La bella capital andaluza, está llena de historia, en ella podrás disfrutar de sus diferentes legados históricos como Itálica, La Torre del Oro, La Giralda, La Catedral, el Alcázar y el Archivo de Indias (estos 3 últimos declarados Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1987), perderte por las pequeñas callejuelas del barrio de la judería, formar parte del carácter extrovertido de su gente, disfrutar de la arquitectura más moderna en Las Setas o pasear por el rio Guadalquivir, emblema de Sevilla y actor mudo de los viajes a las Américas de Cristóbal Colón.
El puertollanero José Antonio Ruiz Fernández ha participado en el Triatlón Olímpico desarrollado entre las ciudades de Sevilla y Santiponce, finalizando en la ciudad romana de Itálica.
Había un total de 1.130 inscritos en diferentes categorías (media distancia, olímpico, sprint y relevos), de los cuales 1.022 hombres y 108 mujeres. No presentados y/o no finalizados fueron 263 participantes, y 18 descalificaciones.
En el triatlón Olímpico, prueba en la que José Antonio participó, de 485 inscritos, terminó en el puesto nº 111 de su categoría de edad: veteranos 1 masculino.
Esta prueba en modalidad olímpica consta de: 1.500 metros nadando, 51 km. en bici de carretera y 10’5 km. corriendo. La natación se inició a las 9’00 de la mañana en el río Guadalquivir. Tras el nado se hacía el recorrido con la bici de carretera entre Sevilla y Santiponce, pasando por otras localidades hasta recorrer los 51 km, y seguidamente los 10’5 km de carrera se desarrollaron, por vez primera, pues es un conjunto arqueológico de gran valor, dentro del recinto de Itálica, por un duro recorrido de tierra, con subidas y bajadas, pasando varias veces por la zona del anfiteatro y finalizando en la zona más alta del yacimiento. Todo autorizado por las autoridades competentes de Itálica.
El hecho de terminar la citada prueba le convierte en finisher, habiendo completado todo el recorrido en 3 horas y 17 minutos. Se entiende la palabra finisher como un reto, una meta, un desafío. Y se suele usar la palabra original en inglés.
Ese debe ser siempre el primer objetivo de un competidor. Cuando se enfrenta a una prueba, cruzar la meta es el principal desafío. Luego se puede hacer más rápido o más lento. Pero la satisfacción personal que ofrece concluir la distancia prevista es la más gratificante. Pero ser finisher ofrece al corredor un nuevo status. Posiblemente, la primera vez que acabas una prueba sea la más recordada y la que se guarda con más cariño. Es la ocasión en la que te conviertes en finisher por primera vez. Cruzas la meta y, da igual el sufrimiento que hayas padecido, sonríes ampliamente. Has conseguido lograr un objetivo. El primero.
La satisfacción crece porque hemos sido capaces de mejorar, de superar obstáculos y, con entrenamiento, paciencia y esfuerzo, hemos ido más allá. Son muchos los sentimientos al llegar a la meta: infinitamente feliz, gritas, ríes y lloras.
Porque no puedes contener el torrente de sentimientos que te abordan en esos instantes.
Y en los minutos siguientes, cuando vas siendo consciente de lo que has conseguido, tu grado de autoconfianza vas creciendo por momentos. Te dices: «si he sido capaz de conseguir esto, puedo hacer muchas otras cosas en mi vida. Es cuestión de proponérselo, trabajar por ello e intentarlo». Y si no lo consigues, al menos te quedarás con la satisfacción de haber puesto todo tu esfuerzo para lograrlo.
Porque ser finisher es mucho más que cruzar una meta de una carrera. Es el premio por la dedicación y el empeño en lograr algo.
El agua tenía una temperatura de 17º, obligando los jueces a usar el neopreno encima del traje de triatlón, el cual facilita el nado y protege del frío, pero en la transición a la bicicleta se tarda más tiempo. El circuito de bicicleta transcurrió con una temperatura de 19º y la carrera 20º.
La ciudad romana de Itálica, ubicada en el Bajo Guadalquivir, a medio camino entre Sevilla (Hispalis) y Alcalá del Río (Ilipa) y muy próxima a las rutas que conectaban con la zona de explotación minera de la Sierra Norte de Sevilla y Huelva, desempeñó un importante papel estratégico tanto en lo político-militar como en lo económico durante el Alto Imperio romano, prueba de ello es que llegó a ocupar una superficie aproximada de 52hectáreas.
Sus orígenes se remontan al año 206 a.C., cuando el general Publio Cornelio Escipión, en el contexto de la segunda Guerra Púnica, derrotó a los cartagineses en la batalla de Ilipa y estableció un destacamento de legionarios en el Cerro de San Antonio, lugar donde ya existía una población turdetana desde el siglo IV a.C. Si bien al principio ambas comunidades convivieron en este espacio próximo al Guadalquivir, pronto el elemento romano impuso sus modos sociales y políticos. En la segunda mitad del siglo I a.C. la ciudad adquiere el estatuto municipal y, pasado el tiempo, durante el gobierno del emperador Adriano (117-138 d.C.), el de colonia, con lo que se equipara administrativamente a la metrópoli.
Las familias de Trajano y Adriano son oriundas de Itálica, y fue punto de origen de buena parte de los senadores de la época. Desde los tiempos de Augusto, en el cambio de Era, la ciudad fue objeto de continuas mejoras urbanísticas y arquitectónicas, destacando entre ellas: el Teatro, iniciado durante su mandato o quizá ya en la época de César y con capacidad para unos 3.000 espectadores; el Anfiteatro, uno de los primeros de todo el Imperio en aforo; o la ampliación de la ciudad, acometida en época de Adriano.
El ocaso de la dinastía de los Ulpios y los Aelios, llamada también de los Antoninos, en la que tanto peso tenía el elemento hispano, así como la caída de una serie de importantes familias de la Bética, determinan la decadencia de Itálica, que no hará sino acentuarse desde la llegada al poder del africano Septimio Severo. Son pruebas de este ocaso el colapso de buena parte de sus edificios públicos, de sus infraestructuras y de algunas de las mansiones erigidas en la fase de mayor desarrollo urbanístico, así como la reducción que parece operarse en el solar urbano en un momento indeterminado entre los siglos III o IV.
Además de los factores políticos, sociales y económicos, la inestabilidad del subsuelo donde se asentaban estas edificaciones tuvo, probablemente, mucho que ver con el abandono de una porción del área amurallada. A pesar de todo, aunque la ciudad se desprende en esta época de aquello que es demasiado costoso recuperar, aunque pierde peso político y económico en beneficio de Hispalis y Corduba, Itálica no se eclipsa totalmente y todavía en época tardorromana encontramos algunos ejemplos de esplendor ciudadano, como vemos en sus casas o en su necrópolis.