La Junta de Comunidades de Castilla La Mancha subvenciona un proyecto de investigación e innovación de la universidad regional, para el estudio y documentación de grabados históricos y pinturas rupestres ubicados en la cuenca alta del Guadiana y en Sierra Madrona. En Alcázar de San Juan se está trabajando en tres ubicaciones, los pozos de Navarro, el pozo del Empego y pozo Tello; donde se encuentran unos grabados históricos que, hasta ahora, no habían sido debidamente documentados. En el proyecto participa Víctor López Menchero -director de las excavaciones de Piédrola- que destaca la peculiaridad de los petroglifos encontrados.
Los expertos están utilizando en este proyecto de investigación técnicas de documentación innovadoras, haciendo uso de las nuevas tecnologías para obtener imágenes en tres dimensiones de pinturas y grabados. El estudio, que está dirigido por el profesor Jorge Onrubia, comenzó a finales del año 2014 y concluirá en diciembre de 2016. El trabajo de campo se concentra principalmente en dos ubicaciones de la provincia de Ciudad Real; Fuencaliente, por sus pinturas rupestres esquemáticas, y Alcázar de San Juan por la existencia de grabados históricos muy peculiares.
Los grabados históricos alcazareños -que se encuentran en los pozos de Navarro, el pozo Empego y pozo Tello- fueron descubiertos hace años por Ángel Vaquero, Jesús Lizcano y Juan Ángel Ruiz Sabina; aunque hasta ahora no habían sido debidamente estudiados y documentados. Un hallazgo que no debió resultarles muy sencillo, ya que los grabados –debido a la erosión del tiempo- sólo pueden detectarse a determinadas horas del día (amanecer y atardecer) y en determinadas estaciones del año. La imposibilidad de divisarlos a simple vista durante las horas de sol, ha hecho que los expertos que están documentándolos trabajen durante la noche y con una iluminación especial.
Aunque la investigación aún no ha concluido, la hipótesis más probable es que los petroglifos descubiertos hagan referencia a símbolos de protección, tallados en la roca por pastores y canteros. Se sabe que en la mayoría de los casos no se trata de grabados prehistóricos porque aparecen motivos cristianos como diferentes cruces: cruz y orbe, calvario de una cruz sobre el monte Gólgota (simbolizado por un triángulo), calvario completo con tres cruces, cruces simples, cruces dobles. Símbolos que, como se ha mencionado, se utilizaban para pedir protección en el viaje -en el campo y en los caminos, como es el caso- o protección para la familia y el hogar –de las tormentas o los malos espíritus- cuando aparecían grabados en las ventanas y puertas de las viviendas.
De las tres ubicaciones que se están documentando en Alcazar, la más significativa es la de los pozos de Navarro, junto al río Gigüela y a la Cañada Real Soriana. El valor de este emplazamiento no se encuentra sólo en la peculiaridad de los petroglifos encontrados –que también- sino porque además se han encontrado varios alquerques (juego árabe antecesor de las damas) que han merecido un estudio aparte. A esto se suma la proximidad a un paisaje recientemente recuperado, la Junta de los Ríos Záncara y Gigüela, lo que da pie al diseño, con el tiempo, de una ruta interpretativa que integre los aspectos medioambientales con los históricos.
La historia de Alcázar de San Juan no deja de sorprendernos, gracias a las investigaciones desarrolladas por la Universidad de Castilla La Mancha, en ocasiones subvencionadas por la Junta de Comunidades –como sucede con este estudio- y en otras también por el Ayuntamiento, como es el caso de las excavaciones de Piédrola.
Víctor López-Menchero -uno de los expertos que está participando en el estudio de los grabados históricos alcazareños- es además el director del proyecto arqueológico de Piédrola que volverá a retomarse el próximo lunes 8 de agosto. En esta ocasión, se realizarán dos grandes sondeos en una zona reforestada ubicada frente a la importante villa romana que se destapó en 2015. Hay que recordar también que en el verano de 2014 se encontró una necrópolis islámica y un silo medieval, además de fragmentos cerámicos, que demostraron la existencia de una comunidad musulmana que se asentó en Alcázar de San Juan hace más de 1.000 años.