El calendario escolar que se publica para cada curso recoge los días lectivos y festivos, donde nunca falla la presencia del mítico Día de la Enseñanza (que este año ha sido el viernes 17 de marzo).
Cuando me dicen que los profesores tenemos muchas vacaciones, suelo responder con cierta sorna que yo soy muy obediente, y hago lo que se me ordena: ¿Qué tenemos un Día de la Enseñanza festivo? pues es festivo, da igual que yo participe o no de la idea, o de los actos oficiales que se organizan a la mayor gloria de los convocantes – pues éstos siempre aprovechan su púlpito para hacer una defensa encendida del valor de la educación en la sociedad y de los esfuerzos que realizan sus respectivos gobiernos, justificar la concesión de premios, y adornar con una serie de gestos protocolarios habituales convenientemente difundidos por la prensa: actos institucionales necesarios en la medida en que haya que hacer amigos y justificar tal honor al gremio de los docentes.
Realmente, no me gusta cómo se concibe este homenaje. Para empezar, la institución de un día festivo y la elección de su fecha. Durante muchas décadas, se instituyó el Día de la Enseñanza (no sé si con este o con otro nombre) el 28 de enero, fecha en que el Santoral marca la celebración de Sto. Tomás de Aquino, impulsor de la Escolástica. Pero no tengo claro que en un estado aconfesional como el nuestro, sea ésta la fecha más idónea: recordemos, sin ir más lejos, que alguien tan católico como Carlos III expulsó del país a los jesuitas, cuya influencia en la enseñanza era notable. Para otros casos, como el Día Internacional del Orgullo Gay, el Día Internacional del Trabajo o el Día Internacional de la Mujer (trabajadora), se han escogido las efemérides de determinados martirios que consiguieron una victoria póstuma. A mí se me ocurren dos efemérides, de dos acontecimientos transcendentes acaecidos en nuestro país: la creación de la Institución Libre de Enseñanza(29 de octubre de 1876) o el asesinato de Francisco Ferrer y Guardia (13 de octubre de 1909). Pero eso de que ambas fechas estén tan próximas tanto del día de la Fiesta Nacional del 12 de octubre, como del principio de curso – y que encima Ferrer y Guardia hubiera sido anarquista – creo que no ayudaría a encontrar respaldo para su elección. Ya puestos, parece que lo mejor es poner un día festivo en el segundo trimestre, pegadito a un fin de semana preferentemente ¿Qué más da que sea o no efemérides, si de lo que se trata es de tener un día de fiesta?
Tampoco tengo claro el beneficio social que conlleva hacerun homenaje al gremio de profesores con un día festivo.Afortunadamente, en la mayoría del resto de los gremios (el de los comerciantes, el de los funcionarios, el de los empleados de banca, el de los agricultores, etc.) este orgullo no implica un día festivo. Una festividad de este tipo, si no se explica, si no se entiende, no tiene ninguna utilidad. El pensamiento más inmediato que puede surgir, es que los profesores son (somos) unos privilegiados, porque encima de tener un calendario laboral muy singular, que ya contiene demasiados periodos vacacionales, encima libran un día por autobombo. Así las cosas, más que suscitar empatía en la sociedad, puede suscitar envidia y malestar, y recurrir al pataleo, porque esto no parece que vaya a cambiar. Si de lo que se trata es de ajustar el número de días laborables y no laborables, no veo razón para instaurar una fiesta de este tipo, creo que podría trasladarse a otro momento.Aunque, por el contrario, debo decir que la consideración de que un día festivo en la escuelasea un problema familiar sobrevenido, porque los niños y adolescentes no estén recogidos en sus guarderías, no me merecen tampoco ningún respeto, porque los profesores no somos responsables de lo que suceda en las familias, ni nuestra función tampoco es custodiar a los alumnos en el horario laboral de sus padres.
Pero obviemos por un momento el asunto del día festivo, y vayamos al fondo. Si en definitiva, lo que se pretende desde las instituciones – particularmente desde el Gobierno y la Mesa Sectorial de Educación – es poner de manifiesto el valor y la incidencia de la educación en nuestra sociedad, y mostrar el orgullo del docente por su trabajo, busquemos otras fórmulas alternativas que sirvan precisamente para lograr ese fin, y no poner un día de fiesta sin ton ni son.
Quizás la mejor manera de poner en valor la educación no fuese instaurar un día de espantada general, sino todo lo contrario: una jornadade reflexión en el propio ámbito escolar, de asistencia obligatoria, algo así como una jornada de puertas abiertas en un día lectivo,donde en lugar de impartir clases ordinarias, se hicieran actividades de acercamiento; actividades de debate sobre el estado de la enseñanza tanto en el propio centro como en general, o sobre lo que significa la educación tanto para profesores como para alumnos y padres; debates o actividades que creo que pueden estar al alcance de los chicos de cualquier edad y condición, pues para eso los maestros están capacitados: para adaptar la conexión con la realidad al rango de edad en cada caso.
La relación entre un profesor y un alumno puede ser más o menos intensa, o empática, pero siempre es especial. Es una relación de responsabilidad en ambos casos, que requiere un mínimo de afecto; no se puede pretender que la enseñanza funcione correctamente desde una posición impersonal – como tampoco me parece saludable lo contrario un exceso de implicación en la vida personal del contrario: el profesor no debe ser una extensión de la familia. Por eso es tan importante la función del profesor. Pero a veces se establece una barrera entre el alumno o el profesor (barrera creada por uno u otro, según los casos) que no aporta nada bueno a ninguno. Considero que del mismo modo que se puede dedicar un tiempo semanal de atención a las familias, o de asamblea en el aula para tratar de temas generales, debería establecerse un día que favoreciese el conocimiento mutuo, para romper esas barreras: que los alumnos no entendieran al profesor como esa persona que solo instruye y califica, ni los profesores entendieran a los alumnos como ese grupo de inmaduros que descubre las debilidades propias para hacer daño donde más duele. Podría ser un día para hablar de todo, para humanizar las relaciones tanto individuales como de grupo, para hablar de la relación del propio grupo, de los problemas de acoso, de las perspectivas futuras particulares…
Es evidente que en un gremio tan amplio hay muchos, muchísimos profesores que entienden la docencia como una mera forma de ganarse la vida, sin que en el sueldo les vaya incluir un trato personal exquisito. Pero creo que habría que incentivar la adquisición de estrategias para mejorar el conocimiento mutuo: al fin y al cabo, el profesor es la autoridad en el aula, y quien con sus prerrogativas determina la forma de lo que allí acontece. También hay otro tipo de profesor, el profesor quemado, poco reconocido por la autoridad o por el alumnado, cuya figura sería necesario recuperar: poco beneficio puede aportar, por otra parte, quien de alguna manera se siente mutilado para ejercer plenamente sus facultades, quien ha terminado por arrinconar sus ilusiones, quien se siente frustrado en su oficio; no hay día festivo que pueda resarcirle de su propia condena.
Y si de lo que en definitiva se trata, es de homenajear la labor de los docentes, lo que tendrían que hacer las autoridades es cuidar mejor las condiciones laborales – especialmente en el sector público – con dotación de medios necesarios, sustitución de recursos obsoletos, mejora de las condiciones laborales, etc. Eso no debería ser un homenaje: un homenaje es algo extraordinario, los medios y la consideración debería ser una cosa ordinaria. Permítanme hacer un inciso, incluir una anécdota personal: Actualmente soy representante en el Consejo Escolar Municipal por mi Centro. Como la mayoría de los docentes tiene jornada laboral por la mañana, las reuniones se convocan por la tarde. Pero a diferencia de la mayoría de docentes de Ciudad Real, mi jornada laboral es de tarde. Este curso se han recibido instrucciones desde la Consejería, por la que no se considera justificada mi ausencia al aula cuando asista al Plenario de dicho Consejo. Así que, como pueden imaginar, ya no voy. Así entiende la Consejería la implicación de los profesores en las instituciones. Así se entiende todo.
A final de curso, los centros docentes deben remitir numerosa documentación al servicio de inspección, entre la que se incluye también una evaluación del proceso de enseñanza y aprendizaje – tal vez con la idea de que dicha evaluación aporte información sobre aspectos a corregir o reforzar. Pero creo que para muchos es un mero trámite administrativo poco práctico, mientras que un Día de la Enseñanza realmente vivo podría aportar a los implicados muchísima más información que el mero envío de informes y datos estadísticos.
Pares y nones
Antonio Fernández Reymonde
Yo soy empleado público y cada vez que alguien me dice que tenemos mejores condiciones laborales que los demás les suelo contestar que las oposiciones están ahí para todo el mundo que desee participar.
Saludos.
No es un problema de funcionarios, afecta también a los profesores de los centros privados. Pero sí, estoy de acuerdo en que hay que trabajarse el acceso al sector privado (aunque sobre los procesos selectivos habría mucho que decir)
Pues sí, este evento festivo-propagandístico es otra buena muestra de lo que valoran la educación nuestros gobiernos…
Y muy apropiadas las dos fechas que propones para el día de la enseñanza… si se valorara esta realmente.
Para quitarse el sombrero con el artículo.
Y, gracias por desburrarnos a nosotros y a nuestros hijos. Los que sabéis de esto desde el ámbito público, debéis tener bien claro que sois fundamentales para que este país tenga algo de futuro, porque si seguimos en manos de los pilaristas más famosos de este engendro de patria…
Menos mal que Cebrián no manda en MCR…