electoral más bien, que le niega su mayoritario apoyo.
Esta Izquierda es mala no, malísima y golpista.
No hay que buscar fantasmas donde no los hay…..
Si los dices tú que formas parte de la casta…
Sin duda, el despoblamiento rural es una tragedia para quienes hoy todavía lo pueblan, personas muy mayores sobre todo, que tienen todo el derecho a mantener unos niveles de vida dignos. Pero a medio o largo plazo, puede ser una vía única para regeneración medioambiental y en consecuencia, para que podamos seguir contando con pulmones verdes que impidan que este planeta se vaya al carajo.
No es el primer despoblamiento que se produce, quizá sí el más rápido. Pero desde la revolución industrial, el movimiento campo-ciudad ha sido imparable. Quizá, hacer ciudades más dignas para nuestros mayores fuera parte de la solcuión