Cuando hace cerca de treinta años me dijeron que los chicanos, al vacunar la carpeta, se estaban refiriendo a limpiar la alfombra (porque en Inglés se dice vacuum the carpet), me hizo mucha gracia. Treinta años después de aquello, cada vez me hace menos gracia el tema, porque la presencia del Inglés en nuestro idioma es una auténtica plaga invasora.
Es obvio que el idioma, cualquier idioma, está vivo y sujeto a continuas transformaciones, mediante la inclusión de neologismos que dan nombre a nuevas realidades, y el desuso de viejas palabras – sea por moda, o por no responder a situaciones habituales. Muchos de estos neologismos, procedentes de otras lenguas, se mantienen aceptando el vocablo original tal como surgió (como off-on, enter, brainstorming, zapping, etc.). Pero el catálogo de anglicismos crece vertiginosamente, cualquiera puede observar que continuamente y en toda circunstancia incorporamos al lenguaje coloquial una interminable colección de palabras en Inglés – bien en su forma original, bien adaptadas al Español – y la mayoría podrían ser perfectamente traducidas o sustituidas por palabras en nuestro propio idioma. Si la Alhambra de Granada está decorada con multitud de textos incomprensibles de bella caligrafía, hoy en día sucede lo mismo (en comercios, camisetas, mensajes publicitarios, locuciones radiofónicas, canciones…) pero en Inglés, aunque sean igualmente incomprensibles. No hace tanto tiempo que un vocabulario rico incluía expresiones de origen latino; hoy en día se hace lo mismo, pero con términos en Inglés. Y el aumento del uso de este vocabulario extranjero – a costa del idioma propio – me parece excesivo y preocupante: el texto no es solo estética y mensaje, es posición. Por eso no exagero al decir que cuando en tu propio país no entiendes esos textos en Inglés, te quedas fuera de juego: si hablamos de la brecha digital, habría que decir otro tanto de la “brecha inglesa”. Sin duda, uno de los momentos más críticos de nuestra historia reciente fue el discurso del Presidente del Gobierno Mariano Rajoy anunciando la aplicación del Artículo 155 en Cataluña. Que el máximo exponente del Nacionalismo Español, en un momento de máxima solemnidad, diga que la Vicepresidenta va a mantener un “brifin” (briefing) con los periodistas para dar detalle de las medidas a tomar… ¡Me parece el colmo! Por cierto, en el traductor de Google Briefing se traduce por Instrucciones ¿A quien se dirigía Rajoy hablando del Briefing? ¿Tan difícil era decirlo en idioma Español?
¿Podría deberse esta invasión a la mayor calidad del idioma Inglés, o de la cultura anglo-norteamericana, aportando a lo nuestro más ventajas o mejoras? Creo que no. Es cierto que ellos tienen tendencia a monosílabos y uso de siglas y acrónimos que favorecen una comunicación más rápida, más instantánea. Esta reacción instintiva, instantánea, afecta al modo de pensar y al modo de escribir. En Inglés parece no tener consecuencias, pero en español sí: mandamos mensajes escritos que ponen q en lugar de que, o letras sin su correspondiente tilde. Hablamos, por ejemplo, del 11-S y del 15-M (2 sílabas E-ME en vez de 3 DE-MAR-ZO… ¿o fue Mayo? … ah, 1 letra en vez de 4…) y cambiamos las 2 letras del OK por las 4 del Vale, o las 2 de On por las “nosecuantas” de Encendido... Pero toda ventaja tiene su contrapartida. Es evidente que cuanto más simple es un mensaje menos posibilidades de matices contiene, y nuestro idioma es especialmente rico en este punto. Por ejemplo, cuántas traducciones del Inglés se hacen al Español con verbos en modo indicativo, cuando lo apropiado sería el uso del modo subjuntivo, y no se hace así simplemente porque el Inglés no usa este modo ¿Simplificamos por mímesis, por eficiencia o por vagancia? En cambio, nuestra influencia en el Inglés parece limitarse al uso de palabras como fiesta, siesta o sangría.
En 1887, el polaco Lázaro Zamenhof publicó el Esperanto, un idioma que aspiraba a convertirse en idioma universal, sin prevalencia de una lengua por otra. Fracasó su implantación, era demasiado extraño, poco común. Pero en la era de la Globalización del siglo XXI, por fin ha triunfado la idea de una lengua común para todas las naciones, aunque no ha sido el Esperanto, sino el Inglés, idioma con raíces de origen latino y germánico. En mi opinión, la globalización económica, la imposición del modelo cultural norteamericano (con el beneplácito del resto de nacionales en los 5 continentes) y la persistencia en el tiempo de esta situación, son las causas de que hayamos llegado a este estado: el dominio del idioma Inglés podría calificarse entre imprescindible y conveniente para el mundo profesional, y como etiqueta de un estatus social. Atendiendo a la población mundial que habla lenguas de origen europeo (debido principalmente al colonialismo), y aceptando la aceptación y posición del Inglés, auguro que la presión de este idioma va a ser aún muy duradera – no imagino a una amplia cantidad de población europea, ni mundial, aprendiendo a leer y escribir en chino.
Tal vez el hito principal de inicio del “Imperio Estadounidense” sea la Conferencia Internacional de 1944 en la localidad norteamericana de Bretton Woods, donde se acordó, entre otras cosas, la sustitución del Patrón Oro por el Patrón Dólar (1 onza de oro equivaldría a 35 dólares). El cálculo del valor de su economía a nivel mundial tuvo mucho que ver en los acuerdos tomados: a principio de los años 40, EE.UU. tenía el 80% de las reservas mundiales de oro, producía la mitad del carbón mundial, 2/3 del petróleo, más de la mitad de la electricidad y una potentísima industria de maquinaria, armamento y medios de locomoción. El Patrón Dólar estuvo vigente hasta 1973 (debido a la inestabilidad de la economía norteamericana por la Guerra de Vietnam). Y aunque hoy la supremacía económica de EE.UU. no es la misma, el Dólar sigue siendo la moneda de referencia para, por ejemplo, fijar el precio del Barril de petróleo. En el poder, en los foros económicos mundiales, se sigue hablando en Inglés.
Además de las ya citadas, la industria del ocio estadounidense – cuyo auge ha sido paralelo al auge económico y expansivo de aquel país – ha sido y es muy influyente a nivel mundial, no solo en el terreno técnico, sino obviamente en el terreno cultural. El cine ha sido la principal vía de exportación de ese modelo cultural norteamericano (con todo lo que implica) y aceptamos como incuestionables y apropiadas para nosotros cualquiera de los clichés que refleja. Ni los indios cortaban cabelleras (eso lo hacían los “americanos”, que recibían del gobierno una compensación económica por cada cabellera india que cortaban) ni los romanos levantaban el pulgar para perdonar la vida de un gladiador. Por no hablar del calado que nos produce ver en las películas sus modos de vida y costumbres, las viviendas y las urbanizaciones, el valor supremo del dinero frente a otro tipo de valores morales, el acoso infantil a los más débiles, sus cantos religiosos, el racismo o el modelo racial de belleza femenino, los retratos tópicos de los habitantes de los distintos lugares del mundo, la prevalencia en el mundo del “ciudadano americano”, etc. El caso es que en nuestro país estamos al día de Halloween, el Black Friday, los villancicos en inglés, Nueva York (ese gran plató) … y casi diríamos que conocemos mejor la historia de la Guerra de Secesión del XIX y la conquista del Oeste, que nuestras guerras carlistas y cómo vivía la población española en esta época. La ignorancia implica desprecio, la falta de aliciente termina por condenar al ostracismo nuestra cultura.
Cualquier fenómeno cultural es un reflejo de un determinado modo de pensar, y en el siglo XX ha habido otras formas de hacer cine, con otro tipo de mensaje diferenciado del de Hollywood. No es que el Cine de Autor haya desaparecido, pero parece evidente que con la caída del Muro de Berlín el modelo de cine norteamericano – así como el idioma Inglés – parece tener cada vez más presencia, aunque el sistema de las grandes producciones también haya evolucionado. De hecho, para poder proyectar películas norteamericanas de éxito, las compañías distribuidoras exigen la exhibición de otras tantas películas de ínfima calidad. Las condiciones de creación, distribución y presupuesto suponen una competencia difícil para nuestra industria, que recurre principalmente a fórmulas chuscas y populacheras para conseguir taquilla. Estas fórmulas de éxito traen como consecuencia la falsa idea asociada del cine español a un cine de baja calidad, y a la confirmación un modelo de cultura popular nada próspero. En definitiva, un círculo vicioso de difícil salida, donde salimos mal parados.
¿Cómo es posible que una cultura muera por causa del auge de otra? ¿Eso es cosa del pasado o es algo propio de todas las civilizaciones? Cuando hablamos del Imperio Romano, se nos vienen a la cabeza inmediatamente sus logros: su arquitectura, su derecho, su ingeniería… La romanización del continente tuvo como consecuencia la expansión de su cultura y del latín (como lengua oficial) por todo el Imperio. El reverso de la moneda fue que el sometimiento de la población y la persistencia de la cultura oficial supusieron la desaparición de las culturas autóctonas de civilizaciones anteriores. Cuando los árabes conquistaron la Península Ibérica, los guerreros no trajeron a sus mujeres, sino que la población autóctona fue asumiendo la religión, las costumbres y la lengua de la nueva jerarquía musulmana. A estos habitantes de origen hispano terminarían por llamarles moriscos. Los españoles que iban descubriendo nuevos territorios en América no se dedicaron a matar indios, porque necesitaban su concurso para instalarse; viajaban como los árabes, sin mujeres, y esa mezcla racial produjo distintas formas de mestizaje; pero como en el caso de los romanos, la jerarquía social y la cultura escrita han supuesto la decadencia de la cultura popular autóctona (cuyas lenguas aún perviven en muchas regiones). Imposición y convencimiento son las dos formas distintas de instalar una cultura extranjera, a costa de la decadencia de la autóctona ¿Aprendimos la lección? El paso de las culturas latina y árabe ha afectado enormemente a la configuración de nuestro idioma. Como ya sabemos, la cultura es un bien de los pueblos, pero son los propios pueblos, sus habitantes (cada uno de nosotros) los que con sus actos marcan el devenir del idioma y de la cultura propia. De nosotros mismos depende poner en valor la enorme riqueza y tradición de nuestra lengua y nuestra cultura y vigilar que no se pierda ¿Vacunar una carpeta?
Pares y nones
Antonio Fernández Reymonde
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En la actualidad, el idioma español, como suele suceder con las lenguas en general, se encuentra en un constante proceso de evolución y transformación.
El aspecto que más se acusa es el referente a la incorporación de un amplio número de términos especializados, sobre todo de procedencia anglosajona, pertenecientes al mundo de la informática e Internet.
Sin embargo, hay muchos extranjerismos innecesarios para los que existen equivalentes españoles con plena vitalidad.
la verdad es que hay que estar atentos a estos neologismos innecesarios y no perderlos de vista, pues nunca se sabe cuándo un neologismo dejará de serlo.
Y es que, en la sociedad actual, ser ‘guay’ es importante….
La escasa presencia institucional en otros países del español y de la cultura española en general ha contribuído decisivamente al ninguneo de nuestro idioma y cultura. El Instituto Cervantes que debiera se una herramienta de difusión no ha producido los resultados apetecidos, por falta de medios suficientes o porque los que están a su cargo se tocan los pies. Es llamativo al respecto que en un país como Filipinas, otrora colonia española, los hispanohablantes sean una minoría irrisoria.
Y el español medio pues ya se sabe que hablar idiomas no es su fuerte, pero incorporar anglicismos se nos da de vicio. No hemos dejados de ser paletos y sin transición pasamos a ser esnobs, que es peor que ser palurdos.
El Instituto Cervantes es un organismo tremendamente politizado, hostigado por diplomáticos de carrera sin mayor ambición que la de ascender en su carrera profesional a través de este Instituto.
En general, la política exterior de España es de simple figureo.
Una importante anécdota sobre el idioma español y las Filipinas.
En su viaje a las islas, el actual papa comenzó hablando en inglés a las muchedumbres hasta percatarse que no le entendían bien. Entonces le dijeron que lo hiciera en español, ya que el tagalo actual es muy similar. Así lo hizo. De esta forma consiguió hacerse entender.
A raíz de este hecho surgieron diversas voces de intelectuales argentinos reclamando al Instituto Cervantes que despertara; que aunque sus estudios oficiales decían que el español había casi desaparecido de Filipinas, la realidad es que está disfrazado en el tagalo. Que Filipinas tiene casi 100 millones de habitantes, y con la política del bilingüismo -portugués-español- de Brasil, el español podía convertirse en la lengua de más de 800 personas.
Desconozco si alguien ha recogido el guante de tan sensata reflexión.
El español no es un idioma que se deje matar fácilmente, pero sí se puede degradar muchísimo. La política cultural actual (¿?) no es que facilite mucho un lenguaje exacto y preciso; es porque así el poder puede mentir mejor. La mentira es solo una forma de publicidad, y de eso ya tenemos demasiado. Por ejemplo, recibo correos de propaganda en los que se llama por mi nombre de pila con malísima educación, y muchas noticias publicadas en la prensa me tutean desde titulares como estos: «Por qué vas a ver la nueva serie de HBO» ¡Qué descaro!¡Qué confianzas! Por no hablar de cuando me llaman por teléfono… para darme útiles consejos publicitarios y hacerme perder miserablemente el tiempo y el buen humor.
Odio la sociedad moderna, que te habla solo por móvil, ordenador o pantalla. En Almagro he oído a la gente «antigua» despedirse con un «vaya usted con Dios». ¿Cómo se despiden ahora? «Que te den por culo»
No se puede leer, tamaño de letra demasiado pequeño y parece una maarca de agua.