¡Ahora sí toca!

Felipe Medina SantosFelipe Medina Santos

Fue el 13 de Enero. Manifestación de muchos. No de todos. “PAZ. VIDA. LIBERTAD. CONTRA EL TERRORISMO” Rajoy argumentó que no estaba clara la leyenda de la pancarta. Para ser presidente, dijo D. Mariano, hay que exigir algo más que haber cumplido 18 años y ser español. A lo mejor hay que exigir también que el candidato entienda qué significa PAZ. VIDA. LIBERTAD. CONTRA EL TERRORISMO.

No estuvieron todos. Lo de Esperanza Aguirre estaba claro. Andaba inaugurando rencores. Del brazo de Aznar, de Acebes, de Zaplana. Saludando listas de espera sanitarias. Sonriendo cínicamente a los entubados de urgencias. Así murió el Caudillo. Con trombos en el alma –pensaba- y está en la historia. Esperanza-Presidenta. De todos los madrileños, dice ella. No de dos ecuatorianos con los sueños triturados por una bomba asesina. La derecha es la derecha y pone rosas en la tumba de Gregorio Ordóñez. Rosas merecidas, conseguidas con la inocencia de una muerte mientras paseaba juventud por las calles vascas. Mal nacidos los que asesinan y pisotean las rosas de Gregorio. Junto a Aznar, al lado de una tumba profanada dos días después por unos chavales locos. Profanada también por el mismísimo ex-presidente con palabras envenenadas contra la palabra grande de los que empujan la paz. Esperanza-Presidenta.Presidenta de chotis madrileños, no de ecuatorianos sobrevenidos. Esperanza ausente.
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Gallardón, perdido en su laberinto. Hombre-centro. Lo proclaman los politólogos radiofónicos. Buscando púlpito por la M-30 para proclamar su rebeldía contra la derecha-derecha. Presencia inmediata en la T-4. Porque los alcaldes se despiertan a cualquier hora. Madrugada fría de 30 de diciembre. Bomba humeante. Bomba infierno. Bomba certera que derroca el sueño de dos muchachos. Que trunca la ilusión de una hipoteca a las afueras de Valencia. Para siempre dormidos en tierra española, madrileña. Y allí está el alcalde. Inaugurando el llanto de una ciudad estremecida de escarcha.
Manifestación a las seis de la tarde. Trece de Enero. Alcalde ausente. Está abriéndole camino a Rajoy. O cegándoselo. La leyenda de la pancarta es ininteligible para Mariano. Gallardón no la divisa. Mira al centro y la cabecera de la manifestación está a la izquierda. Ningún concejal presente. Ni siquiera Ana Botella, rumiante de posibles presidencias. El Alcalde sólo ve elecciones inmediatas. A lo mejor por la cabeza de Aznar rotan otras candidaturas. Y Aznar manda. Y Mariano obedece. Y todo es posible. Ya estuvo en la T-4. Estuvo junto a la muerte. Pero junto a Cándido Méndez, Llamazares, Blanco, el grupo de cómicos y los miles de personas que ponen brazaletes negros a la Castellana, es distinto. El prefiere el calor de Génova, Goya abajo, a la derecha.

Alcaraz, talibán de falsos dolores, convoca otra manifestación para este sábado. Ahí sí estarán. Porque se puede gritar contra un gobierno que “traiciona a los muertos”, porque se puede pedir la ejecución de Zapatero como se exigía hace un tiempo -¿se acuerdan?- lo de Tarancón al paredón. Veinte años son nada que dice el tango. Ni treinta. Cuando el guaperío más fascista de Fuerza Nueva lucía la camisa que tú bordaste en rojo ayer. Cuántos se quedaron allí, cara al sol, morenos de arqueología, sin más futuro que el ayer embalsamado de la Plaza de Oriente.

Anchuras de Gallardón y Aguirre que retoman alcaldía y presidencia junto a Alcaraz e Inestrillas, con banderas victoriosas al paso alegre de la paz.

Gallardón y Aguirre, ¡presentes!

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