Las segundas Jornadas de participación para el diseño de la cultura de Ciudad Real, celebradas el pasado 1 de octubre, supusieron el primer punto y seguido del Consejo de Cultura, órgano creado seis meses atrás. Las expectativas iniciales que generó este proceso participativo se han desinflado, quedando de manifiesto en la escasa asistencia a este segundo encuentro. MiCiudadReal.es ha pedido a algunos de los consejeros, dos de ellos que dejan el órgano, Alberto Muñoz y Ramón del Valle, y a Miriana Squillaci, que continúa, una valoración sobre la trayectoria del Consejo de Cultura, tomando como punto de partida sus opiniones nada más entrar a formar parte de él.
Miriana Squillaci: «Habrá que hacer muchos ajustes en la estructura y metodología de trabajo del Consejo»
Es difícil evaluar estos 6 meses de trabajo del Consejo de Cultura de Ciudad Real. Esta experiencia había empezado con un gran entusiasmo y sentido de responsabilidad, debido a la novedad que representaba para mí la llamada de una administración pública a la participación ciudadana en el diseño de la política cultural de la ciudad.
Al día de hoy y tras las II Jornadas sobre políticas cultural, que han tenido una escasa participación, creo que lo más importante será involucrarse al máximo para que cuantos más colectivos y ciudadanos se unan a este órgano de participación mejor se pueda comunicar una imagen real de las necesidades culturales de la ciudad, favoreciendo una cultura más inclusiva y con un enfoque trasversal y no solo artístico.
Creo, personalmente, que en los meses a seguir habrá que hacer muchos ajustes en la estructura y metodología de trabajo del Consejo si queremos que este órgano pueda ser realmente representativo de las necesidades y deseos culturales de la ciudad, si se quiere recuperar e incrementar el entusiasmo inicial y, sobre todo, si se quiere crear confianza en su funcionamiento.
Seguramente podría ayudar mucho empezar desde la base, creando un marco de políticas culturales realmente compartido y del cual no se ha hablado en estos meses. Involucrar otras concejalías (Educación, Participación, Juventud y Bienestar Social, por ejemplo) si se quiere tener un enfoque más amplio y que nos permita llegar más allá de simple realización de eventos, más o menos aceptados y atractivos para los ciudadanos.
Queda mucho, muchísimo por hacer y espero que todos nos involucraremos con compromiso y voluntad para conseguir que esta ciudad crezca de verdad desde el punto de vista cultural.
Ramón del Valle: «El consejo se centra exclusivamente en la defensa de los intereses del gremio»
Cuando en la I Jornada de participación cultural, fui elegido para representar a la comisión de Artes Escénicas en el Consejo de Cultura, me comprometí a que mi representación iba a durar sólo los seis meses de período constituyente. Y así ha sido; no me he presentado a la reelección. Pensé que, mi formación jurídica, mi experiencia en temas de gestión y de organización de eventos culturales, mis muchos años de dedicación al teatro; podían ser útiles para el proceso de participación, tan novedoso y tan necesario, que se estaba iniciando. Se trataba de transitar hacia un nuevo modelo de política cultural, al menos así lo entendía yo. Ha pasado este periodo de tiempo constituyente y toca hacer balance ¿El Consejo de Cultura ha respondido a las expectativas que en su día se generaron? Pues si atendemos a la escasa asistencia de las II Jornada celebrada el sábado, obviamente ha menguado el interés y la respuesta necesariamente es: no ¿Por qué? A mi juicio el proceso adolece de ciertas carencias y debilidades que se deben corregir para evitar que naufrague.
1 – La primera tarea que se debiera haber abordado –no se ha hecho- es dotar a la ciudad de un plan estratégico, de un modelo de política cultural que sirva de referente para el trabajo de la concejalía y del consejo. El modelo debe tener vocación de perdurar en el tiempo, no depender de los cambios coyunturales políticos. Y para eso se hace imprescindible un pacto por la cultura que comprometa a todas las fuerzas políticas. Un cambio de modelo no se produce, sin más, incrementando la programación cultural, que ha crecido de forma notable.
2 – El consejo se ha configurado de modo corporativo. Las comisiones se organizan, salvo la transversal, como representativas de las diferentes artes. Cuando la representación en el consejo se centra exclusivamente en la defensa de los intereses del gremio, por muy legítimos que sean, nos estamos olvidando de los intereses colectivos. Y los simples ciudadanos interesados por la cultura ¿qué voz tienen? Un consejo de cultura con visión amplia e integradora debiera tenerlos en cuenta.
3 – Es necesario dotar al consejo de medios humanos y materiales suficientes para que pueda cumplir su cometido con plena eficacia. Tratarlo como un aliado, no ponerle ninguna traba e inconveniente y hacer que la información fluya con transparencia. Hace falta algo más que buenas intenciones (nadie duda que las hay); es necesario tener además acierto. Para vencer el hartazgo de muchos años de inanición, se debe constatar que se producen cambios tangibles y rápidos; las decisiones no pueden dilatarse en el tiempo y los acuerdos se deben implementar con prontitud.
4 – Hay un enorme déficit de espacios municipales para que las asociaciones y artistas puedan desarrollar sus objetivos y acometer sus producciones artísticas. Es constatable que algunos grupos tienen que “emigrar” para poder seguir trabajando. Gran parte de mi trabajo en el Consejo se ha basado en aportar una propuesta, redactando un estudio sobre espacios y un reglamento para el acceso y uso de forma transparente. Finalmente ha habido receptividad con este asunto y el edificio del Impefe se pondrá a disposición de las asociaciones de todo tipo (no solo culturales). Pero la solución sólo resuelve en parte el problema; los espacios no se van a adecuar, en muchos casos, a las necesidades reales de los grupos y es previsible que el edificio pronto se colapse, siendo insuficiente para cubrir toda la demanda.
5 – Un Consejo de Cultura, debiera serlo de toda la actividad cultural que emana de la corporación municipal. La programación cultural no sólo la hace la concejalía de cultura donde se incardina el Consejo, también la concejalía de educación y de festejos.
El proceso que se ha iniciado, no es fácil y necesita de un determinado tiempo y recorrido. En estos seis meses se han hecho algunas cosas positivas, pero no se ha producido ningún hito importante que produzca cambios duraderos en la fisonomía cultural de la ciudad. Si se corrigen las debilidades y carencias enunciadas, el Consejo puede ser el motor de un cambio necesario o, por el contrario; convertirse en una figura decorativa de marketing político. En esa encrucijada se encuentra. Solo cabe desear lo primero, ser generoso y desearle acierto y buen criterio.
Alberto Muñoz: «El Consejo de cultura ha sido una herramienta funcional y complaciente»
De las esperanzas iniciales depositadas en el proceso impulsado por la Concejalía de Cultura, nos encontramos seis meses después, con una sensación de desencanto. Creo que los procesos de cambio hay que verlos con perspectiva. Efectivamente, seis meses son pocos para que un modelo de política cultural obsoleto, rancio y oxidado pueda desarrollar un movimiento suficientemente ágil para que sea reconocido y para que marque un nuevo rumbo. Sin embargo, seis meses, incluso menos, ha sido tiempo suficiente para comprobar y confirmar que la voluntad municipal tienen unas aspiraciones mucho menos ambiciosas de lo que algunos esperábamos. La determinación del Equipo de gobierno en materia de política cultural, con su concejal al mando, está orientada hacia la mera gestión cultural. Esto es, a gestionar eventos, a programar actividades, y, en la medida de las cortas posibilidades, a gestionar espacios para su desarrollo. Para ello, el Consejo de cultura ha sido una herramienta funcional y complaciente. Un mecanismo, más que participativo, justificativo del modelo oficial. No ha habido debate sobre el estado cultural de la ciudad, ni ánimo de establecer una misión y objetivos estratégicos para la política cultural local. No ha habido debate resolutivo sobre el necesario vínculo entre cultura y educación o entre cultura y desarrollo social y local.
Cierto que el modelo actual, con sus imperfecciones, mejora en muchos aspectos al inmediatamente anterior. Sin embargo ha heredado de él ciertos vicios que parecen difíciles de erradicar de un área municipal tan tentadora como es Cultura.
Un proceso engañosamente participativo, por tres razones. Primera, porque ha sido una participación decreciente y limitada a los colectivos interesados. Segunda, porque no ha habido una decidida promoción de la participación entre la ciudadanía y los desmotivados. Tercera, porque ha sido una participación de salón, que sólo se ha interesado por decorar la casa pero no por no ahondar en los defectos estructurales de sus cimientos para corregirlos. Una política cultural participativa que se ha quedado en sencilla gestión cultural asistida.
El proceso se puede reajustar si hay voluntad de crear una política cultural que permanezca en el tiempo. Para ello hace falta decisión a la hora de realizar ese arriesgado cambio de modelo. Reestructurar la propia Concejalía de Cultura, que está preparada para trabajar como oficina de gestión y programación de actividades, pero que en un modelo verdaderamente avanzado, participativo y de impacto sociocultural requiere aprender a trabajar por proyectos, contar con más personal y con una cualificación más adaptada a estas nuevas necesidades. Hace falta diseñar un marco general para la política cultural local que cuente con el apoyo de todas las fuerzas políticas y con el apoyo de otras Administraciones. Es necesaria la participación de los vecinos, no sólo como receptores o consumidores de cultura, sino como agentes activos y creadores.
En lo personal ha sido una experiencia enormemente pedagógica, ya que he conocido más de cerca determinados mecanismos y voluntades. Y he aprendido que cualquier posibilidad de cambio exige seguir luchando también desde fuera de unos mecanismos que se resisten a cambiar.
no me extraña que la valoracion sea tan negativa,esta ciudad es la que es y somos como somos.zamora y herrera quisieron pasarse de listos revolucionando a las asociaciones culturales dándoles voz y creando un espacio de reunión para hacer algo maravilloso y ponerse una medalla,pero a las pruebas me remito.ellos se salen con la suya porque su falta de ideas siempre las podrán tapar con el resultado de estas reuniones.al final la ciudad seguirá con la programación anual en el quijano,las asociaciones y demás colectivos solicitarán el quijano cuando lo necesiten para sus cosas,el teatro de la sensacion será el programe espectaculos diferentes dirigidos a un determinado público,y los eventos ya consolidados como por ejemplo manchacomic,fecicam,y demás seguirán funcionando pero gracias a la iniciativa privada aunque luego los dos sujetos en cuestións corran para hacerse la foto y firmar mil convenios de colaboración.me fuí de cr por no poder luchar contra molinos de viento y aqui el viento sopla en otra dirección.