Mariano Velasco Lizcano. Escritor. Doctor en Ciencias Políticas y Sociología.- Leo uno de los últimos artículos de opinión de Arturo Pérez-Reverte. En él hace objeto de su crítica a la “mala educación”. O mejor aún, a la simple falta de educación cívica y social personalizada en este caso por un “treintañero” que es incapaz de ceder el paso a una señora mayor, casi anciana, en una estrecha acera de una calle lisboeta.
Nada fuera de lo normal en estos tiempos cotidianos, porque como el mismo autor deduce, el sujeto no ha dejado de apartarse por un descuido, ni por deliberación, simplemente no se le pasó por la cabeza, ni se le pasará nunca, que es peor, sencillamente porque ceder el paso u otros gestos parecidos ya no forman parte de su educación, de su adiestramiento social; la correcta acción es por tanto algo impensable para él. Lamentable situación —en ésta o cualquier otra versión— que contemplamos cada día.
Aunque también es verdad que suele darse con más asiduidad entre los componentes de la nueva generación, esos “veinte-treintañeros” que simplemente no saben, no conocen, lo que es la educación, que no formación. Hablo de aquella, la que se recibe en casa de manos de los propios padres, también del más próximo entorno familiar, inclusive del vecinal y social. ¿Qué ha pasado? ¿Por qué han dejado de transmitirse esos valores sociales en el curso de una sola generación?
Pues algo habremos hecho mal, señores. En algo hemos fracasado como conjunto —sálvense todas las individualidades que se quieran salvar—. Y me estoy refiriendo a toda esa generación “progre” a la que pertenezco, la denominada de la Transición, que parece que se nos fue el santo al cielo con aquello de hacer política y dar a nuestros hijos “todo aquello” que nosotros no tuvimos, y se nos olvidó a cambio transmitir un principio esencial: que no hay libertad sin respeto a los demás; que no puede haber convivencia sin un mínimo de reglas cívicas que aplicar.
El caso extremo lo pude presenciar en estos últimos días. Derivó de una cuestión suscitada por un usuario de un servicio público. El funcionario le manifestaba la necesidad de que aportara el documento público del que pretendía beneficiarse, en vigor —estaba caducado desde hacía dos años—. La respuesta fue ese tuteo grosero que los jóvenes exhiben hoy: “¡Pero qué me dices… Qué me estás contando!”. El funcionario, perplejo ante la actitud del universitario, porque de un universitario se trataba, le rogó que dejara ese tuteo ofensivo y que por favor se dirigiera a su persona como lo hacía él, manteniendo un respetuoso trato “de usted”. El fulano debió pensar que estaba “ido” o algo por el estilo a juzgar por la expresión de su tez. Simplemente no sabía lo que significaba eso del “trato de usted”. No lo llevaba impreso en su ADN. Nadie se lo había enseñado o se lo había dicho nunca. Así que no entendía tal petición. Y ese sujeto caminaba directo hacia ese templo del saber que es la Universidad. ¡Lamentable!
Pero quién ha fallado ¿los padres? ¿el entorno educativo? ¿el contexto cívico y social? La obviedad de la respuesta: ¡Todos en general! tal vez no necesite de un mayor análisis o comentario. Y aunque quizá cada uno pueda esgrimir su propia experiencia personal: ¡No es mi caso! ¡Los míos no se comportan así! ¡Eso es algo que siempre ocurre en los demás!, el resultado es el que es: cada día una sociedad más grosera e intratable, cada día un medio más hostil, cada día más cobarde la sociedad ¿Quién se atreve hoy a amonestar a uno de esos niñatos pandilleros expertos en parasitismo social ante cualquier comportamiento indebido? vLo que les digo, una generación de “cobardicas” culpables que ni siquiera hemos sabido hacer lo básico: educar correctamente a los que nos han sucedido. Y hablo en término general.
Pues apañados estamos con tanta progresía como vivimos. Me refiero a la “progresía” sin valores, a esa lacra que se extendió como una plaga de la mano del derecho generalizado a vivir del cuento público y social sin dar nada a cambio. Algo que tanto aplaudieron y aplauden las élites políticas. Al fin, con “pan y circo” y una adecuada ley electoral, la nobleza de los Partidos tiene garantizada su perpetuación en el poder. Qué lamentable y que asco… El que damos y el que dan.
Es lamentable que hoy en día muchos consideren la cortesía o los buenos modales como algo propio de débiles o de cursis.
Y es que, al parecer, la mala educación se ha aposentado en la sociedad.
Basta observar cómo la falta de cualquier respeto por los adultos, por la sociedad y por la Ley están presentes entre los jóvenes.
El gran reto hoy es tener una educación de calidad a través de la implementación de un nuevo modelo educativo. Es aquí donde la educación en valores a la infancia y juventud toma especial relevancia.
Y es que, siempre que hay un intento de desarrollar la educación cívico-democrática, los sectores teoconservadores de la sociedad española se movilizan para deslegitimar, obstaculizar y eliminar la implementación de este tipo de educación.
El Partido Popular jugó un papel muy activo con la LOMCE en 2013, respaldando el discurso del neotradicionalismo católico que ha situado a España a la cola del resto de países europeos en educación cívico-democrática, levantando las críticas de la comunidad internacional al respecto.
Ahora, la Subcomisión de Educación que negocia el Pacto Educativo está haciendo surgir aquella asignatura que cumplía con una recomendación del Consejo de Europa de 2002, denominada ‘Educación para la Ciudadanía’, tumbada por el Partido Popular en enero de 2012.
Ya veremos si hay ‘educación’ y altura de miras…..
Todas las leyes de educación que se han aplicado en España son socialistas, del PSOE. La ley de educación del último gobierno de Aznar no tuvo aplicación real, fue derogada durante el primer gobierno de Zapatero. La última ley de educación del PP, la ley Wert, tampoco ha tenido aplicación real, fue saboteada desde su aprobación por las autonomías, en especial las gobernadas por los nacionalistas.
Si miramos a la Universidad, veremos un lodazal de nepotismo que solo produce seres irresponsables y donde más te vale aceptar la ley de la tribu y entrar en un soviet o serás condenado al ostracismo.
Al final, todo es una cuestión de libertad y su correlato, la responsabilidad. Hemos educado a nuestros hijos en derechos pero no en deberes. Así, exigen trabajo, un buen sueldo, una vivienda, una generosa pensión, una excelente sanidad… No sé de qué nos sorprendemos.
Lo que os pasa es que estáis amargados y resentidos con vuestra vida de mierda.
Se trata de convertir, en ocho años, nuestro sistema educativo en el mejor de Europa, destinando el 7% del PIB a educación pública.
Ahora está en el 4% del PIB y la media de la Unión Europea es del 6%.
Se trata de garantizar la igualdad de oportunidades, Sres. ‘populares’…..
Lleváis 40 años destrozando la educación y ahora necesitáis 8 más para arreglarla. De broma. Y por favor, don Charles, no me falte al respeto. Todavía no le he llamado yo a usted capitalista para que usted me llame popular. Sin insultar, oiga.
Casi la mitad de la población tiene un título universitario de algún tipo, normalmente, como resultado de políticas establecidas por partidos socialdemócratas.
No desacredito a nadie aunque entiendo que usted considere el término ‘popular’ un insulto…..
Pero ese logro no es patrimonio de un partido, sino de un país. No sea tan soberbio.
Muy bien me ha parecido el artículo, sensato, medido y bien explicado. Es un problema de educación, pero de educación cívica y natural, elemental, de esa que no precisa doctorados y masters ni se aprende en la universidad ni en ningún lugar que no sea la casa propia con unos padres respetuosos pero con autoridad, no esta gazmoñería que todo lo inunda. Es un problema de civismo y educación, que ha caído en picado con ese colegueo permanente y la estulticia más absoluta de grandes capas de la sociedad, eso sí, siempre reivindicando derechos pero no sus obligaciones.
Solo hace falta subirse al metro o a un autobús en Madrid, para saber que este ártículo y el venenoso y demagogo Perez-Reverte hacen una observación falsa y peligrosa. En general, con andar por cualquier calle normal de España se puede ver:
Lo mejores detalles de educación, lo mejores gestos y las mejores formas, se ven siempre de los jóvenes.
Las exigencias, las voces, los malos gestos, la soberbia…se ven de parte de la gente mas mayor, que no tienen ningún respeto ni ninguna sensibilidad.
Ya quisiera la generación que hoy son tercera edad tener el nivel de las nuevas generaciones, en educación, en cultura, en igualdad, en respeto, en limpieza…
Un artículo en su análisis realista y es verdad todos en general tenemos la culpa.
Mi mujer tiene la buena costumbre de llamar la atención y me ha arrastrado.
No tenemos que escuchar reggaeton a toda leche y sin que utilicen los cascos en el metro o el autobús, no tenemos que tolerar que se sienten en el suelo del vagón cuando los demás estamos de pie apiñados, no podemos tolerar que mientras una persona mayor, embarazada o con muletas esté de pie y los asientos reservados okupados, no tenemos que tolerar que dejen el resto de sus botellones tirados en bancos y suelo…
Décadas callandonos….pues tenemos lo que nos merecemos por COBARDES.
Y esos padres deben sentirse responsables por haber educado tan mal a sus hijos.
Y éstos, que lo han tenido todo, y encima lo desaprovechan, pretenden cuando están en edad política además imponerse, como neófitos fascistas que son, montandola en las calles.