El encantamiento del Consejo de Cultura de Ciudad Real / 1ª parte

Después de tantos años demandando desde diversos frentes la creación de un Consejo de Cultura en Ciudad Real, José Luis Herrera, Concejal de Promoción Económica, Cultural, y Turística ,anunciaba en rueda de prensa que se crearía este órgano durantelas “Primeras Jornadas Participativas para el Diseño de la Cultura en Ciudad Real”, los días 1 y 2 de abril. Sin embargo, seis meses después se puede corroborar en el sector un desencanto profundo y generalizado al respecto.
Entre las competencias del Consejo se incluirían la elaboración de las bases para la convocatoria de subvenciones, la realización de eventos propios de la concejalía (citando como ejemplo el “Día de la música”) y la valoración de proyectos que los colectivos de Ciudad Real proponen a la Concejalía. Así se anunció. Pasados seis meses se constata, entre otras cosas, que la capacidad y autonomía del Consejo para diseñar o valorar algo ha sido mínima; la evaluación del trabajo de las comisiones, imposible; las consultas a los representantes, escasas; y la participación ciudadana sostenida, lejos de ser estimulada,a día de hoy resulta prácticamente nula.

Al recuperar la memoria de aquella rueda de prensa, me resulta inevitable recuperar sensaciones ya vividas en anteriores legislaturas, cuando se creaban espléndidas expectativas de un futuro mejor con promesas (irrefutables en ese momento) sobre grandes fastos: con estas Jornadas, abril de 2016 sería el punto de inflexión en la Cultura de Ciudad Real. También se anunciaba en dicha rueda de prensa que Ciudad Real sería el foco y el objetivo prioritario para el Gobierno Regional de los actos del IV centenario de la muerte de Cervantes, con el Museo del Quijote como referencia, atrayendo certámenes, festivales, musicales, mercadillos, exposiciones. Y la firma de un convenio con el Festival Internacional de Teatro Clásico de Almagro, con el certamen “Cervantes en rap” (cuyo coste se cifraría en 6.522 €)… y poco más. Extraña manera ésta de un incentivo turístico o de dar relevancia al sector cultural local en el marco del Festival Internacional. Y sin quitar mérito a los ciclos de conferencias cervantinas y congresos realizados, hemos podido comprobar que, en definitiva, el impacto social que se anunciaba ha sido puntual, más propio de una burbuja que de un impulso extraordinario a la cultura por la conmemoración de una efemérides, que no ha tenido consecuencias posteriores en infraestructuras culturales de ningún tipo.

Volviendo a las “Jornadas para el Diseño de la Cultura en Ciudad Real”, en mi opinión, el debate debería haberse hecho a partir de un documento base de análisis de la situación, de propuesta de modelos y objetivos de política cultural alcanzable a corto y medio plazo, cuyo marco no solo recogiese las aportaciones de los asistentes (muchas de ellas repetidas por las distintas comisiones) sino las necesidades y los medios para acometerlas; y un compromiso efectivo por hacerlas cumplir. Pero diseñar… allí no se diseñó nada. Los asistentes a aquellas Jornadas, participamos a través decomisiones de materias artísticas diversas (Música, Teatro, Cine, etc.), agrupadas con mejor o peor fortuna, incluyendo una para asuntos “transversales” – entiendo que ésta espara los asuntos que tengan impacto directo en la ciudadanía, antes que para responder a los intereses (legítimos, por supuesto) de los miembros del sector profesional cultural local. Allí se debatieron y presentaron una batería de propuestas, sin discusión ni objeciones; se recogieron todas y cada una de las ideas u ocurrencias que surgieron – incluso aquellas que pudieran ser incompatibles –  dando por hecho que eran aceptadas.

El 4 de abril publiqué en miciudadreal.es un artículo de opinión, sobre los problemas previos y la participación en las Jornadas y cómo entendía la sostenibilidad del proyecto; sobre la génesis, desarrollo y expectativas del Consejo; también mostraba satisfacción y esperanza. Los representantes en el Pleno del Consejo ya podrían empezar a trabajar para organizar la puesta en marcha de las propuestas que surgieron, como la mejora de la coordinación con otras instituciones (concejalías, diputación, etc.), la mejora en la información (a través de la web municipal, la agenda cultural integral o de la instalación de tablones públicos), la ampliación y mejora de espacios para uso cultural, la revisión de los convenios vigentes, el aumento de eventos en donde participe el sector cultural local a lo largo del año, el establecimiento de criterios determinados para la convocatoria de subvenciones, o la creación de una feria de asociaciones culturales… entre muchas otras.

Pero pronto se hizo evidente que el Concejal tenía su propio plan de acción: corresponde al Concejal, como Presidente en funciones, convocar y establecer los temas en el orden del día de las reuniones del Pleno del Consejo, según sus prioridades, necesidades y tiempos ¿Qué incidencia ha de tener en la Cultura de la ciudad la existencia del Consejo? ¿Ha de servir solo para que asesore a la Concejalía cuando ésta lo demande, o deberían ser vinculantes sus decisiones? Podría decirse que cuando los representantes del Pleno han planteado otras cuestiones, necesidades o el seguimiento de las propuestas de las citadas Jornadas (como la revisión de los convenios vigentes, la creación de un blog dedicado al Consejo, o los espacios) la Concejalía se ha mostrado autocomplaciente, le ha faltado capacidad de empuje, o tiene otros tiempos y no ve necesidad de apremio para acometerlas. La falta de correspondencia de la Concejalía con el Consejo ha afectado también a la falta de información o consulta al Consejo sobre temas tales como la rehabilitación del Museo Elisa Cendreros, las bases del Premio “López Villaseñor” de Artes Plásticas, el Festival de Música de Alarcos, las escuelas municipales de ámbito artístico como música o danza (aunque éstas sean competencia de la Concejalía de Educación y Deportes), los conciertos de la Feria…A fecha de hoy, cabe preguntarse muchas cosas: por qué no hay una temporalización para estas actuaciones, qué gestiones se han hecho para aquellas propuestas en las que se necesita del concurso de otras instituciones, qué se ha hecho y que se ha dejado de hacer, en quien recae la responsabilidad de lo que se ha hecho y lo que no…

Me parece ilustrativo el arranque de los trabajos del Pleno del Consejo (constituido por los representantes de las Comisiones y el Concejal). La primera reunióntuvo lugar el fin de semana inmediatamente siguiente al de las Jornadas. Se discutió principalmente sobrela revisión de la convocatoria de subvenciones y sobre una propuesta de reglamento del propio Consejo – pues el mandato de los representantes durará 6 meses por tratarse de un periodo para sentar las bases de su funcionamiento, con un volumen de trabajo perentorio extraordinario.

Podría haberse convocado la siguiente reunión dos, tres semanas después. Sin embargo, la segunda reunión se convocó a la semana siguiente de la primera reunión, sin apenas tiempo para hacer un debate serio y constructivo en las distintas comisiones sobre tan importantes asuntos pendientes. Nada justificaba esta urgencia. El Reglamento, que se hizo con tanta premura – y que dejaba pendiente la necesaria redacción de un Código Ético, así como la regulación de la participación ciudadana en el propio Consejo – quedó a merced de algún técnico municipal para comprobar si su redacción contenía algún aspecto inadecuado.El técnico apreció alguna cosa, pero el reglamento sigue sin ser efectivo. A falta de obligaciones recogidas en el Reglamento o el Código Ético, la actuación de los representantes en el Pleno solo obedece a su criterio y buena voluntad. En cuanto a las subvenciones, es difícil valorar positivamente que, sin noticias en 10 meses (que es cuando se produjo el relevo en el gobierno municipal) sobre una nueva convocatoria de subvenciones, este asunto hubiese que despacharlo de cabo a rabo en el plazo de una semana, haciendo corresponsable del mismo al Consejo (¡y hay que reconocer el esfuerzo intenso de los consejeros que tanto trabajaron esos días!). Por cierto, estas bases se llevaron a la Junta de Gobierno Municipal dos meses después, en junio y se publicaron el 12 de julio; dicho sea de paso, las subvenciones para los Festivales de Folklore y de la Seguidilla se publicaron antes, y para esto tampoco se consultó sobre este asunto al Consejo: extraña cosa, teniendo en cuenta que en el Consejo de Cultura también hay una mesa de Folklore.

La tercera reunión del Pleno del Consejo tuvo lugar el 2 de junio, sin tanta prisa.

En el Pleno del Ayuntamiento del 28 de abril, el anterior Concejal de Cultura, Pedro Lozano, solicitaba información sobre las reuniones del Consejo de abril y la participación de los partidos en dicho Consejo. No comparto sus argumentos – que esto del Consejo y sus representantessean cosa de un solo partido – pero sí el fondo del asunto: creo que los partidos políticos que nos representan en el Ayuntamiento deberíanestar también en un órgano de participación y de decisión en la política cultural de esta naturaleza, como sucede en otros consejos sectoriales, mientras no condicionen los trabajos de los representantes del Consejo: la Cultura, como bien común, debería mantenerse al margen del rifirrafe político (por más que cada uno piense como quiera), y los políticos deberían velar por el impacto de las resoluciones en la ciudadanía y por la independencia del Consejo.

Aun entendiendo las dificultades propias de su creación, resulta imprescindible una evaluación integral del Consejo en sí – y tal vez haya una segunda oportunidad con las Jornadas anunciadas para principios de octubre, en donde se produzca la renovación de los representantes del Pleno. Que las cosas deberían haber sucedido de forma distinta es un clamor.

No creo que manifestar estas discrepancias me aporten ningún tipo de beneficio, antes al contrario; pero estas discrepancias no se manifiestan públicamente: en un modelo de relación entre gobernante y gobernado donde las peticiones se siguen sustanciando como antes, en los despachos (y donde aquellos que han creído en el Consejo han sufrido las consecuencias de su parálisis resolutiva), seguramente mucha gente calle por las consecuencias que pueda acarrear una discrepancia en público. Como aquel cuento del emperador que llevaba un supuesto traje invisible, y al que nadie se atrevía a decirle que en realidad no llevaba nada puesto.

Pares y nones
Antonio Fernández Reymonde