El término “políticamente correcto” se ha instalado en nuestro idioma y nuestra conciencia, para determinar un modelo particular de comportamiento como un modelo común de referencia. En nuestro idioma, “políticamente correcto” debería ser “hacer un uso correcto de la acción política” (como no mentir, no mangonear, etc.) pero me temo que se trate de la adopción directa de un anglicismo, uno más (la imposición de la inmersión lingüística inglesa, por cierto, me resulta personalmente cada vez más insoportable y vergonzosa). En el fondo, creo que el origen del término tiene también que ver con el modelo cultural de su origen. Así que usaré su acrónimo, 2 letras, como hacen habitualmente al otro lado del Atlántico: P.C.
La pregunta es obvia ¿Qué significa o podría significar P.C.? Podríamos entender que en general se refiere a un modo de comportamiento educado, basado en el respeto por el prójimo y por el orden, mostrando una imagen de apariencia neutra. No cabe el insulto, la agresión, la transgresión o la provocación. En realidad, es la máxima expresión del Puritanismo: la falta a lo P.C. es en cierto modo una forma de pecado de expresión, no de obra. Hasta el propio enunciado nos indica que lo que se sale de sus cauces es incorrecto en mayor o menor medida ¿Y quién determina lo que es “correcto”, y por qué? La respuesta es obvia: La imagen de lo P.C. no es neutra, es la imagen del Stablishment, de la élite establecida, que es quien fija el Sistema en todas sus dimensiones.
Lo P.C. no entiende de respeto por el prójimo, sino de supremacía, como es propio del Puritanismo. Un paria, un mendigo, puede resultar políticamente incorrecto; puede ser inocuo, pero nunca acercarse tanto a nosotros como para convertirse en algo indeseable o una amenaza. Lo P.C. no consiste en tener un comportamiento ejemplar, sino en no mostrar lo que resulta ser poco ejemplar. Las palabrotas, los comportamientos sexuales provocativos, pueden darse en privado hasta la saciedad, pero jamás mostrarse en público. No se puede dañar la dignidad, especialmente la alta dignidad. El Orden, o lo que resulte sagrado – aunque sea laico – no se puede cuestionar. No es P.C. hablar mal del Rey, o de las imágenes religiosas, o de los jueces. Lo P.C. tiene que ver con las formas, no con el fondo. Robar desde un despacho es un delito, pero no una falta a lo P.C…
En las sociedades libres, los ciudadanos han adquirido el derecho a la libertad de expresión. Y el nivel de libertad de sus individuos, en cualquiera de sus formas, es un síntoma inequívoco del nivel de tolerancia y progreso del Sistema ¿Tiene límites la libertad de expresión? A mi modo de ver, sí: las amenazas o la incitación al odio cuando son verosímiles, o las calumnias, que son los que pueden desestabilizar la seguridad física o jurídica de las personas. Es evidente que entre estas circunstancias y lo P.C. hay un amplio margen, incluso para transgredir los modelos de lo P.C., siempre que no tenga consecuencias lesivas. Creo que es relativamente fácil de entender y de aplicar, de sentido común, como ha venido siendo habitual hasta tiempos no tan lejanos.
Pero cuando la falta a lo P.C. se convierte en norma punitiva; cuando una libre expresión se considera delito porque alguien entiende que se ha faltado en cierto modo al derecho al honor; y cuando los casos de judicialización y sentencias condenatorias a estas expresiones se producen con una frecuencia inusitada, lo que se está produciendo es un retroceso a la libertad de expresión de los ciudadanos por medio de la coacción. Una fórmula de abuso de poder. Y de paso, se reafirma el convencimiento de que, hasta en esto, la Justicia no es igual para todos en este país, que justamente las causas de faltas a lo P.C. merezcan mayor atención que las ofensas por machismo o por actos de apología del fascismo. Es inaudito que se condene a alguien por cambiar el rostro de Jesucristo crucificado por el propio rostro, o que se condene a alguien por burlarse del atentado a Carrero Blanco 40 años después del suceso, o que se condene a alguien por hacer una canción que enumera los hechos del Rey Emérito y su familia que van saliendo a la luz, etc. Hechos que apenas llegan a una cantidad escasa de personas, pero que adquieren notoriedad nacional cuando se procesa a estas personas de manera ejemplarizante. Son casos de libertad de expresión que solo han faltado a lo P.C. y que sin embargo equiparan (o sobrepasan) este nivel de falta o delito a los que nos afectan a todos, a los que dañan al Patrimonio común, o a las cuentas públicas. Parece que estemos volviendo impúdicamente a los tiempos del Siglo de Oro, cuando no cabía mayor falta que mancillar el honor y uno podía tomarse la justicia por su mano; los tiempos de la Monarquía Absoluta, en el que la soberanía del país no residía en el pueblo, como reza en nuestra actual Constitución. Lamentable.
Pares y nones
Antonio Fernández Reymonde
Hay una frase de Óscar Wilde que me gusta mucho y mide bien la temperatura de la opinión pública desde abajo hacia arriba que es la forma más realista de medirla y más conforme con el respeto a la libre expresión de las personas:
TODO LO POPULAR ES INCORRECTO.
Lo P.C. es una Dictadura del Eufemismo, un evitar llamar a las cosas por su nombre (lo cual es popular), un maquillar de forma amable una realidad que no es tolerante con los ambiguos, prepotentes, interesados o memos.
Lo correcto, es lo correcto. Añadirle calificativos es como querer meter lo universal en lo parcial e interesado.
Son tiempos oscuros para los amantes de lo ‘políticamente incorrecto’.
Es obvio que lo ‘políticamente correcto’ es la ideología de la represión cuyo objetivo es dividirnos.
Lamentablemente, este mes de febrero de 2018, será recordado como un mes nefasto para la libertad de expresión.
Y es que aún no se han dado cuenta que opinar no es un delito….
Efectivamente, libertad de expresión sí, pero para todos, porque menudos pollos y tejemanejes orquestan los de las izquierdas libreexpresionistasparalosuyo cuando un pepero mete la pata hablando, vamos, que no se va del país de milagro, no quiero acordarme del tostonazo que dieron con lo de Casdo y el sr Companys, por ejemplo. O el vetazo socialista a Elena Valenciano por apoyas a Susana Díaz, tremendazos liberales ejemplares.
Por cierto, si opinar no es un delito y por tanto no debería haberse quitado la exposición de los «presos políticos»(que no se debería haber quitado, es mi opinión) ¿por qué se cambian de nombre las calles de los que no pensaban como el poder establecido actual?
Si uno lee en El Mundo, los comentarios a la noticia de la restitución de la obra retirada de ARCO que hace apología de quienes cometen diversos delitos en este pais, se daría cuenta en seguida de lo incorrecto que son los comentarios y no la reacción de los organizadores de ARCO.
Que la libertad de expresión ampare al propagandista de la ilegalidad y no a quien decide en su espacio y teniendo en cuenta al público retirar su obra, es un disparate.
Una imposición de minorías a mayorías, que es otra manifestación de lo P.C.
Porque ese sentido común tan ignorado descarta la propaganda política ramplona como arte.