Sean demócratas, voten

Manuel Valero.- Debiera ser al contrario dado que el escepticismo cuando es producto de cierto esfuerzo intelectual reconforta el espíritu y asienta la cólera. Pero no. A día de hoy y habiendo sido testigo de la Transición o nefando régimen del 78 reconozco que no me alcanza con seguridad la comprensión, o aprehensión que dirían los filósofos, del concepto Democracia.

Más que nada porque para que haya Democracia tiene que haberdemócratas… y entonces, ay, ahí hay una duda que comienza a ser más que razonable, pues uno no sabe qué es mejor si  demócratas sin democracia en las cárceles y mazmorras del régimen que los condena o demócratas de conveniencia o pacotilla que apuntan directos al corazón del régimen del 78 que los aúpa, y posibilita que sienten sus témporas en San Jerónimo para hacer carrera política, e incluso despacharse contra la ficha delictiva de sus señorías, que sí, que hay un variado pipirrana.

Desde el 78 ha habido de todo, evolución, madurez, progreso, decencia, éxito social, homologación democrática, autoestima…  pero también, como suele corresponder a los periodos de bonanza manirrota, clientelismo, corrupción, rencillas, fracasos, guerras despiadadas por el poder, exclusivas periodísticas, escándalos, juicios, gente principalísima en la trena… lo cual le resta novedad a lo que pasa hoy. Por el régimen del 78 tenemos hoy juicios a mansalva con la corrupción institucional en el banquillo y también la posibilidad de que cada cual exprese su opinión, como yo ahora. La redes sociales han elevado exponencialmente la libertad de expresión que se ha frivolizado hasta la prostitución. ¡Cuánto memo hay que confunde libertad de expresión con el insulto y la amenaza!

Debido al resultado de unas elecciones, las segundas después del aparente fin del bipartidismo, el actual presidente en funciones será reelegido merced a la abstención del PSOE después de negar a Rajoy tropecientas veces. Para ello, hubo que remover los órganos de dirección del PSOE dada la obstinación de su secretario general de ensayar por segunda vez una mayoría con los enemigos del régimen del 78 y los vecinos nacionalistas cada vez peor avenidos con el resto de la vecindad nacional. La fórmula fue la dimisión en bloque de buena parte de la Ejecutiva, la dimisión forzada del resto, el nombramiento de una Gestora y la convocatoria de un nuevo Comité que dijo abstención donde antes decía el No del doctor Sánchez. 

Estatutariamente no tiene pegas el procedimiento aunque de cara a la galería aparezca como el asesinato de Julio César. La pregunta es si la abstención es para evitar terceras elecciones o la otra Triple Alianza del cambio radical y alternativo al 78. Sea como fuere, en ambos casos, en la investidura de Rajoy, que no embestidura, como en la decisión del segundo Comité, hay un acuerdo democrático si nos ajustamos al concepto básico de los acuerdos democráticos cual es  una decisión sustentada en el voto de una mayoría después de debatir, replicar y contrarreplicar los asuntos y que posteriormente  es de obligado cumplimiento para cuantos participaron en el debate libre y democrático sin que la decisión adoptada suponga perjuicio para nadie.

Sin embargo, hay una mani convocada por quien sabe dónde para el mismo día en que se investirá, que no embestirá, a Mariano Rajoy con los votos de los diputados y diputadas. Y también están los diputados y diputadas socialistas que defienden en conciencia el No y mantienen que votarán No  en segunda ronda. Pues bien, con estos mimbres uno se pregunta, no qué es la Democracia que tanta boca llena, sino qué es ser demócrata.

Si el Congreso que es el sancta santorum de la soberanía popular producto de unas elecciones libres y que hoy acoge a quien ayer lo rodeaba-es asediado por la gente… ¿dónde están los demócratas, dentro o fuera? Y si algunos de los que están dentro quieren participar rodeando el Parlamento como rodeándose a sí mismos… ¿cuándo es más demócrata cuando está dentro o cuando está fuera?.

Pero hay una palabra mayor y es la conciencia. Ah, la conciencia, esa de la que Lenin decía que lejos de ser interna, íntima, propia, personal, individual,  puro albedrio libre y silente, era externa y supeditada al criterio y juicio de las masas, siempre los juicios.  Y ojito, terciando la conciencia que es el juez que cada cual lleva incorporado aunque no con la misma diligencia, el asunto se complica, y eleva de categoría una decisión humana, tan compleja como su condición. Entonces no cabe más discusión. La conciencia, ese duendecillo que nos sopla la coherencia es lo primero… desde luego pero con todas las consecuencias, entre ellas la renuncia al escaño y la marcha a casa con la cara bien alta, como al parecer va a hacer Sánchez, lo cual lo honra, como deshonra quedarse en el pupitre parlamentario cobrando la soldada a costa del contribuyente.

La Democracia necesita demócratas y no sitiadores de ningún bando –es como si una ultraderecha rediviva rodeara la investidura de un presidente neo78 para embestirlo después-y la condición de demócrata hay que demostrarla a cada segundo si se tienen responsabilidades políticas… o no, que el talante democrático es una valor más civil que político. Una sociedad avanzada y fuerte en su músculo civil puede crear organizaciones y asociaciones y un estado de opinión que den lugar a un nuevo pensamiento, un nuevo modelo social, un nuevo sistema… siempre que se ponga  a cocer en el horno de la urna. La insurrección es el acceso de furor de la verdad. A veces insurrección es resurrección, que decía el gran Victor Hugo. Aunque para Rusiñol,  una revolución es el triunfo de los ambiciosos de abajo sobre los medrosos de arriba. Aunque puestos al recurso de las citas, artimaña a la que más de uno recurre para impostarse hasta la contorsión me quedo con la de Oscar Wilde: Si van a hacer la Revolución háganla rápido, me aturde el ruido; si quieren hacerla sin estruendo, sean demócratas, voten.