Doctorado, investigación y desarrollo social

.Juna José Rubio Guerrero. Catedrático de Hacienda Pública. UCLM.- El escaso conocimiento social del significado de ser doctor en nuestro país va en paralelo con una sociedad poco desarrollada en aspectos fundamentales de formación académica y profesional, investigación y cultura, y contrasta con la situación en otros países como Alemania donde el doctorado constituye el culmen de la carrera universitaria de excelencia y marca un perfil profesional de máximo nivel.
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El mundo está produciendo más doctores que nunca pero la tendencia se debe a países como China donde la calidad del doctorado es baja. Es tiempo de analizar el significado real del doctorado y de abrir un debate social sobre la importancia por el “amor al conocimiento” que los doctores encarnan.

Un doctor es aquel que ha elaborado un proyecto de investigación tutelado con el fin de demostrar sus competencias investigadoras y obtener de esta forma la más alta titulación universitaria posible. En gran parte de Centroeuropa, el título de doctor es comprendido y muy valorado socialmente. La mayoría de los políticos que acceden a puestos de responsabilidad son doctores, y no es raro que tengan más de un doctorado. Gran parte de este requerimiento de calidad ni importa ni preocupa en países como el nuestro, donde los políticos raramente tienen la formación universitaria más adecuada para su cargo (a veces no tienen formación universitaria alguna) y, en gran parte de los casos, ni si quiera suelen dominar el inglés, la moderna “lingua franca” sin la cual no solo no es posible comunicarse bien con colegas de otros países sino que es imposible la adquisición y actualización del conocimientos técnicos y científicos a partir de las fuentes originales.

El título de Doctor viene de la palabra latina del mismo nombre y significado, que deriva del verbo “docere” es decir, enseñar. Se ha empleado durante más de mil años como título académico desde el origen de las universidades en Europa. En los países de habla inglesa se emplea el término Ph.D. (abreviaciones de Doctor of Philosophy) y el nivel académico varía en función del país, institución y momento histórico. Conviene señalar que el término “filosofía” no se refiere únicamente al campo de la filosofía, sino que recoge el sentido griego de “amor por la sabiduría.

En el mundo angolsajón, hay una diferencia fundamental entre doctorados profesionales, doctorados en investigación y doctorados superiores. Mientras que los primeros no desarrollan tesis sino un periodo más o menos largo de habilitación profesional, los segundos han de defender una tesis basada en investigación original, y los terceros muchas veces requieren de una segunda tesis para ejercer como profesores universitarios, como en el caso de Alemania. Esta distinción no existe o resulta confusa en países latinos como Italia, Portugal o España.

Un doctor, por sus competencias investigadoras demostradas, es un profesional de la ciencia, altamente cualificado (y con experiencia demostrable) para enfrentarse a problemas, hacerse preguntas, ser crítico con su propia investigación y la de otros, y hacer avanzar el conocimiento. Es decir, es alguien que basa su crecimiento profesional en replantearse una y otra vez todo lo que sabe, desafía el conocimiento establecido como método de trabajo, y está habituado a aprender de los errores. Poco que ver con un político o un directivo al uso en nuestro país, perteneciente a esa mayoría que no sólo carece de doctorado sino también de las muchas virtudes que se desarrollan con un doctorado y que permiten nivel competencial de máximo nivel y adaptable a diferentes realidades y evolución de su área de conocimiento, pero que, en algunos casos, se permiten despreciar, desde la ignorancia, lo que desconocen.

La erudición y la búsqueda de la verdad y el conocimiento puede ser una aventura personal y solitaria, como con frecuencia lo es, pero también tiene un componente de proyección social innegable que permite correlacionar países con elevado nivel doctoral con alto nivel de investigación básica y aplicada y con alto nivel de desarrollo económico y social. Parece ser que los tiempos actuales empujan más a mirar por la seguridad económica que a buscar ideales de servicio al bien común y mejorar el conjunto de la sociedad. Pero es indiscutible que nadie puede valorar lo que no conoce. Si la sociedad no conoce el significado de un doctorado, difícilmente lo valorará. Parece que el sistema académico en nuestro país ha fallado comunicando el sentido de una tesis. Los académicos y científicos no hemos sabido aclarar a la sociedad cosas básicas de nuestra formación como es la tesis doctoral. El doctorado es una pieza esencial, necesaria pero no suficiente, para el desarrollo de un tejido cultural, técnico y científico que conecte y enriquezca los distintos actores para alcanzar ambiciosos objetivos sociales. Si la sociedad no vislumbra las implicaciones de un doctorado, tendrá difícil estimar qué importancia le concede a la investigación y le faltará criterio para situar el nivel de la inversión pública en la exploración del conocimiento. Es decir, sin comprender la esencia y las implicaciones de la investigación, representadas por una tesis doctoral como primer paso, la estrategia de I+D+i de cada país (de nuestro país y de Castilla-La Mancha) podrá tomar el rumbo errático con escasa rentabilidad social y económica. Así pues, los científicos y académicos de esta España del siglo XXI tenemos una tarea adicional al quehacer investigador, la de mostrar para qué sirve un doctorado. Y a esta tarea le sumamos el desafío, o casi más bien la provocación personal, de lograr que los ciudadanos se sientan orgullosos de sus doctores, de su investigación y comprendan que cada euro gastado en estas actividades es un euro invertido en la proyección social de su territorio y en el bienestar de sus compatriotas.

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