Manuel Cabezas Velasco.- Señalaba don José de Hosta en su obra “Crónica general…” la existencia de un proyecto de división del territorio español en departamentos, siendo el denominado como Ojos del Guadiana el que tendría por capital Ciudad Real [1]. Dicho proyecto se dio al traste con los acontecimientos que pasamos a relatar.
Si retrocedemos hoy dos siglos atrás, en un mes de marzo, el napoleónico invasor arribaba a las puertas de nuestra ciudad, Ciudad Real. En un día 26, Domingo de Ramos por entonces, se corrió la voz de que las tropas francesas estaban muy cerca. Especialistas actuales en dicho acontecimiento así lo relatan: José Golderos Vicario en “La batalla de Ciudad Real (Guerra de la Independencia, 1809)” y Antonio José Martín en “Napoleón en La Mancha: la ocupación francesa de Ciudad Real” [2]. Así la división territorial antes mencionada pasaría a estar constituida por prefecturas, aunque tras la expulsión de invasor llegaría el año 1833 donde daría a luz la provincia de Ciudad Real.
Volviendo a 1809, el Sr. Martín, como miembro de la Asociación de Recreación Histórica “Batalla de Alarcos” conmemoró la llegada de las águilas francesas de una forma más tangible, mediante una recreación, en el entorno de la misma Puerta de Toledo. Este pequeño homenaje de la citada Asociación fue precedido el viernes pasado – 24 de marzo – por una charla – exposición del mencionado historiador en el Museo López – Villaseñor bajo el título de “Batalla de Ciudad Real. 1809 – 1813. Guerrilla”.
¿Qué decir de los hechos que acontecieron? De forma sucinta relatamos lo más destacado en este mes que agoniza.
El vínculo de Ciudad Real y su provincia con la guerra de la Independencia fue precedido de varios hechos, ya fuese la detención de la amante de Godoy – y su posterior liberación – en la localidad de Almagro el 19 de marzo de 1808, o la primera sangre vertida en Ciudad Real por voluntarios llegados de Aragón que lograron incomunicar a los generales Murat – situado en Madrid – y Dupont – en Andalucía -. El 2 de mayo en Madrid tuvo a algunos manchegos como protagonistas, como el, más tarde preso y fusilado, agente del Resguardo Anselmo Ramírez de Arellano destinado en el portillo de Recoletos. O el villarrubiero Juan Antonio Alises. O en las tapias del Retiro el fusilado José Doctor y Cervantes. O las heroínas Francisca Giraldo Fernández, infanteña, o Benita Sandoval Sánchez, pedroteña. Por citar algunos ejemplos.
El año 1808 transcurría lleno de noticias como el asesinato en Malagón del ministro de Hacienda de Carlos IV – Miguel Cayetano Soler, 11 de diciembre – no sin olvidarnos de la participación del Regimiento Provincial de Milicias de Ciudad Real en la victoria española en la batalla de Bailén, el 19 de julio. El batallón de unos 420 hombres estaba comandado por el Coronel Miguel Pedrero y el Capitán de Infantería Vicente Nieva. Su gesta recibió un merecido homenaje popular al mes siguiente en la plaza de la Merced por parte de la Corporación Municipal.
Llegamos al año citado, 1809, cuando en enero asistíamos al desastre español de Uclés. Los fugitivos de dicho desastre y otros contingentes de tierras manchegas, quedarían reunidos bajo la cabeza de D. José Urbina, conde de Cartaojal, ejército improvisado sin duda alguna.
Cuando llega el 26 de marzo, este “ejército” comandado por Urbina asistirá a una auténtica prueba de fuego, teniéndose que enfrentar a un auténtico ejército profesionalizado como el francés, con sus diversos componentes.
Mas lo ocurrido en tal día de hace casi dos siglos, Antonio José Martín [3], sucintamente, así nos lo relata:
“El 26 de marzo de 1809, se enfrentaron en las inmediaciones de La Atalaya y hasta el río Guadiana, diez mil hombres de cinco naciones, entre las tropas del Emperador Napoleón y las del Ejército Español.”
Entre las nuestras, prosigue, “se hallaban en el Regimiento de Milicias Provinciales de Ciudad Real el futuro General Espartero – frisaba unos quince años, como dirían los castizos – y el futuro guerrillero “El Locho”.
Y, finalmente, nos señala que “el combate duró dos días y costó quinientas vidas”.
A la ocupación reseñada por Antonio J. Martín, Joaquín Gómez nos añade:
“En el dia 26 de Marzo de 1809 era ocupada Ciudad Real por cuatro mil caballos al mando del Conde de Cartaojal Urvina y á las 9 ½ de su mañana llega una descubierta, motivando que el enemigo estaba muy próximo; corre tan infausta nueva por las calles y casas, introduciéndose en las iglesias al mismo tiempo que se celebraban las solemnes ceremonias del Domingo de Ramos, y por momentos se aumentaba la consternación al ver entrar criados y parientes llenos de pena, y publicar en tan sagrado sitio.
“Yá están háy los Franceses”. Yo – el propio Sr. Gómez- me hallaba en el muy concurrido templo de Mercedarios (La Merced), y el Comendador celebraba los oficios, y cuando el ofertorio entonó el Dominus Vobiscum ya no hubo en el coro quien contestase pues todos los religiosos se fugaron precipitadamente y así concluyó la misa… corrían por las calles los Oficiales, Comandantes, Coroneles con espada en mano intimando á la tropa corriese a formar a la puerta de Toledo; el fúnebre clarín no cesaba de tocar generala, ni los paisanos de animar á los soldados para que marchasen a la batalla. Con efecto los enemigos se habían adelantado hasta una media legua de la población; pero nuestros guerreros los impusieron, obligándolos á repasar los puentes de Nolaya y Emperador, y a que tomasen la posición de Peralvillo”. [4]
La situación de pavor en el día de 27 de marzo vino acompañado de mucha confusión. Las escenas de huida a los montes fueron la mejor solución. Apenas había sitios donde refugiarse mientras el cañón sonaba abatiendo la muralla y la Puerta de Toledo.
Ante el abandono y temor de posibles excesos, se constituía una Junta popular encargada del gobierno de la ciudad. Hervás y Buendía nos precisa como, procedente del “Archivo Histórico Nacional existe un extracto hecho en la Junta Central de una Exposición de la Junta Popular de Ciudad-Real de 4 de Septiembre de 1809 que pinta bien la situación, diciendo:
<Que abandonado el gobierno de la ciudad por los Jefes y Autoridades, desde que se acercaron la primera vez las tropas francesas, quedaron todos los ramos en verdadera disolución y la vuelta de algunos sólo sirvió de compromiso. Que es maravilla que el pueblo haya podido conservarse en el buen estado que tiene desde los sucesos militares de 26 y 27 de Marzo sobre el Guadiana. No ignora la Junta Popular, que en ciertos momentos puede convenir la fuga, pero es muy extraño, cuando nada debía temerse, como sucedió el 18 de agosto anterior, en que a la voz de que se acercaban los enemigos huyeron los más…>” [5]
Las dos de la tarde llegaron y la entrada en Ciudad Real de una avanzadilla francesa encabezada por un Comandante y 40 soldados no encontró autoridad a quien dirigirse. Aunque la llegada estuvo exenta de gran violencia a pesar de encontrarse las calles desiertas, hubo víctimas del invasor en este momento como unos hermanos panaderos, el sastre Montero, un anciano cercano a la casa de la Misericordia, un sargento llamado Manzanares y un tal Domingo Velázquez.
El general Sebastiani, a la cabeza de las tropas invasoras, tomaría la dirección de Miguelturra a través del Camino de Moledores. A pesar de la gran diferencia de efectivos, ciertos vínculos personales del general con el regidor D. Pedro Martínez Hervás, propiciaría que la destrucción total de Ciudad Real no se llevase a término.
Entonces la tropa de ocupación quedaría constituida por el Tercer regimiento de Húsares de Holanda. En la Casa de la Caridad, de los Aguirre, Maldonado y Treviño se alojarían las tropas.
La Corporación municipal que recibió a los franceses llegados, salvo los huidos a los montes, estaba compuesta por “los regidores D. José Torres y D. Ramón Muñoz, los diputados D. J. A. Aguilera, D. Antonio Toral y D. José Hidalgo, el presidente síndico D. Jerónimo Alcázar y los jurados D. Francisco Sabariegos y D. Julián García” [6].
El 30 de marzo de 1809 la Junta Municipal de gobierno de Ciudad Real publicaba un bando en el que el francés invasor respetaba la seguridad de los vecinos de la ciudad, conminándoles a regresar a sus casas y faenas. La plaza, de forma interina, sería responsabilidad del Caballero de la Orden de Holanda, coronel del 3er. Regimiento de Húsares y Comandante de esta plaza y su jurisdicción restante el señor Roest D’Alkemade.
En el ámbito provincial La Mancha surgiría como organización administrativa con capital en Ciudad Real y a cargo de un Intendente. Además se constituiría un Partido Judicial de Ciudad Real presidido por el Corregidor.
De los acontecimientos posteriores ya es historia conocida y, tratándose de un mayor marco cronológico, el relato se dará en otra ocasión.
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En este mes de marzo, de tantos altibajos climatológicos, sin duda alguna, hay personajes que merecen la pena destacarse, no sólo por su valía en el exterior sino también en su patria chica. Así nos ocupa en el día de hoy, cómo un bebé nacido un 15 de marzo de 1866 y bautizado al día siguiente en la parroquia de Nuestra Señora del Prado, sería orgullo de su tierra, y también él mismo regresaría a ella. Hablamos, en este caso, de Ángel María Isidro Andrade Blázquez – Ángel Andrade, para no ser dispersos.
Nacido en la calle de la Azucena – en la cual actualmente existe una placa donde refiere tan trascendente acontecimiento -, su vida estuvo vinculada y dedicada al mundo del Arte. Mostraba con ello la ambición “casi divina de desvelar belleza con luz y color” [7].
A pesar de la humidad de la vivienda que le vio nacer, encalada como era costumbre y su blancura reflejando la luminosidad del astro Rey, su temprana vocación despertó la curiosidad de un tío suyo, cuyo oficio era el de maestro. Veía como el pequeño mostraba sus dotes a la hora de reproducir cualquier objeto. Así se vería gratamente sorprendido por las aptitudes de su sobrino, el cual cuando tenía unos diez años iniciaría su formación artística. Esta vocación la extrae de las publicaciones de la época, una de sus especialistas, Carmen López – Salazar Pérez, tal como sigue:
“Era muy chico todavía cuando comencé a sentir inclinaciones hacia los ‘monos’. Entonces se publicaba un periódico que creo que se titulaba ‘La ilustración para todos’, o algo semejante, con grabados en madera. Algunas veces caía en mi poder algún ejemplar de tal revista y en seguida me procuraba lápiz y papel y me ponía a copiar las figuras”. [8]
Sería en 1876 cuando en el Instituto General y Técnico existía un profesor de Dibujo llamado don Joaquín Ferrer. Él sería el primer maestro del muchacho, el cual siempre recordaría. Después llegarían los estudios de Bachillerato, aún en Ciudad Real, aunque el gran salto sería la llegada a la capital del reino en la década de los ochenta: trabajaría en los talleres de Busato y Bonardi y cursaría estudios en la Escuela de Artes y Oficios, en 1883 y 1884, con apenas dieciocho años.
Más tarde, en los tres años siguientes ingresa en la Escuela Especial de Pintura, Escultura y Grabado, donde recibirá diversos galardones.
Su formación técnica es destacable, mas él mismo comienza a desarrollar su propia personalidad artística. La gran ciudad que representa la capital del Reino no le distrae del amor a su tierra, sólo le sirve para absorber todo lo que encuentra alrededor: museos y manifestaciones culturales diversas. Mas en 1879 participa en la Exposición de Prensa Social donde ganará un Diploma.
El apoyo de sus paisanos afianzaría sus convicciones y le llevaría a dar un paso más allá: en 1890 concurriría a la Exposición Nacional de Bellas Artes, saliendo de nuevo triunfante con una Medalla de tercera clase. Su figura empieza a ser conocida por el gran público, y sus clientes y la prensa se fijan aún más en él. Sin embargo, Andrade sigue con paso firme y su ambición de gloria le lleva mucho más allá: conocer lo que se hace en el extranjero.
Tras los estudios en la Escuela de San Fernando, Andrade solicitará a la Diputación de Ciudad Real la renovación de la ayuda económica que percibía con una meta: Italia.
Dicha pensión – concedida en 1888 con 2.000 pesetas a cambio de un lienzo anual – tendrá como contrapartida la entrega del cuadro “La prisión del príncipe de Viana”, copia del cuadro de Emilio Sola y que había sido premiado en la Exposición Nacional de 1871.
Partiendo de Roma como eje central, el artista manchego recorrería gran parte de los centros artísticos de relevancia: Venecia, Pisa, Capri, Florencia, Nápoles, Asís y Arezzo. Sus apuntes a lápiz, tomados al natural muestran la frescura y espontaneidad del artista, su paisajismo que más delante le dará gran fama.
Próximo a Italia, tendrá el país germano, el cual visitaría asistiendo a un Exposición en Munich, y conociendo otras ciudades alemanas. La impronta que supuso la pintura iluminista de Liebermann será clave para cuando regrese a Roma y se sienta capaz de presentarse a la Nacional de Bellas Artes de 1890 con la obra “El aniversario”, premiada con medalla de tercera clase como antes referimos.
En el comienzo de la década de los 90, Ciudad Real veía erigirse un nuevo edificio: el de la Diputación Provincial. Sebastián Rebollar había hecho el proyecto de la obra y dirigido su construcción, mas el apartado decorativo y artístico correría a cargo del laureado Ángel Andrade, donde destacarían las obras de pensionados por la provincia en Roma como Carlos Vázquez y José Joaquín Flores. Encargo por el que, por sus estrecheces económicas, percibiría unas siete mil pesetas.
El final de su contrato le llevaría nuevamente a Madrid con objeto de cobrar el premio de la Nacional, con cuyo importe pondría sus miras de nuevo en Italia, Florencia en este caso. Estancia breve que le haría retornar a la capital del Reino, donde dejaría tres lienzos en la Nacional de Bellas Artes de 1892, sin éxito alguno.
Retornará por entonces a su patria chica, aunque por sus contados encargos apenas sobreviviría y aún le quedaban los dineros percibidos por el Palacio Provincial.
En 1894 regresa de nuevo a Madrid, se introduce en el ambiente artístico y de tertulias, contacta con las vanguardias y contrasta opiniones.
Por entonces colaborará en una exposición colectiva que se celebra en el Círculo de Bellas Artes, dedicada a Julio Gros. Más tarde participa en la bienal de la misma institución con diversos maestros como Sorolla, Aranda, Muñoz Degrain, etc. En “Blanco y Negro” resaltan la relevancia de los progresos del artista manchego, incluso llega a ser caricaturizada, dada su popularidad, por Cilla. Sigue subiendo su fama como la espuma. Y la propia revista “Blanco y Negro” solicitaría su colaboración como ilustrador, lo que se dará hasta 1913. Ciertas reproducciones de sus obras aparecerán en “La Ilustración Española” o en “La Ilustración Artística”.
1895 acogerá dos grandes éxitos de Andrade: con “La siega” obtendría otra Medalla de Tercera Clase en la Nacional de Bellas Artes, y, sobre todo, la obtención de la plaza de pensionado en la Academia de Bellas Artes de San Fernando, donde permanecerá, ampliando estudios, otros cuatro años, a condición de enviar un lienzo cada curso. Sus calificaciones serían excelentes.
Entre otros competidores de estos certámenes se encontraría con el paisano Carlos Vázquez, que había sido eliminado, siendo un trabajo al carbón lo que daría a Andrade su plaza.
Los pensionados marcharon para Roma. Los ideales del pintor manchego se verían reforzados. Los parajes de la campiñas, ciudades, ruinas clásicas, el lago Nemi donde se celebraban las despedidas de fin de curso. Sería el mejor ambiente para este artista.
La madurez adquirida por Andrade tras el fin de la estancia en Italia le conduce a plantearse una mayor estabilidad económica, más allá de las modas de su posible clientela.
A pesar de que nunca había contemplado su labor como docente, decidirá presentarse a oposiciones de profesores de dibujo para Institutos. Su primer destino sería Tarragona, en septiembre de 1900, siendo su estancia de seis años. En esos momentos aprovecharía sus vacaciones estivales para visitar diversos puntos de la cornisa cantábrica, aunque también pondría las miras en el sur andaluz.
En 1906, tras obtener su plaza como numerario por oposición en Badajoz, pasaría meses después a la cercana Toledo, donde estaría nueve años. La atmósfera de Toledo le atraparía: sus cigarrales, el río Tajo, el Castillo de San Servando,… Eran las noches toledanas de Sorolla, cuando incluso se pondría en contacto con el pintor americano John Singer Sargent.
Por entonces obtendría una segunda Medalla en la Exposición Nacional de Bellas Artes con el cuadro “Los huérfanos”. Y, en 1908, otra Segunda Medalla en la Exposición Nacional. Ciudad Real en este momento quedaría en un segundo plano, siendo el pueblo de sus abuelos maternos, Arenas de San Pedro, el lugar preferido de sus veranos. Así lo mostrará en sus lienzos y tablillas.
Se había consagrado internacionalmente en la Exposición de Bellas Artes de Buenos Aires, en 1910. Obtendría la Medalla de Plata.
Tras su estancia en Toledo, 1915 sería el año del regreso del hijo pródigo, pues podría impartir clases en Ciudad Real, gracias al cambio realizado con el profesor Feliciano Cañamero.
Su aparición en Ciudad Real le convertiría en el más fiel colaborador y asesor cultural de sus paisanos. Aunque también, en los años veinte, participaría en diverdsas exposiciones tanto en Londres (1920) como, sobre todo, en Madrid (1924, 1926, 1929, y, más tarde, en 1930 y 1932) Sin embargo, el regreso a su patria chica, chica de verdad, le iría alejando de los círculos de mayor relevancia, cayendo en un paulatino anonimato.
La relevancia, tras su muerte, apenas quedó reflejado en el nombre de una calle, la actual de la Azucena, que desde 1911 a 1984 había adoptado su nombre, además de una placa conmemorativa de su nacimiento. En la actualidad también existe un colegio que le rinde homenaje.
Dada su soltería, en Ciudad Real Ángel Andrade residiría en el Hotel Miracielos de la calle de la Paloma, pasando sucesivamente a una casa en la calle de la Rosa y en la plazuela de la Merced fue su última morada, donde fallecería un 18 de noviembre de 1832.
El luminismo que le acompañó en vida pareció apartarse de él el día de su cortejo fúnebre. Era un día para olvidar, olvido que también sucedió con su propia tumba, a pesar del cariño y respeto que se le profesaba.
Se suele decir que nadie es profeta en su tierra, frase muy manida, aunque muy cargada de razones, pues también es aplicable a este gran artista.
La promoción artística que llevó a cabo en su ciudad, el interés por crear un Museo e incluso por el funcionamiento de la Biblioteca y del Ateneo de Ciudad Real, las colaboraciones en diversos periódicos provinciales, decoraciones de centros públicos y casas particulares – como las de Ayala y de Medrano, actual Museo Elisa Cendrero -, la supervisión de las obras del Camarín de la Virgen del maestro Argüello, la orientación de jóvenes artistas que le visitaban en su estudio, su labor como concejal municipal y teniente de alcalde – e incluso Alcalde accidental por dimisión del abogado Sr. Peñuela –, mereció el reconocimiento con el nombramiento como Hijo Predilecto de Ciudad Real y con la posesión de la Encomienda Ordinaria de la Orden Civil de Alfonso XII.
El cosmopolitismo de Andrade en sus últimos años daría paso a un provincianismo caracterizado por ser un asiduo de las tertulias del Casino y amante de los toros, amén las concurridas charlas a la puerta de su casa para sobrellevar el riguroso calor estival.
En esta época, las vanguardias como la abstracción y el cubismo ya no serían santo de su devoción.
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Finalmente, hemos de observar una imagen: una mujer que espera fumando. O más bien, la archiconocida actriz y cantante nacida como Maria Antonia Abad Fernández – se me escapa algún nombre, aunque es preferible abreviar -, y el que mundo de la farándula conoció como SARA MONTIEL.
Como era común en tierras de La Mancha, la agricultura era la actividad principal de la que se podía subsistir. En el seno de una familia humilde de esta condición nacía Maria Antonia. Sin embargo, dados los problemas de asma de su padre, tras la guerra civil, la nueva residencia se orientó a un clima más benigno, en el Levante, más concretamente Orihuela, donde su padre se dedicaría a la distribución de vinos.
La formación académica recibida por la niña vino de la mano de las monjas del Colegio de Jesús María de San Agustín, por lo que su orientación era muy tradicional: costura entre otras labores domésticas.
Su belleza y sus dotes artísticas fueron muy útiles para salir de esta situación que parecía abocada al ostracismo. Así, cuando contaba unos trece años en una Semana Santa mostró sus dotes como cantante con una saeta. La sorpresa de todos hizo que su padre la llevase a Valencia para mejorar su formación.
En 1942, representando a la provincia de Alicante, en un concurso de jóvenes talentos en el Parque del Retiro de Madrid, presentado por el popular locutor Bobby Deglané, a pesar de la accidentada actuación de Maria Antonia, obtendría el primer premio, ganando 1.000 pesetas mensuales durante un año, dinero con el que se pudo instalar en Madrid para realizar estudios de declamación.
Su belleza en 1944 le abrió las puertas del productor Vicente Casanova, uno de los dueños de la compañía cinematográfica Cifesa. Aunque el autor de las fotos, Gyenes, la presentaría al director Ladislao Vajda, quien le dio su primer papel con 16 años en Te quiero para mi (1944). Su nombre artístico ya sería el de María Alejandra, aunque poco después adoptaría el que de todos es sobradamente conocido: Sara Montiel.
Su importancia en el mundo de la música no llegaría hasta finales de los años 50. Mientras tanto discurría su carrera cinematográfica, adquiriendo gran importancia el papel en Locura de amor (1948) teniendo como rival a Aurora Bautista.
Llegarían varios papeles secundarios, y su crecimiento apoyado en sus belleza talento era indiscutible.
Así, aconsejada por el dramaturgo Miguel Mihura, dará el salto encaminándose a México y Estados Unidos.
En México llegará en el momento de la edad de oro del cine mexicano, codeándose con las cotizadas figuras nacionales como Dolores del Río, María Félix, Katy Jurado, Arturo de Córdova y Pedro Infante, entre otros. La relevancia de Sara Montiel en México hizo que fuese gratamente recordada.
En 1951 adquiere la nacionalidad mexicana y el director mexicano Miguel Zacarías la denominaría como Sarita, nombre con el que sería conocida en los créditos tanto en México como en Hollywood.
En su etapa mexicana conocería a Ernest Hemingway, Diego Rivera, Frida Kahlo, etc.
En 1954 tenía abiertas las puertas de Hollywood gracias a sus interpretaciones en Cárcel de Mujeres y Piel Canela.
En Hollywood se codeó con el star-system del momento: Gary Cooper, Burt Lancaster, Joan Fontaine o Vincent Price.
Su papel de guerrillera mexicana en Veracruz la llevó a alcanzar los mayores índices de popularidad de una artista española, apareciendo con el nombre de Sarita Montiel y recibiendo el apelativo de “la bomba latina”.
Cuando rodaba una película con Joan Fontaine – que su convirtió en una gran amiga -, conoció al que sería su primer esposo: el director Anthony Mann. En los descansos también conocería a Elizabeth Taylor y James Dean, quienes rodaban Gigante en un plató cercano.
Llegó a España para rodar El último cuplé y continuó por su periplo americano. Rodó entonces Yuma del director Samuel Fuller. Aquí conocería a Clark Gable, Charles Bronson, etc.
Su estancia en Estados Unidos y su matrimonio con Anthony Mann, la llevó a integrarse en los círculos sociales de las grandes estrellas del momento: Sinatra, Dietrich, Bergmann, Garbol, Hitchcock, etc.
En la mitad de la década de los 50, Sara se toma unas vacaciones y regresa a España. Llega entonces la repercusión internacional de El último cuple, y cerca de una veintena de películas en años posteriores.
Cuando llega la Transición democrática a España, tenía 46 años. Entonces llega la época del destape y decide dejar el cine, volcándose en su faceta musical.
Será por entonces cuando se la apoda como Saritísima – el culpable es el escritor Terenci Moix.
Su popularidad era enorme para diversas generaciones. Sin embargo, el cine ya era pasado, aunque hizo su última reaparición en 2011 en la ópera prima del también manchego Óscar Parra de Carrizosa: Abrázame, parodiándose a sí misma.
Su carrera como cantante la llevó a publicar más de 50 álbumes, grabando más de 700 canciones. Puso de moda de nuevo el cuplé.
Y en televisión ejerció de presentadora en programas como Sara y punto o Ven al Paralelo. A pesar de sus 85 años, el día que fallecía Maria Antonia Abad – Sara Montiel – fue por causas naturales, un paro cardíaco, en su propia casa madrileña. Era el 8 de abril 2013. Enterrada en Madrid, el coche fúnebre recorrió sus principales calles.
Junto a la infinidad de premios y reconocimientos recibidos en vida y posteriores, en su localidad natal, Campo de Criptana, tierra de molinos, un modesto molino – museo la homenajea, además de tener su calle y una estatua en su honor, y una placa en la casa que la vio nacer.
MANUEL CABEZAS VELASCO
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[1] HOSTA, José de: Crónica de la Provincia de Ciudad Real. 1865. Pág. 13.
[2] Golderos Vicario, José: La batalla de Ciudad Real (Guerra de la Independencia, 1809). Excmo. Ayuntamiento de Ciudad Real. Ciudad Real, 2004. Martín de Consuegra Gómez, Antonio José: Napoleón en La Mancha: la ocupación francesa de Ciudad Real.
[3] El propio historiador, Antonio José Martín, nos comentó las citadas palabras para ilustrar este artículo.
[4] Gómez Fernández, Joaquín: Historia de la Ciudad de Ciudad Real y Estracto historico de España y lista de sus Reyes, casamientos y muertes (edición facsímil y transcripción). Editado por Junta de Comunidades de Castilla – La Mancha y Excmo. Ayuntamiento de Ciudad Real. Ciudad Real, 2010. Pags. 135 y ss.
[5] [HERVÁS Y BUENDÍA, Inocente: Diccionario histórico geográfico, biográfico y bibliográfico de la provincia de Ciudad Real. Tomo I. imprenta de Ramón Clemente Rubisco. Ciudad Real, 1914. Págs. 314-5.
[6] GOLDEROS, pag. 31.
[7] PEÑALOSA ESTEBAN-INFANTES, Margarita: Artistas manchegos: Andrade. Instituto de Estudios Manchegos. Mayo – junio 1948.
[8] LÓPEZ – SALAZAR PÉREZ, Carmen: ANGEL ANDRADE (1866 – 1932). Biblioteca de Autores y Temas Manchegos. Diputación de Ciudad Real – Área de Cultura. 1989.
Como decía el historiador inglés Thomas Carlyle, «la historia es como una destilación del chismorreo».
Por cierto, el 28 de marzo de 1809, un alzamiento popular recupera Vigo de la ocupación de las tropas napoleónicas.
En fin, ya sabemos que los historiadores se interesan por el futuro cuando éste ya es pasado…
Gracias Charles por tu seguimiento