Manuel Cabezas Velasco.- Eran los tiempos de finales del reinado del monarca conocido como el Impotente, Enrique IV de Castilla. La cuestión de su hombría había acarreado la disputa por la cuestión sucesoria entre los partidarios de la apodada la Beltraneja, la infanta Juana, y los pertenecientes al bando que defendían la candidatura de su hermanastra Isabel.
En esa disputa, como bien se sabe, el bando ganador fue el de Isabel, la futura reina conocida como la Católica, acompañado de su esposo Fernando de Aragón.
En este clima convulso se disputaban el trono castellano, existiendo minorías que no profesaban la religión católica y que habían despertado las envidias de los cristianos viejos durante décadas a pesar de la ola de antisemitismo que mermaba su poderoso papel durante los siglos anteriores.
En esta disyuntiva, llegados los años 1473 y 1474 se darán una serie de motines anticonversos – muchos de ellos instigados por el ambicioso don Juan Pacheco – que se manifiestan desde las localidades de los reinos de Córdoba y de Sevilla hasta llegar al corazón de la meseta castellana.
Una de aquellas localidades donde se pondrían en marcha disturbios para amedrentar el poder de la comunidad conversa sería Ciudad Real, allá por el mes de octubre de 1474. El objetivo por parte de la oligarquía local de cristianos viejos estaba claro: los conversos, algunos de ellos de cierta relevancia en la esfera concejil, debían perder todos sus bienes y oficios públicos.
Ocurrían un 6 de octubre de 1474 tan aciagos acontecimientos para los vecinos judeoconversos de Ciudad Real, surgiendo numerosos alborotadores de varias casas y conventos a lo largo y ancho de la ciudad. El pillaje campó a sus anchas contra las personas y bienes de los fieles a la ley mosaica. Por entonces la ciudad rondaba los ocho mil habitantes, aunque estos hechos provocarían una oleada de migraciones que disminuiría dicha cuantía.
Así pues, una parte de la población levantóse contra algunos regidores, caballeros y escuderos, así como procurador, jurados o mercaderes, entre otros vecinos de Ciudad Real. Los grupos asaltantes surgirían de casas y monasterios, lugares que habían sido de reunión.
Según Haim Beinart, con motivo de estos acontecimientos, así se observan los mismos en el siguiente párrafo del Archivo de Simancas:
“…ellos estando seguros en sus casas e tratos non fasiendo ni disiendo por que mal ni dapno debiesen de reçebir, salieron de çiertas casas e monasterios de la dicha çibdad, donde asy estavan ayuntados muchos de ellos atraídos de diversas atinas e por muchas partes” [1]
El destino de los habitantes perseguidos sería el alcázar de la ciudad, acompañados del corregidor. Sin embargo, los que se sublevaron llegaron hasta allí para atacarlo e incluso derribar una torre principal. La sangre corrió en esos momentos y fueron evidentes las grandes pérdidas materiales como consecuencia de los destrozos. Elevaríase el monto a unos 50 “cuentos”.
Los sublevados, adoptando una posición de fuerza, llegarían a expulsar al corregidor y a otros que le acompañaron, mas los que pretendieron volver morirían en sus manos.
Nuevamente, Beinart nos describe, relacionado con la muerte del escribano Alonso, tan fatales acontecimientos de la siguiente manera:
“…e mataron fasta un numero de quinçe personas, e que robaron e metieron a sacomano todos sus bienes, muebles e semovientes, e joyas e presias de casa e mercaderias que en sus casas e tiendas fallaron, que no quedo casa ni tienda ninguna que non robasen. E los robaron los ganados de los canpos e terminos de la dicha çibdad, e de otras partes que eran suyos” [2]
La situación de los judeoconversos supervivientes no sería halagüeña desde estos momentos, sino más bien aún peor pues con motivo de la crisis sucesoria se pusieron del bando portugués, el que representaba a Juana la Beltraneja, con lo que los enemigos los seguían teniendo en su ciudad al ser tradicionalmente la ciudad fiel a la corona y considerando a la candidata Isabel como su principal abanderada.
Entre las consecuencias de estos motines anticonversos estaría el despoblamiento paulatino de la ciudad con objeto de las huidas protagonizadas por los conversos a lugares tan dispares como el reino de Sevilla o Almagro.
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Señala Herminio Barreiro los orígenes y el destino del siguiente personaje: Lorenzo Luzuriaga, de la siguiente guisa:
“…en el exilio, rememoraba no sin humor sus orígenes: “Mi padre era maestro (Director de Escuela) en Valdepeñas y mi madre, hermana de un maestro de la misma escuela… Tanto mi padre como mi madre se casaron en segundas nupcias, teniendo mi padre un hijo, Fermín, y mi madre otro, Recaredo, que ya eran maestros. Así pues, he tenido padre maestro, dos tíos maestros y dos hermanos maestros… No se puede pedir más pedagogía” [3]
El origen vasconavarro y manchego de Narciso Eladio Lorenzo, como así se llamaba, habría que remontarlo al 29 de octubre de 1889 cuando nació en la localidad de Valdepeñas. Su padre, Santiago Luzuriaga, un maestro navarro, y su madre, Ángeles Medina, socuellamina, no estarían siempre con él debido al fallecimiento del padre cuando Lorenzo era aún un niño.
Por entonces, su madre marcharía a Aravaca, Madrid, concretamente ayudado por su tío Recaredo.
Tras realizar los estudios primarios en Valdepeñas y Aravaca, con la ayuda de su tío comenzará sus estudios de Magisterio en la Escuela Normal Central de Madrid, en unas condiciones económicas bastante complicadas pues debía ir andando a diario de Aravaca a Madrid con unas modestas alpargatas, que sustituía por zapatos al llegar a la ciudad.
Tras sus estudios entre 1904 a 1908, comenzará a frecuentar la biblioteca del Museo Pedagógico Nacional, conociendo por entonces a Manuel Bartolomé Cossío, quien le pondría en contacto con el creador de la Institución Libre de Enseñanza (ILE), don Francisco Giner de los Ríos. Este hecho sería de gran relevancia en su vida, siendo alumno y maestro de la ILE hasta 1912.
En 1908 y 1909 tendría el primer contacto con la ILE y la nueva Escuela Superior de Magisterio. Así contactaría en la primera con Giner y Cossío, mientras que en la segunda entraría en contacto con Ortega y Gasset, de gran influencia para él tanto intelectual como personalmente. Además, a caballo entre ambas instituciones, entablaría vínculos con el psicólogo Simarro, el político y profesor Luis de Zulueta o el pedagogo e historiador de la educación Rufino Blanco.
A este bagaje de relaciones se uniría la proximidad de todos ellos al entorno del Partido Socialista, marcando de este modo su propia militancia.
Desde entonces, pues, según nos advierte de nuevo Herminio Barreiro, el pensamiento de Lorenzo Luzuriaga estaría definido por tres grandes corrientes:
“Son: el institucionismo, es decir, la singularidad e insobornable actitud pedagógica, política y ética de los hombres de la ILE, la filosofía radicalmente innovadora de Ortega y el socialismo como propuesta política renovadora” [4]
Llegó en 1912 a ocupar el cargo de inspector de Primera Enseñanza en la zona de Xinzo de Limia (Ourense), tras haber salido de la primera promoción de la Escuela Superior de Magisterio. Ese mismo año, contraería matrimonio con María Luisa Navarro, de familia aristocrática de Cádiz, aunque de ideología republicana que había estado en el exilio.
1913 será el año en que Lorenzo Luzuriaga publique su primer libro: Direcciones actuales de la Pedagogía en Alemania y gana una beca de la Junta de Ampliación de Estudios. Con ello se iría a estudiar a Alemania hasta el año siguiente. A ello se sumaría por aquel entonces diversas colaboraciones con revistas e incluso con el Boletín de la Institución Libre de Enseñanza.
Regresando a España, comenzará su carrera de profesor y publicista, interrumpida esporádicamente cuando realice visitas al extranjero para dar conferencias o proseguir con su formación.
Las publicaciones más radicales de Luzuriaga tanto en el semanario España (1915 – 1916) como en el diario El Sol (1917 – 1921), cercanas al Partido Comunista de España, tornarían en una mayor prudencia a mediados de la década de los veinte con los comienzos de la Revista de Pedagogía. Más adelante, en los años 30 pasaría del radicalismo republicana al desconcierto del exilio, de la segunda guerra mundial y de la guerra fría, en las dos décadas finales de su vida.
Las posiciones ideológicas de Luzuriaga a finales de la década de 1910 estarían dentro de las posiciones socialistas más avanzadas, siendo autor, entre otros, de las Bases para un programa de instrucción pública, que a modo de ponencia presentaría la Escuela Nueva de Madrid al Programa Mínimo del XI Congreso Ordinario del PSOE (noviembre – diciembre de 1918).
La relevancia de Luzuriaga en el proceso de renovación pedagógica y de innovación educativa en la España republicana vendría avalada por la introducción del concepto de escuela unificada, más tarde única, a caballo entre la alemana Einheitschule (escuela unificada) y la francesa École Unique (escuela única).
Además sería el propio Lorenzo quien representa en España a los autores y teorías más vanguardistas de la época, siendo ejemplo de ello publicaciones como Documentos para la historia escolar de España, La preparación de los maestros o El analfabetismo en España.
Su ideología republicana estaba fuera de toda duda. Así, en 1931 sería nombrado miembro del Consejo Nacional de Cultura, colaboraría con Crisol donde un artículo se hará muy célebre: Al servicio de la República: llamada al Magisterio. En abril aparecen sus Ideas para una reforma constitucional de la Educación Pública, y en mayo La República española. Todos ellos serán el preludio de un libro que mostrará las directrices del movimiento de renovación pedagógica a nivel internacional: La escuela única, que, según palabras de Herminio Barreiro,
“Decir escuela única es decir también escuela activa, escuela pública y escuela laica. Es decir, es aludir a la célebre consigna reivindicativa republicana que se fue convirtiendo en el objetivo principal y en la preocupación dominante de todos los educadores progresistas de aquel tiempo y de los tiempos que vendrían.
Una escuela única y no dividida (escuela para todos), una escuela activa y no pasiva (escuela democrática, participativa y no autoritaria), una escuela pública y no privada (escuela gratuita y obligatoria) y una escuela laica y no confesional (la religión en la iglesia; en la escuela, la moral, como dijera Condorcet en los tiempos de la Revolución Francesa de 1789).” [5]
Así pues, Luzuriaga recogería una serie de directrices y objetivos que orientarían la educación republicana, como son:
- La educación pública como función del Estado, lo que no excluye la enseñanza privada.
- Una educación pública laica, pudiendo facilitarse algún medio fuera de la escuela para las familias que soliciten la educación religiosa.
- La educación pública es coeducación, es decir, pone la misma atención en los alumnos de uno y otro sexo.
- Una educación pública gratuita, además de creativa.
- La educación pública atiende las necesidades del niño con un profundo carácter social. Los centros escolares deben convertirse en comunidades sociales donde se busque la colaboración de todos: padres, alumnos y entidades culturales.
En septiembre publicaría en su Revista de Pedagogía las Bases para un Anteproyecto de Ley de Instrucción Pública, posible borrador de una futura Ley General de Educación, que la agitada República no pudo llevar a cabo.
La consolidación en el mundo de la pedagogía para Luzuriaga llegaría al incorporarse como profesor de “Organización Escolar” en la nueva sección de Pedagogía de la Universidad Complutense de Madrid y como Secretario Técnico del Ministerio Instrucción Pública y Bellas Artes, cargo que desempeñaría hasta incluso en el exilio, en 1937.
El compromiso político y profesional en tiempos de la II República venía como consecuencia de la toma de conciencia de aquellos que pertenecieron a la generación del 14, entre los que se encontraban el filósofo Ortega y Gasset, el escritor y político Manuel Azaña, el matemático Rey Pastor, el economista Flores de Lemus, el profesor y jurista manchego José Castillejo o el historiador Américo Castro, entre otros.
Desde 1935, tanto Castillejo como Luzuriaga, ambos manchegos, se convertirían en una referencia incontestable de la importante experiencia educativa de la ILE.
El institucionismo era el bagaje de aquellos como Luzuriaga, aunque también Américo Castro, Jiménez de Asúa y Ortega, entre otros, experiencia en el exilio que se diversificará, creándose un grupo de ayuda mutua interdisciplinar que daría grandes frutos. Dicho espíritu lo recoge Herminio Barreiro en una carta autodefinitoria que Luzuriaga enviaría a Gloria Giner de los Ríos el 29 de septiembre de 1958, tal como sigue:
» … [yo soy] uno de los ‘institucionistas’ de menor importancia, aunque lo sigo siendo en espíritu. Mis hijos y mis amigos no dejan de recordarme este origen, pues a pesar de todo, conservo algo de aquel espíritu en lo que respecta a cierto rigor en la conducta moral, cierta austeridad y sencillez en la vida, alguna sensibilidad para el campo y para el arte y mayor tolerancia de lo que se acostumbra. Lo único que siento es que mis nietos no puedan ser educados en aquel ambiente, pero creo que algo les legaré de él. En verdad no creo que haya habido en Europa, salvo en cierta minoría inglesa, un ambiente y un espíritu como aquél, sobre todo en los años que yo participé en la Institución. Vista a lo largo del tiempo, aquella parece como algo realmente único y extraordinario.»,
Finalizando la carta,
«…Estuve en Madrid el año pasado y vi a unos pocos amigos, supervivientes de la Institución y sus anexos (…) Se reúnen semanalmente a pesar del cierto riesgo que corren. Vi a Manuel Varela Radío, a quien leí el original del librito [se refiere a La Institución Libre de Enseñanza y la educación en España, que acababa de aparecer], y no le pareció mal. De mi tiempo, nadie, ni de la Institución ni del Museo. Aquello es un desierto. Lo único que queda vivo son los amigos de Ortega, que se siguen reuniendo en la Revista de Occidente. El edificio de la Institución, como Vd. sabrá, está convertido en escuela “Joaquín Sorolla”, menos mal, aunque por fuera está bastante deteriorado. Y del Museo, para qué hablar. Está muy bien instalado, pero no hay media docena de lectores. Se llama ahora Instituto San José de Calasanz… Entre los estudiantes, como Vd. sabrá, sigue habiendo bastante inquietud, y aunque las palabras no pueden hacer mucho, pueden ser un fermento para e! futuro … » [6]
Ya en el exilio, tras una primera etapa en Inglaterra, iniciará su periplo por tierras americanas. Inicialmente y de forma breve en Tucumán y posteriormente Argentina, serían los destinos de Luzuriaga. Sudamérica sería un territorio que visitaría, aunque también ocasionalmente regresaría a Europa e incluso a España.
A pesar del cambio que supuso verse obligado a convertirse en un expatriado durante la guerra, posguerra y el exilio, mantendría su espíritu emprendedor, aunque tanto las instituciones donde ejerce su labor profesional como a quienes va destinada, serán diferentes.
Nuevamente, Herminio Barreiro nos señala que “le acompañará siempre la desolación y la nostalgia. Se consolará con sus compatriotas y amigos en el exilio y también con sus muchas y nuevas amistades (Amado Alonso, Rafael Alberti, Francisco Ayala, Guillermo de la Torre, Sánchez Albornoz, Jiménez de Asúa, Ortega, etc.)”. [7]
Sus publicaciones seguirán siendo prolíficas, concretándose en Buenos Aires su trabajo al frente de la “biblioteca pedagógica” de la editorial Losada. De sus publicaciones, destacar La pedagogía contemporánea y La educación nueva (ambas en 1942), La Institución Libre de Enseñanza y la educación en España (1957), Historia de la educación y de la pedagogía (1951), Antología pedagógica y Pedagogía social y política (ambas en 1955), y, a título póstumo en 1960, el Diccionario de Pedagogía.
Aunque continuó con su incesante labor de escribir, haría a España un discreto viaje en la década de los cincuenta, y finalizando la misma una trombosis cerebral le arrebataría la vida la Nochebuena de 1959.
Así pues, “la escuela activa, única y laica que propone será el escenario en el que despliegue la base teórica de todo su sistema. En ella,…, ideas como la coeducación, el espíritu de solidaridad y el trabajo en equipo, la autonomía e iniciativa del alumno, su responsabilidad, el desarrollo de sus sentido ciudadano o la necesidad de desarrollar aprendizajes funcionales se convertirán en los elementos clave de su modelo educativo; y, éste, sin apenas cambios sustanciales en su fundamentación teórica y tan solo con ligeros retoques terminológicos en su formulación inspira, a través de la noción de competencia, en nuestra modesta opinión, la configuración teórico – práctica del fenómeno educativo en la actualidad ”. [8]
En suma, Lorenzo Luzuriaga defendería una escuela para todos a ultranza de la siguiente manera:
“La Escuela Única es la organización unitaria de las instituciones educativas de un pueblo para que sean accesibles a todos según sus aptitudes y no según su situación económica, social y confesional”. [9]
Testimonio de su ingente labor lo acreditan la existencia de edificios que lo homenajean por doquier como es el caso en Ciudad Real y su Facultad de Educación conocida como Edificio Lorenzo Luzuriaga, o el Centro Asociado Provincial Lorenzo Luzuriaga de la UNED de Ciudad Real en Valdepeñas, su tierra natal.
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Blondas, volantes y boleros, aunque sin caer en el tópico, fueron elementos esenciales de un diseñador de moda que la devastadora enfermedad de las últimas décadas del siglo XX – sida – se llevó por delante. Era el 8 de octubre de 1994 cuando en la localidad de Manzanares (Ciudad Real) Manuel Piña Nieto – Márquez se marchó para siempre, aunque no sus creaciones.
Había nacido un 21 de mayo de 1944 en una familia manchega humilde – su padre, ferroviario, y su madre, ama de casa – y desde muy pronto sus inquietudes se orientaron hacia el mundo del arte y de los tejidos. En plena juventud iniciará su experiencia laboral como dependiente de comercios y almacenes en la localidad que le vio nacer, entrando en contacto con las clientas a las que incluso aconsejaba en cuestiones de moda y prêt – à – porter.
Poco antes de cumplir la veintena puso sus miras en la capital de España, Madrid. Era 1963 cuando entró a trabajar como vendedor de unos grandes almacenes y como representante del taller de punto Trial. Esto le supondrá tener que viajar por toda España y conocer de primera mano la industria textil española, fundamentando así sus anhelos de convertirse en diseñador de moda.
En 1974 llegaría el momento esperado, adquiriendo y abriendo su primer taller de punto en el barrio de Carabanchel, cuyas prendas salidas de allí le darán un éxito fulminante constituyendo la marca “Manuel Piña” y, siendo conocedor de las necesidades de la nueva mujer española, se concretaría en “La Mujer Piña”.
Manuel Piña, a pesar de su carácter autodidacta, tenía un espíritu inquieto que le llevó con su curiosidad, carácter y experimentación a cubrir cualquier carencia que salía a su paso, y al marcarse nuevas metas quedará fascinado por los grandes desfiles de la moda internacionales y nacionales a los que accede.
Las carencias de la industria textil y de la moda españolas y su escasa proyección internacional conducen a Piña a poner mucha ilusión, trabajo y proyectos, lo que propiciará que su éxito inicial lo catapulte al estrellato.
Finalizando la década de los 70, en 1979 presentará su primera colección prêt – à – porter en el Liceo de Barcelona y, al año siguiente, en el mercado del Borne. Por entonces conseguirá el diseño de los trajes del Coro de la Orquesta Nacional de España.
En la década siguiente comenzará su aventura americana, abriendo en 1981 una tienda en Nueva York, aunque constituiría un varapalo económico.
Al año siguiente llegaría su presentación internacional en Berlín junto a Francis Montesinos – a quien a finales de la década anterior había contemplado en un espectáculo homenaje a Picasso, Camarón de la Isla y Sorolla en la Plaza de las Ventas –, codeándose con diseñadores de la talla de Jean Paul Gaultier o Thierry Mugler.
Llegaría entonces su presentación oficial en Madrid, en la Carpa de Circo “Ciudad de los Muchachos”, alquilada a Teresa Rabal. Su consolidación es evidente y será uno de los desfiles míticos de Manuel Piña, al mostrar a la perfección las demandas que la nueva mujer española requiere. Colaboró con Yves Saint Laurent y Pierre Cardin.
En 1983 Galerías Preciados será el cliente para el que presente su primera colección completa. También diseñará joyas y complementos para Helena Rubinstein.
Y llegará 1985 su consolidación como referente internacional y nacional de la moda española, presentando su colección en la primera edición de la Pasarela Cibeles, siendo uno de sus impulsores.
El sueño de Piña era ver una industria del diseño fuerte en España, para lo que participó en la creación de la Federación del Prêt – à – Porter español y en la del Centro Superior de Diseño de Madrid.
Entonces se convertirá en el diseñador de la vanguardia mostrando el modelo de la mujer española como mujer fuerte, segura de sí misma y glamurosa que se abre paso con sus altos tacones. Ejemplo de ello fue la modelo ciudarrealeña Helena Barquilla, que se convirtió en su musa, y del que ella siempre guarda un grato recuerdo tal como indicó en una entrevista:
“¿Qué es lo primero que se te pasa por la cabeza y por el corazón cuando oyes o lees el nombre de Manuel Piña?
Siento, por un lado, el vacío de la ausencia que deja un gran amigo; también siento que su cariño sigue vivo en mí, así como la sabiduría que me transmitió sobre la moda y la vida. Y siento mucho agradecimiento. Manuel fue la primera persona que salió de su camino para echarme una mano de corazón, incondicionalmente, para que la chica de 18 años que yo era pudiera florecer”. [10]
En la segunda mitad de los ochenta, Manuel Piña lucirá su talento tanto en la Pasarela de Cibeles como con la llegada de la “movida madrileña”, donde coincidirá con creadores tan dispares como Alaska o Pérez Villalta, Almodóvar o Rock Ola, Pérez Mínguez o Radio Futura; Ouka Lele, Mariscal,… Nombres como Rossy de Palma, Paola Dominguín, Carmen Maura, Bibi Andersen o Iman, entre otros, aparecían vinculados al diseñador manchego y muchos otros más, incluidos grupos de música de gran relevancia de la época.
Es la época en que es más atrevido, incorporando vinilos, charoles con inspiración ‘sado’, pieles teñidas hasta con plisados, fusión de colores al estilo de la entonces joven Agatha Ruiz de la Prada, faldas pintadas por artistas conocidas como las ‘Costus’ y hasta el lino rescatado por Adolfo Domínguez en diseños de pasarela lucido por modelos raciales, que por la España de entonces no era típico.
Así Piña vio saciada su hambre de diseño en consonancia con la demanda de la política cultural, surgiendo así el diseño “Made in Spain” bajo el epígrafe “Moda de España” de la mano de los diseñadores que bogaban en ella, como Toni Miró, Francis Montesinos, Jesús del Pozo, Pepe Reblet, Adolfo Domínguez o Manuel Piña.
La evidente proyección internacional de Manuel Piña hace que se convierta en uno de los referentes de la moda de vanguardia en España presentando sus creaciones en lugares tan dispares como Estados Unidos, Italia, Japón, Alemania o Reino Unido a lo largo de 1987, y en los dos años siguientes abriría una tienda en Madrid y se presentaría en París, respectivamente.
Sin embargo, el estrellato no reduce su trabajo incansable prestando atención tanto a la modernidad como a la tradición, profundizando en técnicas artesanales basadas en el acervo textil español, especialmente el macramé. Sin olvidar el género que le había dado el éxito inicial, el punto, que será explotado en todas sus posibilidades incorporando diferentes técnicas que muestran la personalidad única de sus creaciones.
Así paseará de forma espectacular sus blondas, volantes y boleros por pasarelas y presentaciones de colecciones convirtiéndolas en un verdadero espectáculo, adquiriendo sus modelos una personalidad y vida propias cuando la mujer es el instrumento transmisor y siendo complemento del alma femenina.
Rescata de 1990 el crítico Manuel Gallego Arroyo algunos párrafos de la Carta a la mujer española que había dirigido Piña, de la siguiente manera:
“… Y comenzó mi misión y mi gran amor. Me hice cómplice de la mujer y jugué a su ritmo y a su pausa, la desnudé y la hice fuerte, soberbia y superior. Pero cuando casi estaba conseguido me pidieron que les hiciese distintas. Que esa “igualdad” con el hombre no les interesaba demasiado. Y como un piropo siempre fue un piropo, la mujer me habló de cambiar su estética … y comenzó a ser sensual, insinuante y sutil … Mi mujer quería seducir al hombre nuevo. Y yo tuve que hacer a la “nueva mujer española”. Arraigada a su tierra, sus costumbres y a sus hijos, pero consciente de que el siglo XXI estaba cerca y había que estar preparados para abrir nuevos caminos. Pasaron los años y mi mujer ha madurado por dentro y se ha endurecido por fuera. Ahora ya conoce la estética de las pasiones altas y bajas. Sabe que la ropa apenas cuenta. Que lo importante de la imagen es la pasión y el equilibrio que una mujer desprende …” [11]
Sin embargo, el frenesí de estos años se vio truncado en mayo de 1990 al tener que liquidar su empresa cesando en su trabajo como diseñador de prêt – à – porter y cerrando la tienda de Madrid tras encontrarse inmerso en una grave crisis económica tras la ruptura de un contrato con la empresa española SED, S.A. y, tras decidir abandonar el diseño de moda y cerrar sus talleres en octubre de ese año, ver también cerradas las ansiadas puertas del mercado japonés.
El paso siguiente le llevaría a abrir un estudio de diseño donde crearía una colección de zapatos y gafas, siendo por entonces el encargado de diseñar el nuevo uniforme de Correos de los carteros españoles.
Su arduo e incansable trabajo, no obstante, le provocó serios problemas de salud, teniendo que ingresar en el Hospital de la Princesa de Madrid el 23 de octubre de 1992, aquejado de toxoplasmosis cerebral por la pérdida de defensas de su organismo tras una prolongada y grave enfermedad. La confirmación de la gravedad de su estado le llegó cuando fue trasladado al Centro Sanitario Gregorio Marañón.
En memoria del cantaor Camarón de la Isla organizaría su último acto público en su domicilio de Madrid.
A partir de ahí, regresó a su pueblo natal, Manzanares, y con su madre, de la que siempre se sintió orgulloso, para pasar sus últimos años, enfermo de SIDA. Fallecía un 8 de octubre de 1994.
En el cementerio de La Almudena sus restos fueron cremados, siendo despedida entre sones de jota manchega y sevillana rociera, para más tarde recibir sepultura sus cenizas en su pueblo natal.
En mayo de 2007 el Museo “Manuel Piña”, idea primigenia del fallecido diseñador, acogía el legado de parte de su obra, casi 300 piezas de indumentaria y complementos y más de 4000 piezas de material gráfico, documental y audiovisual, gracias a la formalización de la cesión de los mismos entre el Ayuntamiento de Manzanares y la familia del diseñador manzanareño representada por su hermano Felipe Piña.
El Ayuntamiento de Manzanares llevó a cabo la rehabilitación de una antigua bodega ubicada en el Centro cultural Ciega de Manzanares, albergado en una casona del siglo XVI, en pleno casco histórico de la ciudad. En ella la muestra del modisto se presenta con un desarrollo cronológico desde los primeros 80 hasta su último desfile en Cibeles de 1991. Al finalizar la visita, en una pequeña sala de audiovisual se contemplan en una vitrina fotografías y un vídeo hace un repaso de su intensa vida.
Homenajes no han faltado desde entonces, ya fuese en sucesivos aniversarios de su fallecimiento como el del Museo del Traje con unas 70 piezas de sus colecciones entre noviembre de 2013 y enero de 2014 o con el nombramiento de una calle en Madrid con su nombre, por citar algunos ejemplos.
MANUEL CABEZAS VELASCO
[1] Simancas, Reg. Del Sello 1 n.º 117 fol. 9, citado en nota 65 de BEINART, Haim: Los conversos ante el tribunal de la Inquisición. Riopiedras Ediciones. Barcelona, 1983. P. 77.
[2] Testimonio de Catalina González 133 n.º 45 fol. 64; Beinart, Records 1, p. 231, citado en nota 67 de BEINART, Haim: Op. Cit. P. 77.
[3] BARREIRO RODRÍGUEZ, Herminio: “Lorenzo Luzuriaga, de nuevo con nosotros”, en VV. AA.: 2° Ciclo de conferencias Valdepeñas y su Historia. Biblioteca de Autores Locales. Edición V Gran Selecci´pon. Ayuntamiento de Valdepeñas. Universidad de Castilla – La Mancha. Centro de Estudios de Castilla – La Mancha. Gráficas Carrascosa, S.L., 2007. P. 102.
[4] BARREIRO RODRÍGUEZ, Herminio: Op. Cit. P. 103.
[5] BARREIRO RODRÍGUEZ, Herminio: Ibídem cit. Pp. 107 – 108.
[6] BARREIRO RODRÍGUEZ, Herminio: Ibíd. Cit. Pp. 112 y 113.
[7] BARREIRO RODRÍGUEZ, Herminio: Ibíd. Cit. P. 112.
[8] RIQUELME JIMÉNEZ, Carlos: Aproximación a la dimensión social de las ideas educativas de Lorenzo Luzuriaga como precedente de la filosofía de la enseñanza por competencias, pp. 61 y 62, en ALÍA MIRANDA, Francisco, ANAYA FLORES, Jerónimo, MANSILLA PLAZA, Luis, y SÁNCHEZ LILLO, Jorge (dirs.): I CONGRESO NACIONAL. CIUDAD REAL Y SU PROVINCIA. Tomo II. Instituto de Estudios Manchegos (CSIC), Ciudad Real, 2015. Pp. 46 – 63.
[9] LUZURIAGA, Lorenzo: La Escuela Única. Revista de Pedagogía. Madrid, 1922.
[10] MUÑOZ, Rafael: “Helena Barquilla sobre Manuel Piña: ‘Su cariño sigue vivo en mí’”, 15.11.2013, en http://www.rtve.es/noticias/20131115/su-carino-sigue-vivo/792984.shtml
[11] Gallego Arroyo, Manuel: Las mil quimeras: Revista de cultura crítica y de crítica cultura. Manuel Piña, el diseñador manchego de la movida, 17/10/2017, p. 7, extraído de Piña, Manuel: “A la nueva mujer española”. La tomo de Siembra, nº 192. Noviembre 1994 en http://lasmilquimeras.blogspot.com.es/2013/06/manuel-pina-el-disenador-manchego-de-la.html.
La persecución de los judíos en tiempos de los Reyes Católicos fue ignominiosa. Muchos cristianos viejos se querían deshacer de ellos simplemente porque les debían dinero, y no estaban precisamente en el bando de Isabel, que los apreciba como buenos burócratas y prestamistas de las empresas de la Corona.
La presión de aristocracia y clero sobre Isabel para expulsarles causó una tragedia a medias, pues fueron muchos los que se convirtieron y siguieron sirviendo a la Corona. Como ello era insoportable a muchos, llegó la segunda persecución (Torquemada fue converso).
Al contrario que los moriscos que esperaban el auxilio turco, los judíos fueron leales a la Corona, tradicionalmente su protectora.
El reconocimiento de la doble nacionalidad es una mínima compensación para una comunidad, la sefardí, que ya estaba implantada en Hispania desde el Imperio romano.
Todos los reaccionarios acaban siendo antijudios. Los fascismos de izquierda y derecha siempre odiaron a los judíos. Los verdaderos cristianos deben respetar y reverenciar a la comunidad histórica de Jesús. Somos herederos del judaísmo.
Gracias A.M. por tus comentarios y seguimiento
Como siempre, un interesante, ameno y, en esta ocasión, pedagógico artículo.
Es verdad que a principios de la Edad Moderna, la obsesión por la ‘pureza de sangre’ (tener una larga ascendencia cristiana) inundó las sociedades castellana y aragonesa hasta un punto desconocido.
Hay una teoría muy aceptada hoy en día por los historiadores sobre la ascendencia judía del rey Fernando ‘El Católico’ y su primo el II duque de Alba.
Todo se remonta a D. Alfonso Enríquez, hijo de D. Fadrique de Castilla y Dª. Paloma, una mujer judía nacida en Llerena (Badajoz). Era un secreto conocido por todos y que, en otra ocasión, desarrollaré para no aburrir a nadie.
Fíjese que el propio inquisidor Tomás de Torquemada era descendiente de judeoconversos.
Sobre el Sr. Luzuriaga Medina, solo añadir que, si bien es conocido por las propuestas incluidas en el Movimiento de la Escuela Única, creo que también es reconocido por seguir haciendo pedagogía en su condición de exiliado.
Por último, ¿qué decir sobre D. Manuel Piña Nieto-Márquez? Pues, que su vida fue una vida ‘al bies’.
De nuevo, enhorabuena……
Gracias de nuevo Charles
Por cierto, en España el analfabetismo está casi extinguido pero, aunque pueda sorprender, no totalmente. El 1,7% de los españoles son analfabetos funcionales……