A veces las palabras se confunden por su proximidad fonética, pese a lo distante de su significado.
Otras veces, la identidad y la similitud de sus significados se sustenta en dicciones muy distantes.
Problemas de la Sinonimia. Problemas de la Etimología. Problemas de la Semántica.
No conviene confundir lo geográfico de Cerril con lo zoológico que designa a esa voz como a animales no domados ni domesticados.
Incluso, no conviene confundirlo con lo caracterológico, que propone tanto una Rudeza como una Obstinación.
Pese a todo, un terreno Cerril, como una persona Cerril. No tanto un ganado Cerril e Indómito.
Lo Abrupto pues, como lo Tosco.
Incluso se incluye como tal, como Cerril a lo Rústico.
Cuando bien cierto es que con tal designación de Rústico, señalamos al Campo, al llamado Medio Rural.
El que va del Ager al Saltus.
Y el que se va muriendo, sin que le hagamos mucho caso.
Hay veces en que el Refinamiento vive más y mejor en el Campo que en la Ciudad.
‘Menosprecio de la corte y alabanza de la aldea’, como decía Antonio de Guevara en 1539.
Aunque luego resultase que Guevara hablaba por boca de ganso. Rara vez frecuentaba la aldea y se pavoneaba, rutilante, en la corte.
Por eso, una cosa es hablar y otra dar trigo. Incluso dar trigo en la aldea,
Cientos de años más tarde, y en paralelo a la Revolución Industrial se llegó a afirmar que «El aire de la ciudad hace libres«.
Que dicho en alemán era más verdadero por su sonido metálico: ‘Stadtluft macht frei’.
El terruño que mata, asola y agobia.
La tabla de ciudad que libera. Pero que disuelve la identidad del individuo, en la masa anónima.
Al final el aire de la ciudad será escaso y contaminado. Como ya va siendo.
Y el aire de la aldea, abundante y saneado.
Mucho aire bueno, para pocos. Poco aire malo, para muchos.
Pero ¿quién quiere aires del pueblo? Más allá de cantos folclóricos y de grupos regionales de excursionismo.
Más allá de Museos Etnográficos y de falsos Ministerios de Desarrollo Rural.
Todo al revés, todo del revés.
Como las palabras que atan tanto como desatan.
Todo espantihorrendo y todo patidifuso.
José Rivero
Divagario
En tu caso las únicas palabras que se agradecen son las que no atraviesan la barrera del silencio.