Luis Mario Sobrino Simal.- Algo más de dos horas y media después parece toda una eternidad. Suena una máquina alarma de seguridad. Un extraño paquete ha llegado a través de un empleado de mensajería. Una máquina scanner parece detectar algo raro, ¿quizá un explosivo? Un robot lo detecta, no es nada peligroso, unos botes de pintura para hacer un grafiti pero avisa a las fuerzas de seguridad tanto de la fábrica como del distrito. 
El mensajero es detenido automáticamente y conducido al módulo interrogatorio de la empresa. Es sometido a “examen psicológico” durante dos minutos en una sala preparada a tal efecto. Allí le ponen unos sonidos estridentes a unos decibelios insoportables hasta que logran que diga para quién trabaja y quién le envió con ese paquete. Pasa por enfermería donde hay otras tres personas en parecida situación. Algunas empresas que hacen estos envíos han optado últimamente por utilizar drones, ya que al ser insensibles y enormemente escurridizos, esquivan cualquier intento de ser “detenidos”…
Al cabo de una hora el empleado del que hablábamos antes sigue detenido. Poco después es puesto en libertad pero con una pulsera electrónica para tenerlo controlado.
El control en esta fábrica como en todas las de la ciudad es totalmente exhaustivo y férreo. Cualquier objeto puede ser sospechoso de constituir un peligro para la empresa y es minuciosamente controlado por los equipos electrónicos y el personal especializado en tales tareas.
Los incidentes de seguridad siempre van a existir sin importar los controles que implementen las organizaciones.
Aunque debemos ser bastante cautelosos con este asunto de la seguridad ya que en pro de la seguridad se sacrifica cualquier derecho. Lo sorprendente es que la gente lo aceptará encantada….