Cuando mi padre compró un piso para vivir con lo que le quedaba de su familia el anterior propietario se había llevado ya todos los muebles y solo había dejado una bolsa de plástico con un curioso contenido que no quiso, no pudo o se olvidó de llevar. No volvimos a verlo, pero yo, que tengo la curiosidad de los gatos, y hasta una poca más (aunque la curiosidad los suela matar, siempre les quedan seis vidas más) husmeé en el saco y descubrí una historia conmovedora.
Había una colección de postales dirigidas a su novia por un joven que estudiaba ingeniería en Madrid poco antes de la Movida ochentera. La novia vivía en Ciudad Real y el novio, instalado en un colegio mayor, le enviaba regularmente siempre una postal distinta de cada rincón de Madrid para demostrarle regularmente que seguía acordándose de ella. Formaban una secuencia narrativa; poco después se casaron, y ella tuvo una hija. La historia terminaba con una larga carta desde Lourdes. Me enteré por ella de que la muchacha había contraído cáncer. Ya no había más cartas.
Ese joven ingeniero era el propietario de la casa, y se había vuelto a casar. Me las arreglé para devolverle esas postales a él y a su guapa hija; este inesperado regalo le dolió un poco; había querido dejar atrás esa etapa atrás junto a la casa en que vivió apenas unos años con su primera esposa. No destruyó sus recuerdos, simplemente los dejó en un lugar donde seguramente desaparecerían. Pero no ocurrió así: soy incapaz de dejar que los escritos se destruyan. Pero esta historia me ha venido a la mente por algo que me ha pasado hace poco.
Volvía al trabajo y noté que al lado de la acera había un contenedor lleno de cascotes; seguramente estaban haciendo algún tipo de obra en un piso de esa calle. Como siempre paso por ella me fijo en cualquier novedad que altera el aburrido paisaje cotidiano, y noté que en el contenedor había también una serie de postales y una bolsa. De ella asomaba además un vistoso misal y varios libros. Como no soporto que la gente tire escritos a la basura, los recogí. Tres pertenecían a un curso de inglés y formaban una gramática, una antología de lecturas y una serie de ejercicios. Se los regalé a un alumno mío al que le podrían beneficiar. El resto era un misal y una agenda.
Las postales describían los viajes de una muchacha manchega que vivía en una céntrica calle durante los años setenta y ochenta; pero la agenda era más interesante. Tenía consignada toda la vida de una señora que debía pasar ya los noventa y seis años (1921), seguramente fallecida, por lo cual se deshicieron de ella. Su letra, su orden, su pulcritud me hablaban de una persona recta y equilibrada. Tenía dos fotos de su familia: una antigua a blanco y negro y otra más moderna a color. Tuvo siete hijas y un hijo, y anotó escrupulosamente todos sus datos biográficos: cuándo nacieron ella y su marido, cuándo matrimoniaron (1951), cuándo vinieron sus hijos (de 1953 a 1965), cuando se casaron los tres que lo hicieron y también las fechas de nacimiento de los dos nietos que llegó a conocer, así como cuándo fallecieron sus propios padres. Guardaba una foto también en persona de su único hijo, estampas de la Virgen y una fotocopia de su carnet de identidad. Entre las direcciones había algunas de parientes y hoteles en Madrid, y diversos teléfonos. Y una alusión a los discos de canciones de alguien a quien conozco, el sacerdote de Villamanrique Alfonso Luna Sánchez, que hoy es monseñor y vive en Roma como otro manchego, el superior de los teatinos (y gran poeta) Valentín Arteaga, quien, por cierto, apareció en uno de los programas de Españoles por el mundo. Quizá tendría que hablar un poco de estos (y de un jovial y amable poeta leonés afincado en Ciudad Real, del grupo Guadiana, el salesiano Santiago Martínez Álvarez). Los libros de este último, con su estimulante carga de humor, deberían ser más conocidos.
El misal contenía unas cuantas estampitas, pero también dos importantes reliquias de Martín de Porres «Fray Escoba»: una era una medalla con reliquia y otra un trozo con un reducido lienzo de tela que había tocado su cuerpo. Era un misal bonito, encuadernado en cuero, con grabados magníficos, impreso en Barcelona en los años sesenta. Dentro contenía un recordatorio de una monja que había consagrado su vida a atender a los sacerdotes; al final enfermó y murió estoica y cristianamente consagrando su vida a ese propósito.
Me sentí muy afectado por todo esto; es como si hubiera conocido a estas personas de toda la vida; pero esta vez ha pasado más tiempo y la cuestión que me planteo ahora es si tengo que devolver estos recuerdos a una gente que los quiere perder. Esos escritos, esas fotos, esas postales estaban allí, en el abandono o en la basura por algo. Porque la gente no quiere sufrir más y desea vivir su propia vida; la memoria es un anclaje que no deja mirar al futuro. Tal vez esos recuerdos estaban ahí para que yo escribiese esta nota o tal vez yo era el destinado a quedarme con estos recuerdos. Tal vez hubiera tenido que seguir mi camino y meterme en mis propios asuntos ¿Ustedes qué opinan?
Recuerdo cuando murió mi padre. Se entretenía haciendo maquetas de todo tipo de iglesias. Creo que siempre quiso ser arquitecto; de niño hizo una maqueta impresionante de una casa que llevaron a una exposición, pero quedó en segundo lugar: el premio se lo dieron al hijo de un cacique. En aquella época no había becas para hacer estudios de arquitectura, y menos para un hijo de familia numerosa; mi padre se resignó; bastante bien se colocó en Telefónica. Cuando murió, decía, me encontré su casa llena por doquier de maquetas que no sabía donde meter. Tuve que tomar una decisión drástica: las tiré casi todas y solo me quedé con una, la mejor. Ahora ni siquiera sé donde está.
Contornos
Ángel Romera
http://diariodelendriago.blogspot.com.es/
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Es un culto cotilla.
Culto porque todo es capaz de relacionarlo con mayor o menor precisión, y cotilla por curioso.
Y sí, tiene todo el sentido del mundo que indague en la memoria abandonada e «i-reciclable» de los demás, porque esa memoria es un poco la de todos.
Sabía que Alfonso Luna estaba en Roma, pero no que había sido nombrado monseñor. Notable compositor…
Acusar de cotilla alguien como usted, capaz de escribir trescientos comentarios diciendo lo mismo y que no le han pedido a un solo post y que, con malísima educación, se interpone contestando, sin pedir permiso siquiera, a turnos de palabra que otras personas dirigen a otros y no a usted es de una hipocresía tan gigantesca que solo la patología médica puede dar cuenta de ella.
No me he enterado…sea menos pedante.
Hay cotillas sin curiosidad, esos son los reprochables y profesionales.
Unas cartas (en extinción), unas postales (casi extinguidas) y un misal (de eso ni hablamos), y abandonadas no pueden sino que suscitar la curiosidad de una persona culta y con valor.
Los reproches con argumentos por favor.
La primera frase del artículo esconde también otra historia, como la de las postales o la agenda. Ángel es dueño de sus silencios y lo respeto. Yo estaba sentado muy cerca de él cuando llegaron a darle la peor noticia…
Bello relato. Se quedó corto.
Cuando deja a un lado sus obsesiones, le brota el genio. Es así.
Benditas obsesiones. Que le dure a él y a muchos más la obsesión por recuperar el pasado de los asesinados, mutilados, silenciados, culpabilizados, represaliados expoliados por el único delito de estar o ser parientes de los que estaban en el bando perdedor … Es una manera, la única posible, de devolverles la honra arrebatada. Benditos sean Angel Romera, Almudena Grandes y tantos otros rebuscadores de historias humildes . Nunca serán suficientes los relatos y novelas que mantengan viva la memoria de tantos y tantos.
Respetado Alonso, todos los asesinados, mutilados, silenciados, culpabilizados, represaliados y expoliados por el único delito de ser parientes de los de uno u otro bando eran del bando perdedor, pues todos perdieron. La paz y la reconciliación es el mejor homenaje que los vivos podemos hacer a los muertos. Menos demagogia, Alonso, con los muertos.
Los hijos de los muertos no opinan igual que usted. Quizá los hijos de los asesinos. No pretenden venganza, solo memoria y justicia.
Lo que la gente como usted les niega
El mismo caso que el de las olvidadas víctimas de ETA (300 asesinatos aún impunes), y esta última época la vivimos.
Quizá si hubiera habido democracia no habría habido eta. Y quienes murieron por la democracia no fueron los suyos.
Y otro prqueño detalle: los delitos contra los derechos humanos y contra el derecho natural NO PRESCRIBEN. Porque sería lo mismo que desautorizar la misma idea de justicia universal y el mismo concepto de ser humano
Digame usted si prescriben los pecados para Dios. Me refiero al unico en que cree… Me refiero al unico, no a la denominación de origen que a usted le vaya mejor con du gana de propagandar la derecha suizopanameña (o colombiana, que ya se ha visto que ahi prefiere lsvar mil millones de las antiguas pesetas el ladrón jefe del PP de madrid, por no hsblar de la valenciana Rita la cantaora, Rosa la del marido bienpagao y Marianico el de la conciencia limpia como un puro disco duro genovés
Que mucho Venezuela y Venezuela, pero muy poco Panamá, Colombia, Andorra, Suiza, Luxemburgo etc y muy poco o nada hablar de los estados del bienestar de la Kerala comunista, y de los seis países nórdicos. Cuyo sistema impositivo y politica bancaria convendria reproducir aqui para ahuyentar a tanto facineroso y corrupto como manvha este país
Cómo no nos hemos dado cuenta.
Con democracia, es decir otorgando a los terroristas la independencia, no habría habido víctimas de ETA.
El comunismo es la Arcadia feliz, por eso reina la abundancia y la justicia en las dictaduras comunistas, el muro de Berlín se construyó con el propósito de que los alemanes occidentales no huyeran a gozar de la prosperidad de la RDA. Miami está llena de balsas y barcos que ansían huir a la abundancia de Cuba, y los hindúes estarán deseando de residir en Kerala.
Exactamente, y usted esta deseando tener un millón de euros en Suiza y explotar mujeres y hombres veinte horas al día y pagar microsueldos y tener mil millones de pesejas viejas en Suiza, como recomendaba Jesucristo en su Biblia
Pero por desgracia todos esos delitos prescriben, como su moralidad.
Lea esta hermosura de artículo sobre lo que hace la gente capitalista como usted y no olvide que, para ellos, todo es solo es un negocio:
https://politica.elpais.com/politica/2017/11/11/actualidad/1510423180_056582.html
Y, por cierto, fíjese en la alusión a Valdepeñas como uno de los núcleos de la trata de blancas.
Luego, dese un paseo por Sol Fantasy. Está en los contornos.
Luego pregunte a los parados de tercera generación lo contentos que están en España y si desean salir del país. Se dará cuenta de que lo desean tanto como los de Cuba, y de hecho muchos ya se han ido.
Tontolhaba…
Y no olvide que aquellos a quienes tanto critica por ser pobres ni siquiera tienen Internet para poderle contestar…
Tú estás flipao, demagogo de puño en alto.
Para luego acabar llamando muerto de hambre como tú camarada…
Suiza?? Pregúntale a Maduro, creo que guarda allí algunos miles de millones de dólares.
Y tú, hala, a seguir empobreciendo a los pobres y engañando a los imbéciles.
Su falta de compasión por los ejemplos que cito y de que se olvida lo define. Es usted cruel. Como tantos que solo miran al dinero.
En fin, dictadura la vuestra, emocional…para lo que queréis. Para tener emociones sobre los crímenes del comunismo, su hambre y corrupción no.
Buena incursión en ese punto cotilla de cada hijo de vecino.
Profundo,Ángel, y tierno.
Una entrañable narración.
Como decía el escritor francés Roger Martin du Gard, «la vida sería imposible si todo se recordase. El secreto está en saber elegir lo que debe olvidarse».
Así es que, elija….
Cada vez escribe mejor este hombre. ¿Qué comerá?
Talento y sentido. Dos raciones semanales.
La misma dieta que usted, por eso lo sabe. Gusto leerles.
los libros que recoge de los contenedores. Lo ha confesado.
Como siempre, don Ángel, el título de que es muy bien merecido, siempre hace gala de su sapiencia incluso en las peores circunstancias.
Un abrazo y un saludo compañero.