14.00

Luis Mario Sobrino Simal.- Una amplia y espaciosa sala, máquinas distribuidas por toda la estancia; mesillas con una silla acoplada para que los trabajadores que lo deseen puedan sentarse…  individualmente. Así la dirección de la empresa evita las posibles conversaciones entre ellos. Escoge una mesa y levanta una plaquita para indicar que está ocupada.

Se dirige a una gran estantería donde hay decenas de bandejas como si fuera un “buffet”. Pasa por unas por unas máquinas en donde poniendo una ficha sale un producto comestible pero raro…raro… una especie de muslo de pavo con un color rarísimo; después, de otra maquinita coge tras insertar otra ficha algo para beber, una extraña bebida con color a alcachofa. De una estantería coge un trozo de pan integral tostado envuelto en una servilleta y una extraña pastilla con forma de naranja para el postre. Todo un sinfín de “manjares” sintéticos pre elaborados y cocinados. ¡Estupenda dieta! ¡Nada que se parezca a la huerta que tenía su abuela en el campo hace décadas…!

Con todo en su bandejita, el HOMBRE se dirige a “su” mesilla “reservada”. Come y bebe en tan rápidamente que apenas le da tiempo a saborear los…”manjares” ni a paladearlos. Sus compañeros han repetido la misma operación que él. La distancia entre una mesa y otra en de un metro aproximadamente. No puede hablar con el compañero porque tendría que levantar mucho la voz y… está prohibido. Incomunicación a pesar de que el hall está lleno de trabajadores como antes decía y que como él, tampoco pueden ir a casa a comer.

Las paredes decoradas con fotografías de máquinas y altavoces reproduciendo música rarísima.
La comida no se hace allí. La empresa tiene contratado un catering como en tantos otros lugares masificados. Acabada la comida el HOMBRE recoge su bandeja y la lleva a una caja con un agujero central en la tapia donde deposita los escasos restos de la comida pues a pesar de no ser muy buena, el apetito le hace comer “lo que sea…”