Cada vez que en Europa hay corrientes de aire, en España estornudamos.
Y eso, que pese a todo, los Pirineos cortan ciertos vientos raseros y rasantes.
Los Pirineos cortan vientos pero no los vendavales.
Y mucho menos los vendavales virtuales
Cada vez que los ciudadanos votan en Europa, algo se mueve en España, por simpatía, por afinidad o por homología.
Como si lo que se ensayara en Europa, después lo representáramos aquí.
Cuando en Grecia Syriza ganó las elecciones, Podemos pensó que había llegado su hora.
Con Tsipras y con prisas.
Cuando Cameron, hoy perdido en el bosque de la melancolía del duro Brexit, ganó por mayoría absoluta en Gran Bretaña, en la calle Génova respiraron confiados.
“¡Es nuestra hora¡” dijeron ufanos.
“¡Ahora toca!”.
Y vaya si toca.
Ahora, con la primera vuelta de las Presidenciales en Francia, muchos no saben para donde mirar.
Si al Norte o al Sur.
Y sobran ojos.
Los republicanos galos, que en el fondo son conservadores no apegados a la religión, ven como sus apuestas por Fillon han ido a la papelera.
Donde antes cayeron Alain Juppé y Nicolás Sarkozy.
Quemando etapas.
Y ahora todos sorprendidos con Macron, última esperanza de frenar al Frente Nacional de los Le Pen.
Macron un candidato a Presidente, sin partido formal, sólo con un raro movimiento En marche, que deja a los partidos históricos reducidos a papeles viejos.
Y ahí, en el cesto de los papeles, miran los conservadores españoles del Partido Popular, parte del desaguisado del pasado domingo.
Pero una papelera no es una bola de cristal, ni unos restos inservibles son un augurio.
¿Quién será el siguiente? Se preguntan en Génova.
No, el siguiente, en las cabeceras de las listas sino en las imputaciones judiciales, dimisiones institucionales y presidios provisionales.
El primero en desfilar por los juzgados.
Algo parecido ocurre con los socialistas de aquí y de allá.
Aquí con un debate tenso de primarias que son secundarias: para la Secretaria General ahora, y luego para la carrera monclovita. Que igual se anticipa al otoño sempiterno
Y allá, en Francia, con unos resultados que dejan a Benoît Hamon por los suelos.
Unos suelos no previstos ni por Hollande ni por Valls. Otros perdedores indirectos.
Y eso pese a que Anne Hidalgo, alcaldesa parisina en horas altas, diga apoyar a Pedro Sánchez, también en horas altas.
No por lo de fuera sino por lo de dentro. No por la caída del PSF sino por el revolcón del PP.
Dicen los analistas que ese 7% de los votos galos a favor del PSF, o de lo que va quedando del partido, es una ratificación de la crisis comatosa de la socialdemocracia.
Una crisis que empezó en Italia con la Tangetopolis de Bettino Craxi y que no deja de esparcir tierra y cenizas.
Y esos expertos sobre la crisis latente en la socialdemocracia europea, acumulan los malos datos de los sondeos de las generales en Gran Bretaña del próximo mes de junio.
Donde Corbyn y el Labour Party es engullido por May, que emula a Margaret Thatcher con poco disimulo y mucho apetito.
Y todo ello, esa crisis de los grandes partidos del pasado (Conservadores y Progresistas) se da la mano con los disparos sobre la viabilidad de la Unión Europea.
Como si se hundieran Conservadores, Populares, Republicanos, Socialistas y Socialdemócratas, y fuera un aviso de otros hundimientos.
No en balde todos ellos, desde Adenauer a de Gasperi, desde Jean Monnte a Jacques Delors, fueron los padres fundadores de la Unión Europea.
Estas son la razones del espacio creciente de los Populistas de derecha a lo Le Pen, de los Populistas de izquierda a lo Mélenchon, de los euroescépticos británicos y de los europesimistas del resto.
José Rivero
Divagario
Hay una tercera vía.
El euro-realismo.
La UE reformada. Ni inmovilista ni pulverizada.
Durante las tres décadas centrales del siglo pasado, la social-democracia alcanzó todos sus objetivos establecidos en el desarrollo del Estado de bienestar. A partir de los años ochenta, de la mano de los socialistas franceses, se excedió en su fe en la bondad de la globalización financiera. Ahora, la social-democracia está obligada a resurgir…
Es lo que los europeos quieren, más inmigración descontrolada, más ideología de género y más casta progre.
Si te dijera yo lo que quiero…
El gulag para los discrepantes.
Y el psiquiátrico para los taraos.
Lo que ha matado a la socialdemocracia es su alianza con los bancos, admitir, usar y asimilar el lenguaje de la derecha, haber abandonado la alianza y protección de las clases bajas nacionales no ilustradas y no haber subido los impuestos a los ricos para consolidar un estado a la escandinava: tan simple como eso. O lo que es lo mismo: haber dejado de ser socialistas para ser solo un cascarón de «gauche divine». Hasta la extrema derecha le ha robado parte de su electorado, ese electorado que en España es la inerte masa de viejos melancólicos jubilados franquistas.
Esos vendavales hay que combatirlos con cultura, educación y compromiso. Lamentablemente, y, como podemos ver en algunos comentarios impropios de personas con un mínimo C.I., en España carecemos de las tres cosas.
Pero tenemos toros, Valle de los Caídos, banderas a media asta en los cuarteles por la muerte de dios, la mayor trama europea de corrupción, reforma laboral y al PSOE con su particular Guerra Civil para que gane la Faraona de Sevilla y tengamos Rajoy para 20 años.
En breve, los de Vox en Moncloa… con un par!!!
Me viene a la cabeza un tuit que hizo un tipo en respuesta a un capullo que hablaba de la tontá de Venezuela y le decía algo así como:
«Hay un robot hecho hace 20 años cruzando entre Saturno y sus anillos. Y tú pensando en gilipolleces.»
Creo que esa es la respuesta que merecemos los españoles ahora mismo.
La socialdemocracia: esa ideología de derechas…
Recuerda, Marien Le Pen triunfa en los guetos musulmanes de Marsella. Lo estáis clavando.