Dice Bendelac que «el primer verso te lo dan los dioses, los demás dependen de las emociones y las ideas«. En una secuencia de Inspiración, Emoción e Ideas.
Algo que se complementa con lo afirmado por Pablo Picasso, al hablar de las Musas: «Que la inspiración, si llega, me encuentre trabajando«.
No siempre ocurre. Y más, cuando falta el trabajo.
Sin trabajo ¿no hay inspiración? Que se lo pregunten a Picasso.
Sin trabajo, lo que no hay es ganas de estar inspirado.
También podemos retocar la frase anterior y hacerla carnal y libidinosa. «El primer beso te lo dan los dioses, los demás dependen de tus habilidades, de tus artes y de tus seducciones«.
De los dioses inspiradores de Poesía, a los dioses iniciadores del Erotismo.
Y ello habla del aburrimiento del Olimpo y del aburrimiento de otros cenáculos.
De Erato a Afrodita. O si se quiere: La palabra que da vida.
O de la Palabra del Verbo al Verbo hecho Carne.
No sólo el barro sirve para hacer la Carne mortal de los primeros Padres. También sirve para moldear piezas cerámicas.
Y ¿si el primer verso inspirado por los dioses, está equivocado o no vale un pimiento? Surge un problema.
Un problema primero, Poético y Político. Y luego, Ético.
Por eso y desde esa constatación, para aquellos que creen que los dioses te dan no sólo el primer verso, sino el poema entero, nace un enorme problema. Un problema casi irresoluble y viciado.
Ese problema es el de la inconsecuencia e incontinencia poética de los dioses.
O el de su incapacidad declarada para el relato. Incluso para el relato Bíblico.
Ahora que circula un libro enorme denominado Las imágenes de la Biblia, lleno de metáforas, poesía y de relatos interminables.
Philip Larkin sostenía que «prefiero no escribir poemas a escribir poemas malos«.
Cosa que no hacen los dioses que dictan poesía barata y ritmos erróneos.
El problema del buen poeta, debe ser sólo el de preferir el silencio a la banalidad.
El problema del mal poeta, es no saber callarse.
Y preferir la maldad del ruido a la bondad del silencio.
José Rivero
Divagario
El mal poeta…se mete hoy a rapero.
Pero el rapero ¿no es un charlista sin boina? Bavardant dicen los franceses. Antes a esos echadores de versos los llamaban rezadores sin oración.
Tu cultura no tiene fondo.
A mí hubo una época que me gustó el rap. Con el tiempo y asumiendo que era un rebelde sin causa, me volví al Gregoriano, a Tomás Luis de Victoria y Palestrina.
Éstos me reconocerás que son rezadores con oración.
Por cierto como corista aficionado, y pringado actualmente en ello, cantar polifonía del siglo XVI es una de las cosas más complicadas en música coral. Tanto como hacer buena poesía. Contar historias es infinitamente más fácil.