Manuel Valero.- Vago estaba yo hasta que he leído el artículo de Rivero y me han entrado ganas vagabundear por el folio. Más que nada porque acabo de terminar mi novelón prontuario (aunque esté feo que yo lo diga) y porque después de tan deliciosa absorción a la que me ha sometido la escritura que ha devorado mi tiempo, mi concentración y mi atención, me he encontrado con el mundo de ahí fuera y con la misma cuerda de dinosaurios que dejé cuando me abduje yo mismo en mi propio furor de escribiente. Por eso, (y aunque esté feo que yo lo diga) encontrarte con vagos bocaditos agosteños como el mi compadre hipóstilo le deja a uno el mismo sabor de boca que cuando se toma a gusto la tapa dela cerveza con la aristocracia del barrio. Uno siempre lo ha recomendado: desconectar de todo es un bálsamo para la salud intelectual, lo cual no constituye ningún hallazgo. Claro, que de vez en cuando uno husmeaba en las redes como voyeur –entre sentada y sentada y a la hora del bocadillo de las musas-para desentumecerme un poco y de cuando en vez escribía algo como exhibicionista al final de la jornada. Nada más. Lo que ocurre es que luego te acude todo de golpe: desde la tragedia de la traición de un futbolista hasta el debate sobre quién debe abrillantar el campo de batalla pandorguildespués de la batalla rosita del desmadre oficial. Los desmadres oficiales son ovejilescomo los desmadres sin más tiene un punto de bohemia. Una mañana enchufas la radio y vuelves a asistir al intercambio de piropos que se echan peperos y sociatas, que es la única forma de entender la política por aquí, tal si fuera la región una corrala de chinchar al adversario para que no viva tranquilo durante el tiempo en que amansa sus témporas en el sitial del feudo.
Lo que más me ha llamado la atención es lo de la Pandorga, que ya sé que hay por ahí entendidos en la materia y analistas sesudos sobre el origen de tal evento apegado a los frutos de la tierra que se le ofrenda a la Madre de Dios, críticos con esa antropología costumbrista y religiosa que sólo sirve para mantener la línea del tiempo viva de vivas marianas y de caspa sobre el hombro social de las multitudes. Pero en el fondo es una fiesta de bacanal colectiva y punto pelota, lo cual debe ser un incordio, en estos tiempos tan correctos y contestatarios que ablentan los días, para las personas abstemias que pueden exigir una pandorga alternativa a base de limonada púber o agua del grifo, pero en plan masa. ¿Qué el agua no atrae a las masas y el pimple discrecional, sí? Pues tenemos un problema. ¿Será de izquierdas empaparse de vinaco oculto tras la masa informe del rebaño humano y de derechas reivindicar una pandorga libre de grados? Conste que no moralizo, y que cada cual puede hacer de su capa un capote siempre y cuando no afecte al espacio público. Y aquí sí que me pondría de parte para zanjar el debate. Los grupos políticos en contacto con el Consejo de la Juventud deberían llegar a un acuerdo tácito y explícito: dejar la campa tintorra y calimocha como los chorros del oro, formando cuadrillas de jóvenes-jóvenas de apoyo a los sufridos limpiadores municipales. Y si no, se suspende el pandorgueo. ¿Qué esto de prohibir es de derechas? Bueno, lo dejo, que me toca corregir la novela.
Mi primera memoria de la Pandorga es recordar a mi prima del pueblo que había venido a pasar unos días con nosotros y a mi hermana vestidas con trajes regionales.
Ver el desfile de peñas regionales de tantos sitios marchando a la catedral a hacer la ofrenda a la Virgen.
Y entrar con mi madre, prima y hermana también en la catedral.
Recuerdo que después en el Prado había unos señores gordotes que repartían puñaos y limoná. Y ese olor manchego a berenjenas. Puestos de golosinas y mucha gente en la calle.
La Pandorga avisaba de la proximidad de las ferias de la Virgen del Prado. La feria era lo esperado, no el aviso.
Tendría SIETE AÑOS.
Con DIECISÉIS.
Mis padres me dejan salir con mis amigos el día de la zurra, que llevan hablando días de organizar una limonada y divertirse.
Era seminarista por entonces, quizás por eso, lo primero que hago en cuanto veo abierta la catedral es saludar a la Madre de Dios.
Luego, salgo a divertirme.
Después de beber ese aguachirri tonto que te pone tonto, entro en la catedral a buscar serenarme.
El día siguiente es el mejor, a bailar a la plaza.
Y ese maldito hedor durante meses cada vez que cruzaba el Prado.
CON VEINTIPOCOS AÑOS.
Llevamos casi un mes hablando en el grupo de amigos de la zurra. Era quizás ese día más importante que el siguiente.
Ya no era seminarista, y ese día había que pillar lo que fuera. Nunca mi vocación fue recia.
Cómo la semilla da fruto, bebo sin darme cuenta el aguachirri. Vienen amigos de nuestros amigos que estudian en Madrid. Ellos sí pillan.
Atontado por el alcohol, alguna lucidez se me cruza entre los momentos de observación. Los curas malditos me inocularon esa capacidad de observación maniática. Entro en la catedral, ya sin saludar a la madre de Dios.
El día siguiente seguía para mí siendo el genial.
Los demás días eran el preludio de la feria, que a mí siempre me gustó, quizás porque al ser mis padres de pueblo disfrutar de la feria era el acontecimiento del año. Un aperitivo antes en los Ángeles, en sus fiestas.
CUARENTA AÑOS.
Ni recuerdo mi última Pandorga ni sufro por perdérmela. Este año acudí hasta el domingo, me perdí lo gordo. Tenía ilusión de que mi mujer conociera algo la fiesta. El sábado fuimos al concierto de regee. Dejamos al niño con mi madre y lo pasamos genial. Mi madrileña mujer es una enamorada del Gasset…y yo siempre lo tuve al lado…y no lo valoré como ahora.
CONCLUSIÓN.
No reprocho a los chavales beber y divertirse porque yo lo hice.
Tenía que cruzar el Prado todos los días para ir al despacho, y ese maldito hedor a vino todos los días era un calvario. Tanto que empecé a maldecir la Pandorga.
Eso ahora lo tendrán que sufrir los vecinos del Ferial o los visitantes del mercadillo, donde siempre me gustó ir con mi madre también porque caía alguna golosina.
Nunca he vuelto a entrar en una Iglesia borracho, salir borracho varias veces al año el Señor me concede esa Gracia.
La Pandorga, mi Pandorga deliciosa…mi hermana, mi prima, vestidas de regionales, visitar a la Virgen, bailar en la plaza…beber algo y contar los numerosos capullos que se merecen que les den una verdadera zurra.
Disculpe don Manuel. Su artículo me ha revuelto la memoria. Otros me revuelven el estómago.
Aún no prohibiría la zurra, pero me lo planteo como muchos, NO SE PUEDE ESTAR DE ZURRA TODOS LOS FINES DE SEMANA.
En eso sí que he notado diferencias entre mi generación y las que vienen detrás.
Hay quien se homenajea solo o acompañado, vestido de zagal o de zagala. Perplejidades del verano.
Pues que no le pille escuchando a Maná, que puede acabar como Blesa.
Todos hemos de tener esa experiencia de darnos un homenaje de cuando en cuando. Prefiero en este caso por vanidad que por desesperación.
Aunque que creo que mis pequeños homenajes ya se deben a ambas cosas. Suelen ser en casa y con el niño dormido. Sólo, como Rodríguez, o acompañado, como amante de mi mejor amiga.
Angel Manuel, es inadmisible escribir un comentario el doble de largo que el artículo comentado. Si quiere usted escribir artículos, escribalos, pero esto son comentarios al artículo escrito.
Ya que la veo interesada en mi comentario y preocupada en su valor, y dado que también soy articulista en un medio nacional, es buen momento para que proponga a este medio local, que de la artillería pase a la caballería.
No lo haré yo.
No me interesan nada sus batallitas, pero debería usted respetar al autor del artículo.
No tenga dudas de que no solo lo respeto, más que eso.
Sólo hay que tirar de hemeroteca.
Pues eso es lo que debe hacer, escribir artículos, así de paso no casi todos los articulistas aquí, no este desde luego, estarán entre la izquierda extrema y la izquierda extrema. Pero escribirlos, no en los comentarios.
Este medio debería tener más de un columnista que fuera de derechas y sin complejos.
Los comentarios no pueden compensar la falta de equilibrio ideológico entre las firmas de este diario.
Lo ideal?? Prescindir de las ideología e ir al análisis como hace Marcelino de forma destacada.
Yo ocupo ese lugar en el medio nacional en el que público. Pero es a nivel religioso. Y cada vez estoy más secularizado, por lo cual, publico si me siento inspirado generalmente por algún suceso o encuentro.
Sobre la quiebra del Banco Popular y los dineros de la Iglesia.
http://www.periodistadigital.com/religion/opinion/2017/06/24/religion-iglesia-opinion-angel-manuel-sanchez-banco-popular-dineros-e-iglesia-dios-jesus-papa.shtml
Y suelo no responder a los comentarios. Ya le digo, caballería, no artillería.
El proceso de socialización de los jóvenes no puede pasar por el consumo de alcohol y drogas.
Es obvio que hay antiguas tradiciones que se han convertido en malas costumbres y muchas fiestas que son, simplemente, ‘botellones’ camuflados de fiestas populares.
España es tierra de fiestas desde el biberón hasta el ‘botellón’.
El ‘botellón’ como una tortura, para expiar una libertad que la juventud no quiere asumir: la libertad es el alcohol más fuerte, y sobre todo más enajenador….