Eusebio Gª del Castillo Jerez.- La Facultad de Educación de Ciudad Real acogía esta tarde la conferencia “Alas para volar: de la reflexión a la práctica personal para educarnos en y para el conflicto”, a cargo de Ana Quijada, maestra y orientadora, y actualmente asesora del profesorado en el CEP Linares-Andújar. Una ponencia enmarcada en las Jornadas Formativas sobre Convivencia, desafíos educativos y buenas prácticas organizadas por la Asociación Profesional de Orientadores/as en Castilla-La Mancha (APOCLAM).
A través de una exposición dinámica, en la que con ayuda del público se han representado diferentes situaciones, Ana Quijada ha ido descubriendo a los asistentes las destrezas necesarias para afrontar conflictos. “Lo que te sirve en el aula, te sirve en la vida”, comentaba, aunque reconocía que el ámbito educativo “impone retos más fuertes”.
En todo caso, señala que todos los conflictos tienen los mismos elementos. “Lo primero que hay que hacer es asumir que el conflicto forma parte de nuestra vida y tenemos que prepararnos para afrontarlo de una forma positiva”. Es decir, se trata de resolverlo y obtener un aprendizaje del mismo.
Las estrategias a seguir se basan en tres elementos: las percepciones, las emociones y la comunicación, vitales a la hora de enfrentarse a un conflicto.
Las percepciones atañen a cómo vemos las cosas con las “muchas gafas que cada uno de nosotros llevamos puestas”. “Cuando transmito algo que estoy viendo lo hago desde la perspectiva de mis gafas, y no puedo pensar que todo el mundo lo vaya a ver de la misma manera que yo”, explica. Lo que a veces pensamos con seguridad que es la verdad no deja de ser más que es un punto de vista. Ser consciente de esto es «importante» a la hora de enfrentarse a un conflicto.
Por otro lado, remarca, las emociones rigen nuestra forma de actuar. “Hay que saber conjugar razón y emoción, porque la segunda, al final, es la que prima”, advierte. Por ello, es necesario conocerlas para saber gestionarlas y no acabar “secuestrado” por la emoción. Lo aclara con un ejemplo: “cuando damos un bocinazo y decimos ya estoy enfadada, es mentira, porque el enfado viene de antes. El grito es porque nos ha secuestrado la emoción del enfado”. El objetivo, apunta, es aprender a manejar la situación desde la emoción.
El tercer elemento es la comunicación, la forma de decir las cosas. “Pensamos que lo más potente es lo que decimos, y no es verdad, es el tono en que lo decimos y el lenguaje corporal que transmitamos”, matiza.
En un aula, comenta, convivimos con personas que tienen distintos puntos de vista y tenemos que superar continuamente conflictos y hacerlo de forma positiva. El docente es el modelo, “porque se aprende de lo que vemos, no de lo que nos dicen”. Si llegamos a gestionar correctamente los conflictos, transmitiremos, como modelo, ese aprendizaje a los alumnos.
Por tanto, opina, la resolución de conflictos es fundamental en la formación de un profesor. “Mientras no se sepa resolver de forma positiva las situaciones conflictivas que se van a producir en el aula, difícilmente se podrá enseñar ningún tipo de contenido”, asevera Quijada. Pese a esto, se trata de una habilidades que “se trabajan poco” en las facultades de educación.
Estas destrezas no se circunscriben al aula, sirven también para el claustro o la atención a las familias, “porque en un colegio hay mucha vida, muchas personas implicadas y con formas de ver la vida completamente diferentes a las tuyas; y eso, si no te preparas, difícilmente lo puedes gestionar”.
A los futuros docentes que han asistido a la charla les ha animado a que afronten su preparación con ilusión, “que aprendan a volar y enseñen a volar”, indicaba en referencia al título de la charla. Y es que considera “fundamental” que la docencia ayude al alumnado a ser autónomo en la vida, porque “los conflictos están en cualquier relación, en cualquier profesión“.
Por último, recalca que los decentes no deben resolver los conflictos de los estudiantes, «es uno de los pecados que cometemos”. Cuando los alumnos rozan por una discrepancia, el profesorado tiende a intervenir y a actuar, y no permite que sea el alumnado el que aprenda a gestionar ese conflicto. El objetivo, insiste, es recurrir a estrategias con las que el alumnado aprenda a resolver esas situaciones.