Ramón Aguirre.- Salí de mi casa a las 22.30 aquel sábado de feria y me dirigí hacia la Fuente Agria, donde había quedado con mis compañeros de clase Juan y Luisfer. Me extrañó no cruzarme con nadie por la calle, ningún vecino del barrio, ningún coche en marcha. Llegué entonces a la Fuente y allí me esperaban mis amigos.
Pero sorprendentemente tampoco había nadie allí, excepto ellos, que estaban tan sorprendidos como yo de que no hubiera ni un alma por ningún sitio. Comenzamos a caminar paseo arriba y comprobamos que las luces de este año eran todas de color verde, pero no le dimos importancia, eran distintas a las de otros años, pero también eran bonitas.
Seguimos andando paseo arriba con un silencio impropio de la festividad que se celebraba. De repente surgió en el cielo una intensa luz verde que hizo que nos detuviéramos perplejos. La potente luz parpadeó tres veces sobre nosotros y luego desapareció a gran velocidad hacia el recinto ferial.
Estábamos ya a la altura del Conservatorio de Música y no cabíamos en nuestro asombro, encima del puente del AVE había cinco esferas verdes que giraban despacio, parecían vigías o faros que nos observaban a mis amigos y a mí; porque seguíamos sin ver a nadie, ni conocido ni desconocido, absolutamente a nadie. Entonces, y sorprendentemente, de ellas empezaron a salir ráfagas de luz dirigidas hacia nosotros que rompían todo contra lo que impactaban. Salimos a correr sin dudarlo explanada abajo y nos refugiamos en un portal de las seiscientas cuya puerta estaba abierta.
Allí dentro jadeábamos exhaustos por la carrera y por el pánico que sentíamos. Entonces percibimos unos pasos que provenían de la escalera y nos quedamos paralizados. Alguien bajaba. Nos miramos atónitos y apareció la figura de un hombre de color, alto, de complexión fuerte, con un turbante rojo y un traje marrón de corte clásico.
–Soy Yazhir –nos dijo, mirándonos con serenidad- debéis de ser los que pisasteis al replicante. Los replicantes vienen del planeta Kelxtum. Viven bajo tierra, por las peculiares características de su planeta que no les permite sobrevivir en la superficie. Estos seres buscan la diversión que allí no encuentran rodeados de silencio y oscuridad. Por tanto, se han llevado la Feria de Puertollano y a toda la gente de esta ciudad menos a vosotros tres. Están sedientos de venganza por su congénere muerto y os quieren eliminar.
–Os preguntaréis quién soy yo –continuó Yazhir- pero no os lo pienso revelar, sólo que vengo a informaros de algo de lo que no sois conscientes y es la causa de lo que está ocurriendo: en la feria del año pasado, pisasteis a un replicante y éste murió, ya que en los pies de éstos reside su energía vital, puesto que se desplazan con la potencia de sus apéndices inferiores cuando viajan por el espacio hacia otros mundos a los que dominar o destruir.
Entonces, Luisfer recordó que cuando bailaba con aquella chica del instituto que tanto le gustaba, pisó a alguien. Lo recordó porque al pisarle, recibió un aliento fétido indescriptible de la boca de aquel individuo; se trataba indudablemente de un replicante, que desapareció al instante.
–Quieren tu vida a cambio de Puertollano –dijo el africano señalando a Luis.
–¿No podemos hacer nada para evitarlo? –le pregunté al informador.
–Sólo hay una posibilidad, aunque no os aseguro que funcione, pero me costa que alguna vez en esta era dio resultado. Tendríais que derramar la sangre de un puertollanense, sobre el lugar donde el replicante murió.
–Eso haremos –respondí sin dudarlo.
Y salimos corriendo del portal. Mientras miles de esferas verdes nos perseguían desde el cielo a diferentes alturas, disparando ráfagas que intentaban alcanzarnos. Llegamos a la caseta donde Luisfer pisó al engendro y sin dudar cogí una botella de fino que había encima de una mesa, me hice un corte en el antebrazo y unas gotas de sangre cayeron sobre el suelo de la caseta, en el lugar en el que aquel extraño replicante murió.
Todas las esferas verdes ascendieron a una velocidad endiablada y cuando ya no se atisbaban, de repente, nos encontramos rodeados de gente sonriente que bailaba en el interior de las casetas al son de una música atronadora, con los temas de moda. La feria se había llenado de gente que disfrutaba de aquella Feria de Mayo, tan peculiar e inolvidable para nosotros tres.
Ramón Aguirre
Feria de Mayo. Puertollano.
https://abrazandolaniebla.blogspot.com.es/