Boliche

postales-desde-itacaBoliche tiene doce años. Y un móvil. Su madre se lo compró para tenerlo controlado: por dónde iba, cuándo venía… Cosas de madres. Hoy tiene que ir a cortarse el pelo a la peluquería del centro comercial, pero Boliche odia ese sitio. Le cortan el pelo como al enano de Juego de Tronos y siempre sale de allí con ganas de llorar. Y, mientras ve en la tele una serie americana, Apocalipsis Zombie Ranger, se le ocurre lo que él cree que es una idea genial. Escribe en su teléfono: «Aviso de alerta terrorista nivel 10 en el centro comercial. Se recomienda no ir estos días por posible atentado!!!!. Confirmado por un jefe de la Policía Federal!!!!! Pasa este mensaje a todos tus contactos». La Policía Federal, en su cabeza de 12 años, tiene mucho más poder y respeto que Basilio, el jefe de la Policía Local de su pueblo, y piensa que así la gente se lo podrá tomar más en serio. Unas horas más tarde, después de comer, su madre le dice que no irán a la peluquería: «Resulta que Pepi tiene un primo que trabaja en la Policía y le ha dicho que hay alerta de atentado en el centro comercial. Y nos está avisando a todas por el grupo de Guasap. ¡A lo que vamos a llegar! Si nuestro pueblo es tan tranquilo…». Boliche sonríe. Se ha salido con la suya.

bolicheBoliche se va a la plaza tan contento a comprar unos cromos al kiosco de Venancio. Cuando llega allí, descubre con horror que al kiosquero ya no le quedan y Boliche se enfada. Ahora no podrá cambiar ninguno. Enfadado, empieza a escribir: «Cuidado con el kiosquero de la plaza. Se le ha visto regalando caramelos en forma de osito a los niños y están recubiertos de una droga muy potente, que hace que se vuelvan adictos a ella. Ya ha habido varios casos. Reenvía, y mucho CUIDADO!!!!!». Y le dio a enviar.

Cuando llegó a su casa, su madre estaba en un estado de nervios. «Ay, hijo mío, ya no vayas más a la plaza. Que resulta que Venancio es traficante de drogas y os ha estado metiendo drogas en las chuches, los cromos. Voy a pedir hora al médico para que te haga unos análisis. pobrecito, mi hijo como un yonqui». Boliche sonrió. Su plan estaba funcionando muy requetebién.
Por la tarde, bajó al polideportivo a echar un partidillo con los amigos, pero el cafre de Romualdo no le dejó jugar y, como la pelota era de él, poco podía hacer. Así que, sentado en la grada, mientras los demás se divertía, escribió: «CUIDADO en la zona del polideportivo. Han intentado secuestrar ya a varios niños y meterlos en una furgoneta blanca. POR FAVOR, mandar este mensaje a todos vuestros contactos».

Al cabo de unos minutos, empezaron a aparecer las madres de sus amigos, que se volviesen a casa, que ese sitio era peligroso, que no se podía estar ahí y menos tan tarde… a las seis de la tarde del mes de mayo. Su madre también. Ella ha sido la que ha dado la voz de alarma al resto.

En casa, él le pide la merienda: le apetece un zumo de naranja y plátano, pero su madre le contesta que ya no compra porque le han mandado un mensaje diciendo que en el plátano inyectan un virus que te vuelve los ojos del revés y en las naranjas inyectan sangre contaminada. «Merche, hija, no hagas caso a todo lo que te envían», le dice su padre que se ha quedado sin material su batido proteínico. «Sí, sí… Pero yo, por si las moscas, lo hago», contesta su madre.

El sábado, Boliche quiere ir al centro comercial al cine, pero su madre no le deja porque no ha recibido ningún mensaje de que la alerta antiterrorista esté desactivada. Tampoco le deja bajar a la plaza, porque Venancio sigue metiendo droga en las chuches y hasta algunos han comentado que tiene relación con un tal Escobar, de no sé qué país sudamericano, que una noche le escucharon decir por teléfono a alguien «plata o plomo». Y de un partido de fútbol con los amigos, que se olvide, que ya no solo los de la furgoneta blanca están secuestrando a niños, sino también que uno en moto roja va enseñando su cosita a las niñas. La única opción que le queda al pobre Boliche es jugar con la consola. Pero su madre le advierte: «Tampoco puedes. He leído que los juegos provocan ataques neurotoxicológicos y os volvéis tarumbas perdidos después de tres minutos jugando. Que lo ha dicho una universidad de la Cochinchina en un estudio». Su padre lo mira con pena y encoge los hombros.

Boliche se va a su cuarto, aburridísimo y muy triste porque no puede hacer nada. Su plan se le ha ido de las manos. Su padre entra en el cuarto y, al verlo tan compungido, le pregunta: «¿Qué te pasa, Boliche? ¿Quieres contarme algo?». Y Boliche rompe a llorar. Entre hipidos y llantos, le cuenta a su padre todo: que él se inventó esos mensajes, que los envío a todos sus contactos, que ahora no puede hacer nada… Su padre le deja llorar y lo abraza.

«Iremos a hablar con Basilio, a ver si nos puede ayudar a deshacer este lío». Y le alborotó un poco el pelo de forma cariñosa.

En la comisaría, Basilio, mientras escuchaba la historia de Boliche, iba poniendo caras raras. «Así que este mocoso es el culpable del jaleo de las últimas semanas», pensaba Basilio. Tantas llamadas sobre drogas, tantos avisos de intentos de secuestro, tantos mensajes de mochilas olvidadas…

De repente, Basilio tuvo una idea. El niño estaba tan nervioso y preocupado que no quería asustarlo más. «Mira, Boliche, tengo una idea». Diana había entrado a trabajar de ayudante hacía pocos meses y era una máquina en esto de la informática. Le contó lo que pasaba y decidieron hacer una cuenta de la policía en las redes sociales para desmentir los bulos y que la gente tuviera una fuente fiable sobre ese tipo de mensajes. Ella se puso manos a la obra y, en menos de una hora, tenía todo listo.

Basilio le pidió un último favor a Boliche. «Ahora manda este mensaje: IMPORTANTE: Ante la avalancha de mensajes falsos que circulan últimamente, ponemos a disposición de los usuarios una nueva cuenta de la Policía Local de Villabuena para que ustedes se dirijan a ella en caso de duda o consulta. Estaremos encantados de ayudarle. @polilocalvillabuena». Y le dio a enviar.
Durante unos minutos, la cuenta seguía en blanco. No aparecía nada. Al momento, empezaron a entrar mensajes: «Hola. Por favor, me gustaría saber si es verdad lo de la droga en las chuches del kiosco de la plaza. @pepelisto». Diana empezó a escribir: «Hola, @pepelisto. No, no es verdad. Es un bulo y es recomendable que no se reenvíe. La única droga que te puede dar Venancio es la cantidad de risas con sus chistes viejos… ;-)».

Otro mensaje: «Hola. ¿Y lo del polideportivo? @marimona». «Hola, @marimona. Al polideportivo podéis ir a jugar tranquilamente. No hay furgonetas acechando ni nada. El único problema que os podéis encontrar es que se embarque la pelota. ;-)».

Basilio pensó que la chica nueva, Diana, tenía mucho salero para contestar. Boliche y su padre le dieron las gracias y se marcharon, no sin recibir un pequeño discurso sobre los peligros y bondades de las redes sociales.

Al llegar a casa, encontraron a su madre en la cocina, preparando zumo de naranja y el batido de plátano. Había ido a la peluquería del centro comercial y se había teñido el pelo. Le dio a Boliche diez sobres de cromos que había comprado en el kiosco de Venancio y le dijo que sus amigos le esperaban en el polideportivo para echar una pachanga.

Y Boliche sonrió. En ese momento, sonó el pitido de mensaje de Guasap en el móvil de su madre. Ella fue a mirarlo, pero, al ver la cara de su marido y de su hijo, pensó que no sería nada importante y, aunque fuera un mensaje alarmista, ahora podía recurrir a @polilocalvillabuena, que para eso se había sacado un perfil en Twitter…


Postales desde Ítaca
Beatriz Abeleira

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4 COMENTARIOS

  1. En España sigue creciendo el número de niñ@s que tienen su primer teléfono móvil a edad temprana.
    Yo creo que no hay que ponerles una edad concreta para tener un teléfono móvil (a los 9 ó a los 13 años).
    La cuestión es saber si están preparados. Si tienen claro cómo comportarse, hábitos saludables, se relacionan con normalidad, etc.
    En estos tiempos, los bulos y las noticias falsas invaden las redes sociales y se propagan sin control.
    Pero debemos tener muy presente que el uso de las redes sociales es un medio y no un fin, que depende de la ética del usuario.
    Enhorabuena…….

    • ¡Gracias, Charles! Este cuento tiene ya unos añitos. Lo que me sorprende más es la cantidad de adultos que se creen todo lo que ven en Internet y ni siquiera se plantean buscar la fiabilidad de la noticia con un par de clics. Y, por supuesto, hay que vigilar y enseñar a los niños, pero se podría meter en el paquete a muchos adultos también. ¡Buen domingo!

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