Carlos Alberto Castillo, miembro de ADICIPEC.- A menudo cuando nos reunimos los componentes de la Asociación de Divulgación Científica y Pensamiento Crítico de Ciudad Real para pensar en qué actividades podemos plantear para poder acercar el pensamiento científico de forma constructiva y accesible a cualquier persona que pudiera estar interesada, sale un tema que quizá dejamos de forma inconsciente de lado en nuestras planificaciones, me refiero a la parte relacionada no tanto con la divulgación sino más bien con el fomento del pensamiento crítico.
Al hilo de este hecho, vino a mi mente recientemente el artículo de opinión que escribió D. Alberto Sacristán, Presidente de la Sociedad Española de Médicos Homeópatas (y que pueden ustedes rescatar aquí), como respuesta a nuestra primera publicación en este medio “Ciudad Real apuesta por la ciencia”. No obstante, este artículo no va sobre si alguna vez nos hemos preguntado en qué consiste eso que se vende en farmacias y que se conoce como homeopatía… No, otro día si les parece hablaremos de ello con detenimiento por tratarse de un tema interesantísimo (de momento, les dejamos por aquí esta preparación homeopática). La reflexión que vino a mi mente es cómo pueden personas sin conocimientos técnicos saber diferenciar lo que es una opinión de lo que es un hecho científico o, dicho de otro modo, en ciencia, ¿en base a qué se toman las decisiones?
Para resolver esta cuestión clave se desarrolló el método científico, y no fue ayer precisamente, está cerca de cumplir los 400 años, ahí es nada. El método científico consiste en una serie de sencillas reglas que todos los “científicos” debemos cumplir para poder asegurar que hemos aumentado nuestro conocimiento sobre algo. He entrecomillado la palabra científicos en la frase anterior porque, aunque es cierto que el método científico representa la base sobre la que se sustentan los avances científicos, realmente es algo que todos empleamos en nuestra vida cotidiana.Intentaré describir sus principales características con un ejemplo a continuación.
Para empezar, necesitamos un problema que tengamos interés en resolver, por ejemplo imaginemos que en estos días de frío no nos arranca el coche por la mañana. Frente a este problema, y en base a nuestro conocimiento, plantearemos una hipótesis: ¿qué es lo más probable que haya pasado? Podemos suponer por ejemplo que, de todo lo que podría hacer que el coche no arrancara, dado que lo teníamos en buen estado y con gasolina, podría ser la batería lo que fallara al haberse descargado. Después de nuestra hipótesis razonada, pasaríamos a la parte experimental, debemos ser capaces de diseñar una serie de experimentos que nos sirvan para validar nuestra hipótesis o bien que nos ayuden a formular una nueva hipótesis de trabajo. De este modo, si conectamos la batería de nuestro coche en paralelo con otra batería cargada y somos capaces de arrancarlo, nuestra hipótesis de trabajo se confirma, hemos producido un avance científico. Pero si no consiguiéramos arrancar el coche así, nuestra hipótesis no era acertada y, por tanto, debemos reformularla hasta dar con la hipótesis que solucione nuestro problema.
¿Qué tiene este método de especial? El método científico son las reglas de juego con las que todos aceptamos que se puede generar conocimiento sobre cualquier tema. Volviendo al ejemplo anterior: si tuviéramos un “experimento” similar, es decir, un coche que no arranca, y si nuestra hipótesis era correcta y la batería era lo que hacía que el coche no arrancara, si conectamos una batería cargada en paralelo ¿qué ocurrirá? Intuitivamente sabemos que el coche arrancará siempre, es decir, ante un problema concreto la aplicación del método científico permite obtener algo fundamental en ciencia: reproducibilidad, es decir, cuando repitamos una experiencia en condiciones similares, los resultados obtenidos también serán similares.
Y ahora ya estamos en condiciones de responder a la pregunta que nos planteábamos antes: en ciencia, ¿en base a qué se toman decisiones? Pues las decisiones se toman en base al método científico: ante un determinado problema que ya haya sido resuelto con anterioridad, podremos estar seguros que la aplicación reiterada del método científico producirá resultados similares, mientras que en el caso de los problemas para los que todavía no hayamos dado con la hipótesis adecuada deberemos seguir reformulando hipótesis y planteando nuevos experimentos hasta que obtengamos resultados reproducibles. En este sentido se está planteando una iniciativa, que apoyamos desde nuestra humilde asociación, llamada Ciencia en el Parlamento, que consistesimplemente en “poner en contacto política y ciencia promoviendo una gestión basada en el método científico” es decir, intentar que se promuevan políticas basadas en evidencia en función de las necesidades de la sociedad o, dicho de otro modo, que no se promuevan políticas que habiendo sido previamente formuladas como hipótesis ante un problema no resultaron ser la solución al mismo.
Y es que la divulgación científica está muy bien, en la actualidad tenemos en España muchos divulgadores de altísimo nivel, y es maravilloso despertar la curiosidad del oyente o lector… pero el objetivo final de la ciencia en cualquiera de sus vertientes es el desarrollo del pensamiento crítico, entendido éste como la capacidad de cada individuo de evaluar el grado de veracidad que contiene una determinada afirmación, para ser capaz de distinguir qué es un hecho y qué es una opinión.
Es necesario el pensamiento crítico y creativo en el aula…….
[…] En este sentido, he escrito recientemente en este medio sobre la importancia del método científico como promotor del pensamiento crítico y la necesidad de emplear el método científico para la toma de decisiones de cualquier tipo, con especial hincapié en la iniciativa Ciencia en el Parlamento (no hago spoiler, podéis leerlo aquí). […]
[…] que la ciencia, a través de esa herramienta maravillosa que es el método científico (más info aquí), dice que el producto hace… Y ya cada uno que saque sus propias […]