Asociación Ojos del Guadiana Vivos
La Asociación Ojos del Guadiana Vivos, con motivo de la quinta marcha de los Ojos del Guadiana, quiere manifestar públicamente su apoyo a la misma, máxime ante el lamentable estado de los mas significativos humedales de la Reserva de la Biosfera de la Mancha Húmeda, y en tal sentido recuerda lo recogido en el Convenio de RAMSAR, y el insuficiente compromiso de nuestro país con los acuerdos suscritos:
Considerando las funciones ecológicas fundamentales de los humedales como reguladores de los regímenes de aguas y como hábitat de una flora y de una fauna características y sobre todo de las aves acuáticas;
Convencidas de que los humedales constituyen una reserva de gran valor económico, cultural, científico y recreativo cuya pérdida sería irreparable;
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Deseosas de suprimir ahora y en el futuro las progresivas disminuciones de estos humedales y de la pérdida de estas zonas;
Reconociendo que dichas aves acuáticas en sus migraciones estacionales, pueden atravesar las fronteras y deben por consiguiente ser consideradas como una reserva internacional;
Persuadidas de que la conservación de los humedales, de su flora y de su fauna puede estar asegurada conjugando políticas nacionales que prevean una acción internacional coordinada,
Las Partes Contratantes han convenido lo siguiente…”
Así está escrito en el preámbulo de la Convención de Ramsar o “Tratado de los Humedales”, que fue suscrito en la ciudad iraní que da nombre al tratado de 2 de febrero de 1971. De ahí que esta fecha del 2 de febrero haya sido instituida como Día Mundial de los Humedales.
Vale la pena recordar algunas cosas, a modo de modesto homenaje de la Asociación Ojos del Guadiana Vivos a tan significado día, cual son las que siguen:
El tratado de Ramsar constituye el primer gran acuerdo mundial en aras de la protección de la Naturaleza, prologando un año a la Convención de Estocolmo, la cual supuso el primer esfuerzo del hombre por salir al paso de la degradación ambiental del planeta. Puede asumirse que la preocupación por la protección de los humedales impulsó determinantemente la preocupación por el deterioro del medio ambiente mundial.
Resulta también significativo que la Convención de Ramsar se adelantara igualmente a la Convención de París sobre puesta en valor y salvaguarda del patrimonio cultural y natural de la Humanidad, origen de las muy conocidas declaraciones de “Patrimonio de la Humanidad”.
No es baladí el hecho de que fuera elegida la ciudad de Ramsar para la firma del Tratado. Dicha ciudad se encuentra ubicada en las inmediaciones de la desembocadura de los ríos Éufrates y Tigris en el océano Índico, el área donde algunos de los intérpretes del Antiguo Testamento (Libro Sagrado de las religiones cristiana, judía y musulmana) han querido situar el Paraíso Terrenal. Sin duda alguna, el paisaje de vida en torno al humedal allí existente supone un contraste notable frente al desolado paisaje desértico del entorno.
La Convención de Ramsar cabe entenderla como la proyección hacia la Política –con mayúsculas, concebida ésta como el procedimiento racional que los hombres hemos establecido para la toma de decisiones prudentes- de la preocupación que un Comité de Expertos hizo suya tres años antes, reunidos en el pequeño pueblo francés de Saint Marie de la Mer, en pleno humedal del delta del Ródano. En efecto, dicho grupo de científicos –en el que se encuadraban algunos españoles- adquirió el compromiso de elevar a sus respectivos gobiernos la preocupación por el deterioro y continua pérdida de humedales en prácticamente todos los países del mundo. El resultado de tales gestiones fue la reunión de Ramsar.
El Rey firmó el Instrumento de Adhesión a la Convención de Ramsar el 18 de marzo de 1992, siendo publicado el mismo en el Boletín Oficial del Estado del 20 de agosto de ese mismo año. No cabe interpretar como buen presagio para los humedales españoles que nuestro país tardara 11 años en ratificar aquel tratado.
En ese acto de ratificación nuestro país asumió el compromiso, ante la Comunidad Internacional, de salvaguardar los dos humedales quizás más emblemáticos de la Península Ibérica, las Tablas de Daimiel y el paraje de Doñana, en los que ya entonces recaía la condición de Parque Nacional.
Bueno es saber que el Tratado de Ramsar deja la puerta abierta a la desclasificación de humedales antes declarados protegidos, no sin menoscabo, claro está, del prestigio internacional en la protección de la naturaleza. Así, en el apartado 5 del artículo 2º se expone que “… las partes contratantes… por razones urgentes de interés nacional podrán retirar de la lista o restringir humedales ya inscritos…” aunque “… informarán lo más rápidamente posible de tales modificaciones a la Organización responsable de la gestión de la Convención” (hasta la fecha la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza).
En pleno proceso de debate del Plan Especial de Alto Guadiana, parece oportuno recordar el origen de la preocupación por los humedales y sacar a colación lo que el futuro nos puede deparar en relación con el singular paraje que otrora fueron las Tablas de Daimiel. En manos de los castellano-manchegos queda el reto.