La secuencia Hortera-Cursi-Kitsch tiene implicaciones sociales. No sólo derivaciones estéticas.
Hay quien piensa, por ello, en el escalafón de clases sociales, compartimentadas por gustos y disgustos.
Así el populacho Hortera, la Mesocracia Cursi y los pudientes y advenedizos, puro Kitsch, sin saberlo.
La común creencia de lo Hortera, alude a cierta ignorancia funcional, derivada de los modos y maneras de los antiguos dependientes de comercio.
Que eso era, propiamente, un Hortera. Un mancebo o un aprendiz con batón de tela basta.
Y por ello derivaban de esa voz de un empleo oscuro, características de tosquedad e ignorancia, según expone María Moliner en su diccionario.
Manuel Seco, habla en su Diccionario del uso del español, de lo Hortera como algo con mal gusto y ordinario.
Incluso señala, convenientemente, sus derivaciones entre lo Horteril, la Horterada y la más rara Horterez.
Hoy todo ha cambiado, y los dependientes de comercio son elegantes y aún dicharacheros.
Por lo que las características de ese mal gusto y de esa ordinariez tribal sostenida, se señalan a los llamados como Maras, Canis y Chonis.
Tribus urbanas, desprejuiciadas y desinhibidas que exhiben con desdén y con arrojo su propia bizarrería en el vestido, en el peinado versátil, en el cuerpo tatuado y en los gestos todos, glorificados por la ordinariez absoluta.
El escalón siguiente de esa parábola descriptiva de la estética popular, o de ese popificado beodo, está referido a lo Cursi.
Definición que mereciera todo un tratado discursivo de Ramón Gómez de la Serna.
Tratado sutil y útil, que da cuenta de una particular fabulación serniana.
De unas señoritas de Cádiz, apellidadas Sicur, otras veces se las señala con la voz afrancesada Sicour (la inversa de Cursi), que aparentaban lo que no eran ni tenían.
Por ello Moliner describe lo Cursi como “lo que pretendiendo ser elegante, refinado o exquisito, resulta afectado, remilgado, ridículo”.
Y aquí hablaríamos de lo fallido. Cosa que por cierto no existe, ni remotamente, en lo Hortera.
El Hortera lo es sin remisión y sin salvación en su particular infierno.
Mientras que el Cursi capta su fractura social y su fracaso estético, como un alma en pena en un limbo irredento.
Por eso tiene una indudable dimensión sensible y sentimental.
Esa era la definición dada a Gómez de la Serna, por una señorita (probablemente una de las ya citadas Sicur). “Cursi es todo sentimiento que no se comparte”.
Básicamente el ejército Cursi se nutre de los Corazones Solitarios cantados por los Beatles, tanto como de las Boquitas pintadas noveladas por Manuel Puig.
Almas en pena en su particular Limbo sentimental.
Algo parecido sostiene Seco sobre la voz Cursi, capaz de construir las derivadas Cursilada y Cursilería.
Puede que en esta lógica infernal y límbica, se reserve el tramo final para la voz Kitsch, que tiene unas indudables dimensiones cultas y culturales.
Como han demostrado Ludwig Giesz, Herman Broch y Gillo Dorfles.
Incluso López Cuenca y a propósito de una reciente exposición de Mark Ryden, habla de que “este popificado surrealismo no es sino un simulacro sobreazucarado de los experimentos de las viejas vanguardias”.
Es frecuente por ello, que se hayan celebrado en el pasado y en el presente, exposiciones del llamado Arte Kitsch.
Ya se sabe Popificado y exceso de azúcar.
O si se quiere coreografía de escaparate.
Cosa imposible (¿…?) de verificar sobre el potencial Arte Hortera y Arte Cursi.
Y eso que Seco, se esfuerza en designar a lo Kitsch, como “estética cursi, amanerada pretenciosa y de un gusto popular y pasado de moda”.
Por lo que pudiera pensarse, que también lo Cursi es merecedor de un corpus Estético.
En ese límite podríamos llegar a reivindicar también una Estética Hortera.
Estética Hortera de la mano de todo el caudal de la llamada Cultura Popular muy deteriorada y averiada por las tribus urbanas.
Pero no en la clave legitimadora de Lo Popular, defendido por Antonio Machado y Juan de Mairena en sus Decires y Pensares.
Estética Hortera a caballo de la transgresión, en un caldo tibio donde flotan Paquito Clavel, Tomás de Antequera, El Fary y el Torrente de Segura.
Estética Cursi templada, de Karina, de Raphael, de Mario Vaquerizo y de Rafaela Carrá.
Estética Kitsch acalorada del primer Almódovar, de Alaska, de Tino Casal, de las Kardashian y de Jeff Koons.
También del apartamento de Donald Tump, reluciente de dorados y estucos muy presidenciales.
Y en ese universo abigarrado y denso chapotean, con legitimidad, otras características que van de lo Mamarracho, a lo Cutre, del Petimetre al Lechugino y del Pisaverde al Figurón.
Para acabar en el Gomoso y en el Presumido.
Y para coronar a toda la cofradía de estos desheredados del Canon Social del Gusto, con el regio y polifacético Snob.
Que pese a su carencia de nobleza (Sine nobilitas, es la expresión abreviada en Snob) regenta un reino de la impostura.
Voces y gestos que, a veces, se confunden, con la Tosquedad, la Zafiedad, la Patanería, la Cazurrería, La Ordinariez, la Chabacanería, la Vulgaridad, el Palurdismo y la Borriquería.
Y en los límites difusos y discutibles, aletean lo Rústico y lo Basto.
Y más allá de ello, lo Primario y nada elaborado de la Trapacería.
José Rivero
Divagario
Brillante artículo. Creo que no estariase de mas un análisis del perfil psicológico del hortera. Sería el miembro masa, impersonal y gregario que confunde originalidad con vulgaridad, moda con progreso, el buen gusto con el patrón estético aceptado.
En fin que hay una crisis de definiciones.
Buen gusto es fundamentalmente vestirse o exhibirse con cortesía y sustancialidad.
Buen gusto es por ejemplo La La Land, una estetica adaptada a la perenne armonización entre carácter personal y cortesía social. Neoclasicismo y no estridencias de vanguardia decadente.
Comentario que sirve como ejemplo de lo que describe el articulista. Es bueno siempre poner ejemplos empírico. JAJAJA. El caso es escribir, aunque no se diga ná.
En Ciudad Real sabemos mucho de todo esto…
Un ejemplo: el mal gusto es propio de gente como tú…
Cierto, reconozco mi mal gusto alimentando a un troll como tú. No tengo remedio.
Tú mismo.
Interesante artículo.
En definitiva, «piensa en rosa, pero no lo lleves»…