Pues sí. Rupert Croft-Cooke, de Kent (1903-1979) fue, más que un aventurero, un culo de mal asiento y escritor inglés gay que anduvo por La Mancha (y por buena parte de todo el mundo). Era un hombre muy culto, hijo de un agente de bolsa, formado en los caros y estreñidos colleges británicos de la época.
Pero salió rana, anarquista y bon vivant, y trabajó en París como preceptor ya cuando contaba diecisiete años; a los diecinueve ya había publicado su primer libro de poesía. Sabía bien el español, porque estuvo viviendo un par de años en Buenos Aires, donde fundó el semanario La Estrella; allí conoció a un joven camarero de la India que fue su pareja durante veinte años, José Sussainathan, antes de volver a Inglaterra en 1925 para empezar en serio su carrera de librero de viejo, escritor y periodista y meterse en el ejército inglés; con él anduvo por África durante la Segunda Guerra Mundial y luego por la India, como instructor de espías y oficial de una compañía de gurkas. Fue después un crítico literario muy estimado en The Sketch hasta que a los cinco años se aburrió y lo dejó. Le metieron seis meses en la cárcel por ejercer su condición sexual, entonces reprobable. Fue un escritor muy prolífico, no menos de 125 títulos dejó. Aparte de moldear ensayos, biografías, guiones cinematográficos y una treintena de novelas policiacas bastante entretenidas bajo el pseudónimo de Leo Bruce, muchas de ellas traducidas al alemán y al japonés, nos dejó una visión de las tierras manchegas a comienzos de los sesenta en el libro que referencio más abajo, que he comprado por anticuario pero todavía no he tenido el tiempo de leer; él había estado antes en España como corresponsal de guerra, y sobre este episodio publicó un libro, The last days of Madrid. Resulta que se había instalado en Tánger, como muchos escritores maricones de la época, especialmente norteamericanos, aunque también había algunos ingleses, como los Bowles, y allí vivió entre 1953 y 1968; cuando él y su secretario, amigo y amante, que en 1951 andaba con el nombre de Joseph Alexander y ahora era denominado Joseph Susei Mari, se encontraban hartos de moros, se venían a Chipre, a Madeira, a Alemania, a Irlanda, o se acercaban a España. Acá aprovechó para hacer el viaje manchego documentado en la obra aludida. Quien más quiera saber hará bien en buscar el epistolario de los tortolitos, que está en el archivo de la Universidad del Estado de Washington. Habría que investigar su relación con Brennan, aunque en las memorias de este yo no recuerdo haber leído nada sobre él, como tampoco en las de Bowles; también es verdad que entonces no lo conocía y ya no tengo gana de releerlos. De todas maneras, el mundo de Tánger y sus escritores pirados aparece en dos de sus autobiografías, que están por traducir, The Tangerine House, (1956) y The Caves of Hercules, (1974). La traducción al español del libro de viajes manchego, por cierto que muy ilustrada con fotos ajenas blanquinegras y a color, tuvo cierto éxito, ya que se reimprimió en Barcelona tres veces:
De la mano de Don Quijote. Un viaje a través de la España de ayer y de hoy. Barcelona: Plaza y Janés,. 1965, 1970 y 1976. Creo yo es refactura de suThe Quest for Quixote (Secker & Warburg, 1959).
Su pluma (la policiaca) le hizo crear dos detectives; el primero fue un sargento de policía muy rural y despistado; el segundo, del que dejó más títulos, fue lo opuesto: un profesor de historia de instituto, gentleman refinado y sibarita, como el propio autor, que era un gastrónomo consumado. Creo yo que se hizo hispanista (y gitanista) leyendo a Borrow; quizá por eso le vino su particular pasión por el circo. El caso es que ya en 1927 nos sorprende con una traducción de Bécquer: Twenty Poems from the Spanish of Becquer (Oxford, 1927), seguramente perpetrada para no perder el español. Su lírica es de la experiencia, sensual, y a veces se mostró satírico. Entre sus biografías destacan las de Bosie y su novia Óscar Wilde. Por demás, deberían traducirse su novela Picaro (1934) y, entre sus veintisiete libros autobiográficos, el último, Conduct Unbecoming (W.H. Allen, 1975). Yo no me los voy a conseguir, porque tengo otras cosas que hacer, y aquí lo dejo para que alguno nos haga el favor.
Contornos
Ángel Romera
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Erudito e interesante como siempre.
Como no lo hagas tu me temo que sera un tema olvidado.Seria muy interesante que investigases sobre el tema please.
«Escritores maricones», ¿No se le suena mal? ¿No tiene un tufo ofensivo? ¿En serio?
Decía el notorio actor, dramaturgo, director y escritor gay (nombre que también utilizo en el artículo) Luis Escobar Kirkpatrick, marqués de las Marismas, que él no era gay, que él era «maricón de los de toda la vida». Los verdaderos gays no tienen complejos respecto a las denominaciones, sobre todo si han salido del armario. Por demás, existen muchos tipos de homosexuales, no solo uno. Simplificando los podríamos llamar LGBT, pero hay incluso algunos que prefieren otras denominaciones. Para mí son simplemente personas. Y no los margino, porque, de hecho, soy uno de los pocos escritores ciudarrealeños que habla de ellos. Los demás están arrimados culo a la pared temiendo atávicamente qué sé yo qué contagio o sida. Deberían salir de su armario heterosexual y no negarse a tratar estos temas. Porque esos armarios están hecho precisamente de silencio y de gente que no sabe llamar a las cosas por su nombre, llámese gay, maricón, LGBT o lo que sea.
Antetodo como bien dices, personas: homo, heteros, hermafroditas, y curas y monjas…pues especimenes somos todos.