El 13 de mayo, en Madrid, vísperas de la isidrada, o ciclo taurino de mayo, han convocado una manifestación Anti-tauromaquia, al menos 17 organizaciones pro derechos animalistas.
Y lo hacen con una espeluznante imagen de un toro ensangrentado, que hinca rodillas y se dispone a morir sobre la arena del redondel.
Coincide además el gesto anti-taurino madrileño, o en defensa del toro de lidia, con la revelación portuguesa.
Han declarado a los animales como sujetos jurídicos protegibles.
Que deben contar con protección legal para evitar el maltrato.
Ya ha salido publicado el tradicional artículo anti-taurino de Manolo Vicent de todos los meses de mayo, de los últimos veinte años.
Además este año Vicent acompaña con sus comentarios de corte celtibérico, a dibujos de El Roto que forman un libro, que seguro que portaran los manifestantes de la calle Bailén
El fuerte anacronismo de la Fiesta Taurina, por mucho que se quiera atufarar de actualidad y de gestos modernos y pintureros, tiene que ver con la creciente velocidad que nos acorrala y empuja.
Mejor dicho, el anacronismo del Toreo, tiene que ver con la ausencia de velocidad en su ejercicio.
No es que para ser actual o para sentirse moderno haya que ser raudo y veloz, como una centella.
Veloz a la manera que exhortaban los Futuristas con Marinetti al frente y al volante del auto fulgurante.
Incluso Jacques Tati en su primera película ¡de 1949!, Jour de fête, ya confundía la modernidad con la rapidez del servicio postal USA.
Pero algo tiene que ver, de forma incomprensible, la mística de la lentitud y el mundo taurino.
Diego Urdiales, un torero actual, hablaba en 2015, de lo que le gusta torear ‘despaciosamente‘, tras su éxito en la Feria de Bilbao.
No dice ‘torear despacio’, que puede ser razonable y posible; sino torear ‘exageradamente despacio’.
Esto es, ir contra el tiempo.
Que eso debe ser el torear ‘despaciosamente‘.
Ese toreo lento ante el morlaco, es definido por los lidiadores como ‘torear gustándome‘.
Esa sensación del gusto propio y de la lentitud, con la embestida embebida en los trapos de torear, se produce cuando el animal está repetidamente sometido ante el engaño.
Sometido ante el engaño el animal, que es tanto como quieto él y ‘quieto parado’ el lidiador.
Un ‘quieto parado’ como entonan los cánones de la quietud, que es otra forma de lentitud pegajosa.
Pero ese torear como ‘torear gustándome‘, se ejecuta exclusivamente para uno.
Olvidando a los espectadores.
En una mostración de la soledad del lidiador.
De esa soledad, del riesgo negro, y de esa lentitud nace el miedo del torero ante el toro.
No solo, por tanto, ‘el miedo del portero ante el penalti’ como llamó Peter Handke a una de sus novelas, llevada luego al cine por Wim Wenders.
Si Handke hubiera sido sevillano o rondeño, tal vez habría llamado a su novela ‘El miedo del torero ante el toro’.
Con la diferencia de que el penalti no mata, y el toro puede hacerlo eventualmente.
A fin de cuentas, esa repetida lentitud del toreo tiene que ver con la excepcionalidad de la lidia y de la fiesta de los toros.
Y con su perfecto anacronismo cromático.
Una excepcionalidad que rechina y patina ante las prisas del productivismo de nuestras sociedades.
La lentitud del toreo, desde esa perspectiva, se emparenta con el ‘Dolce far niente‘ de los italianos.
Y con el más reciente ‘Slow motion’.
Ese ‘Slow motion’, era el deseo confesable de un toreo antiguo y majestuoso, como Curro Romero.
Quien fijaba su ambición lidiadora en “torear más despacio cada día”.
Quien además, fijaba su deseo en torear ante un público silencioso y callado.
Silencioso como el público del tenis, decía el maestro camero.
Y callado como predicaba Pepe Bergamín y su ‘Música callada del toreo’.
Lo Parado y lo Callado como un anticipo de lo Mortuorio.
Lo Quieto-Parado y lo Silencioso-Callado como un trasunto del toreo hondo.
Por ello hay movimientos de toreo que se llaman ‘estatuarios‘.
El torero fijo en el albero, con las manoletinas atornilladas al piso, queriendo ser una pura estatua. Parada en el espacio y quieta en el tiempo.
La bronca actual en torno al taurinismo, hará que esa ‘estatua taurina’, sea vista y vituperada como una ‘estatua de sal’ que merece perecer.
Como en Sodoma, como en Gomorra.
Pero ese es otro debate, como vemos, que se repite en abril en Sevilla y en mayo en Madrid.
José Rivero
Divagario
El toreo tiene algo de deporte de riesgo; pero ese deporte involucra a un animal que va a ser inmolado como en un sacrificio pagano y que tiene el buen sentido de no buscar bronca si no se la buscan a él (algo en lo que demuestra ser más juicioso que muchos humanos que conozco). No creo que estemos en la época de sacrificar toros blancos a Júpiter y sacarles las vísceras (en este caso, el rabo, las orejas…). Por principios no deberían gustar lo deportes en que se utilizan armas, máxime en la tauromaquia, y en que se arriesgan vidas humanas, no solo animales.
Es verdad que cuanto más urbana, moderna, avanzada y tecnológica es nuestra sociedad, más abocados estamos a vivir rápidamente.
Cristóbal Colón tardó en cruzar el Atlántico más de cinco semanas, cuando hoy lo podemos hacer en apenas doce horas.
la rapidez es una nueva forma de éxtasis y, sin embargo, no tenemos tiempo a pesar de que lo ganamos en abundancia.
Es una rapidez que nos lleva a la insatisfacción.
En el mundo del toreo, esto ya es otra cuestión. En una ocasión, José Antonio Morante Camacho (Morante de la Puebla, en los carteles) dijo: «me gustaría torear tan lento que nadie supiese si estoy dando una verónica o enseñando a leer al toro.»
Y es que en el mundo del toreo, la lentitud significa pureza. A más violencia y rapidez del toro, más suavidad del torero.
En cuanto a las manifestaciones antitaurinas, hay que recordar que las reivindicaciones por el fin de este espectáculo es una realidad, prácticamente, desde sus propios orígenes.
En el Código de las Siete Partidas de Alfonso X El Sabio, se desaconseja a los clérigos cristianos asistir a las corridas de toros.
Así pues, el antitaurinismo estuvo, en sus orígenes, ligado a la Iglesia Católica y el mayor ejemplo fue Pío V.
El debate sobre la prohibición de los toros no es un tema de actualidad en exclusiva.
Ya Felipe II, desoyendo las instrucciones de Sixto V, le respondía así: «en quanto al correr de los dichos toros, esta es una antigua y general costumbre destos nuestros Reynos, y para la quitar será menester mirar más en ello, y ansí por agora no conviene se haga novedad»…
El Papa en su desconocimiento confundía el sacrificio del toro con el sacrificio humano al toro propio del circo romano pagano. Preparada la bula que prohibía la tauromaquia, no la comunicó porque fue informado de las diferencias que había entre el sacrificio pagano y la costumbre ibérica.
Nunca se condenó expresamente. Fue tratada como una costumbre de libre seguimiento para los cristianos.
Me ha gustado el artículo, creo que describe bien el arte taurino, y evita el juicio que deja creo, acertadamente, a la libertad de cada uno.
Me gusta la tauromaquia. Encuentro en lo anacrónico belleza, sentido, y drama. Un drama que se trata de evitar culturalmente pero es intrínseco a la cultura porque forma parte de la realidad humana.
En lo anacrónico encuentro la anacronicidad.
El toro como inspirador del juglar: no me gusta que a los toros te pongas la minifalda que la gente mira parriba y quieren ver tus rodillas. Estupenda clase de tauromaquia
Y El Bombero Torero… qué risas me echaba de niño con mis padres.
El Bombero Torero era una persona afectada de acondroplasia. Ahora seguro que entenderíamos más
Eran artistas y se ganaban el pan con eso. Mi admiración a los enanos, protagonistas de la cultura y de la pintura española. Brillantes protagonistas dentro de la corte española que pintó Velázquez.
En el artículo leo: «Con la diferencia de que el penalti no mata, y el toro puede hacerlo eventualmente».., elemental, y un tigre, y un elefante, y un león, y un oso marino, hasta una pequeña avispa te clava su aguijón si la molestas.., la cuestión está en la inteligencia humana para no ponerse delante con el fin de herirlos, encima poco a poco y «despaciosamente», hasta la muerte por gusto y capricho sin necesidad alguna¡¡¡, hace poco en un artículo un ser hablaba de actuar en defensa propia,… pues eso es simplemente lo que hace un animal cuando un bárbaro intenta aniquilarlo por regocijo gratuito, una insensatez del humano de antes…
La tortura no ha sido ni es ni será Cultura¡¡¡¡ No a los Shows sangrientos retrógrados¡¡¡
Adaptemos la tauromaquia a la actualidad. Toro y hombre en las mismas condiciones.
El toro con sus cuernos y el hombre con la muleta.
Eliminemos la lanza que le destroza la columna vertebral, eliminemos las banderillas que lo matan de dolor, eliminemos el estoque que lo hiere de muerte y eliminemos la puntilla que lo remata.
Toro y hombre…. a ver quién gana.
¿No son tan machotes? Pues hala, a hacer arte de Cúchares. Y se hará realidad esa frase: del toro al infinito…ya que los toreros son muy creyentes, y cuando lleguen arriba, habrá 90 huríes vestidas de faralaes tocándoles las palmas por su aguerrida y valiente lanzada torera. Como Carrero, arriba…arriba.
Ay que ver lo que te pone el asunto terrorista…
Hay
Estás enfermo. Y en horario de trabajo como funcionario.
Qué buen guardia de Gulag se perdió la URSS.
Tranquilo te despacho en pocas palabras.
Pocas palabras ya es robar al erario público. Delincuente.
Terrorista!
Si le rajas el cuello a un caballo, a un perro de presa o a un león.
Aunque lo hagas increiblemente despacio, seguirá siendo una barbaridad. No un acto poético.
En vez de usar la idea como arma, prefieren usar el arma como idea. Y si donde digo idea digo arte es lo mismo.
Siempre he admirado el buen oficio de escribir que sigue AR.
Culteranismo en estado puro.
Hoy en día prefiero hablar del fondo. (Conceptismo)