Mateo Gómez Aparicio, presidente del QVIXOTE MARATON. ADAD.- En la sociedad actual, que defiende el valor de la igualdad, la discriminación de la mujer sigue manteniéndose en muchos ámbitos; y aunque es verdad que formalmente nadie lo expresa, sin embargo, la mujer sigue asumiendo los roles menos deseados en demasiadas ocasiones.
El imperialismo de género, el sometimiento de lo femenino a los principios, ideas y valores de lo masculino, no ha desaparecido totalmente aunque estemos inmersos en pleno siglo XXI. Hemos desarrollado un neocolonialismo de género para intentar ocultar esta vergüenza social que, al igual que un iceberg, tiene sus puntas dramáticas en la violencia de género o la brecha salarial. En una sociedad donde todo se mide por el valor del dinero, donde tanto ganas, tanto vales, deberíamos ser conscientes de que aún hay espacios en los que se infravalora a la mujer por el hecho de serlo. La ONU ha declarado que la discriminación contra la mujer es incompatible con la dignidad humana y con el bienestar de la familia y de la sociedad. La hipocresía política es muy habitual en las cumbres internacionales. Lo sabemos, nos damos un golpe hipócrita de pecho y creemos que eso nos exime de la culpa.
Y como ello es extensible a todos los ámbitos de la vida, observamos que también en el deporte existen estas ignominiosas diferencias. La presencia femenina en las actividades que se realizan conjuntamente para hombres y mujeres apenas si alcanza un treinta por ciento del total de participantes, cuando ellas representan la mitad de la población. Da para reflexionar. En el maratón de Madrid, tan solo un dieciséis por ciento son mujeres; en la media maratón de Barcelona apenas alcanzan el treinta por ciento; la maratón de Sevilla habla de récord histórico con un trece por ciento de participación femenina, algo parecido ocurre en el maratón de Valencia. Damos las cifras de grandes eventos deportivos, con una alta participación activa, para constatar una realidad objetiva. Siempre me he preguntado por qué en la infancia o la niñez nuestras niñas practican deporte al mismo nivel que los chavales, invirtiéndose la situación a partir de la adolescencia.
Desde siempre, la relación mujer y deporte ha estado vinculada a la realidad socioeconómica y cultural de las sociedades; y en esto, también, como en el resto de manifestaciones sociales, se ha dado una prevalencia de lo masculino frente a lo femenino, marcado por los roles acerca de la virilidad de todo lo deportivo, lejos de la delicadeza que se le presupone a lo femenino. Pero si lo denostamos de palabra, debiéramos observar la misma correspondencia en el día a día para defender con uñas y dientes que la igualdad es un elemento aplicable a toda persona cualquiera que sea su género y actividad que realice. No es cuestión de cromosomas, de testosterona o de estrógenos lo que conculca los principios del razonamiento y del intelecto. Debemos mentalizarnos que no es un problema del género femenino; es un problema de todos.
Hubo que esperar a 1994, casi en el presente siglo, para que la declaración de Brighton, Inglaterra, avalada por el Comité Olímpico Internacional, planteara el hecho de cómo acelerar el proceso a fin de rectificar los desequilibrios que enfrentan a las mujeres al participar en el deporte.
Así pues, debemos ser lo suficientemente atrevidos y tomar conciencia de que desde el fomento de la actividad deportiva podemos y debemos cambiar mentalidades en pro de la igualdad y la defensa de los derechos de la mujer. No es solamente una cuestión de leyes y decretos, que también; es un asunto de todos. ¿Tendrán que esperar las mujeres cien años más?