El Santo Voto de una ciudad socialista

Manuel Valero.- Ya tiene mandanga que una fiesta de honda tradición religiosa-mariana, para más señas y recochineo en una ciudad sociata hasta la última pieza del genoma-sea el mogollo, el vórtice, la substancia cabal de las tradiciones y trazas identitarias de Puertollano.

Una fiesta además que lleva el nombre del concepto democrático elemental sin el cual no podría disfrutarse la tal democracia, o padecerse, pues por la suma del voto y otras abstenciones manda Mariano, que nada tiene que ver con la mariana fiesta de la ciudad minera. El Santo Voto es el santo y seña de aquí, de tal suerte que ni el locuaz e imaginativo puertollanarra que pulula por las redes se atrevería a ponerlo en cuestión.

Forma parte de nuestra epidermis con tanto pegamento que los del pueblo de las dos mentiras –sólo tenemos dos mentiras, lo cual nos hace maravillosos- decimos que cuando un caballero es burlado por la contraria, tiene más cuernos que la vaca el voto. O sea que algo debe tener el agua cuando la bendicen. Así que dentro de unos días se montará el sarao como se viene haciendo desde el invento del tiempo, con la ofrenda, las ollas, la bendición de la carne –es la única tradición del mundo que bendice la carne- el reparto de los chuscos y la repartición del estofao comunista. Así la fiesta del Santo Voto goza de un sincretismo político-religioso que es una gozada para los observadores sociales y analistas de toda laya.

Para los que no lo sepan el Santo Voto evoca la promesa que las trece familias que sobrevivieron a los asquerosos y mortales bubones en 1348 hicieron a la Virgen,para qué nos vamos a andar con chiquitas. Si a la guadaña se le acababa la pila y dejaba de segar, ellos le ofrecerían una vaca por vecino como exvoto por los siglos de los siglos. Como la Virgen no puede hacer nada con una vaca y menos con trece, pues lo mejor que convinieron los agradaciados después de pasarse toda la noche rezando fue darle matarile –a la vaca, claro- echarle unas berzas al puchero y unos garbanzos –el estofao chachi tuvo que esperar a la venida de la patata de América que fue tan milagrosa como la invención de la rueda- y sentar a un pobre a la mesa, que en aquellos tiempos era como invitar a comer a toda la humanidad

Uno, que anda buceando en la historia de Puertollano para contar la epopeya de Pueblo, como su peculiar Macondo– aprovecho la ocasión para agradecer su trabajo a los historiadores locales, porque ellos me proporcionan el estuco para el gran fresco- se encuentra con cosas sorprendentes que a veces tienen una conexión con el ahora mismo aún más sorprendente. Durante la República, el Ayuntamiento prefirió darle un contenido social a la tradición y no puso un duro para la celebración del Santo Voto con el argumento de que el único voto santo y válido era el otro voto, y eran las familias bien a las que la caridad les viene estupendamente para su predicamento las que pusieron los cuartos para comprar la vaca y descuartizarla

En Puertollano, como en todo el país, cuando llegó la segunda oportunidad republicana, se tomaron medidas curiosas de corte laico tales como poner un arbitrio a los toques de campana, prohibir su repique o eliminar de los pies del Cristo que corona la Iglesia de la Asunción, el título de Rey de Puertollano, pues tal oximirón no se sostenía en un Puertollano no sólo republicano sino socialista hasta las trancas,  luego anarquista y luego comunista, lo cual le puso las cosas muy fáciles a la derecha como en el resto de España. ¿Le suena?

En fin, que un año más y fiel a la tradición, Puertollano se postra ante la Virgen del Santo Voto que hizo la gracia de mandar la peste por donde vino y ahí sigue. Tal vez haya reconstructores del acervo popular pretérito y revisores de apariciones que digan que lo del voto fue una gaita como todo lo relacionado con las apariciones de la Madre de Dios. Pero entonces es que sería todavía más asombroso. No pasa nada. En Ciudad Real, cuyo pasado histórico es revisado con vitriólico sentido del humor, el helicóptero de la rotonda que tanta polémica suscitó sigue adornando la zona ante la indiferencia de viandantes y conductores, olvidado y refrescando la memoria de que cuando la política se nutre de tontás no va a ninguna parte. Joder, si hasta el alcalde de Cádiz ya tiene un pie en la conversión.