Constantino López.– Leía ayer en ABC un artículo de María José Muñoz en el que entrevistaba a Gregorio Marañón, que para quien no lo conozca, es el Presidente de la Fundación El Greco 2014 y responsable último del magnífico y rotundo éxito que supuso para España, para Castilla-La Mancha, pero especialmente para Toledo la celebración del IV Centenario de la muerte del pintor.
Aquella ocasión -hace dos años-, supuso un espaldarazo para la ciudad de Toledo (la ciudad que el pintor eligió para vivir los años más fructíferos de su creación artística) que en el año 2014 aumentó espectacularmente su número de turistas recibidos, más de diez millones de personas (10.069.000) visitaron la exposición “El griego de Toledo” y siendo más de 400.000 (400.064 personas) las que visitaron la muestra “El Greco: arte y oficio”.
La conmemoración del IV Centenario de la muerte del Greco fue el evento cultural más importante del año en España, posibilitó generar para la economía de nuestra región casi 368 millones de euros, unos ingresos 18 veces superiores al presupuesto invertido (20 millones de euros), y hay que decir que tuvo una repercusión cultural de primer orden y un impacto mundial que transcendió nuestras fronteras.
Ello fue posible gracias a que se involucraron las principales instituciones del país, tanto la Corona (SS. MM. Los Reyes de España fueron los Presidentes de Honor) como el Gobierno de España y el Ministerio de Cultura; pero también las principales instituciones de la Región, políticas, religiosas, académicas y administrativas. Y la inestimable participación como colaboradores de diferentes empresas privadas de las más significativas de Castilla-La Mancha.
A pesar de que en palabras de Gregorio Marañón, “El Greco nos ha llamado a todos”, es indudable que la cuidada y esmerada programación y también la superlativa coordinación, tuvo mucho que ver en este éxito extraordinario.
Y volviendo al comienzo del artículo, lo que leía en la entrevista de prensa de ayer y que enseguida me llamaron la atención, fueron las palabras que a este respecto pronunció Gregorio Marañón: «Tengo la impresión de que la conmemoración de Cervantes, el más universal de los escritores en lengua castellana, no se ha preparado adecuadamente» y más adelante también decía: «El Centenario de Cervantes debería tener un reflejo muy potente en todos los países de habla hispana, incluyendo EEUU».
Comparto estas ideas, tengo la misma apreciación. Castilla-La Mancha que fue capaz de organizar (según el Observatorio de la Cultura) el tercer acontecimiento cultural más valorado en España, tras el Museo Reina Sofía y el Museo del Prado y por delante de Museo Thyssen-Bornemisza, el Guggenheim o la feria ARCO entre otros; no ha estado a la altura en esta conmemoración.
A mi juicio hay dos factores fundamentales que justifican este fracaso: Uno y no menos importante, que no se ha preparado con el tiempo necesario (no hace falta recordar que la programación del año cervantino fue presentada por la Junta de Comunidades el pasado día 1 de abril, a tan sólo 22 días vista del evento principal, la muerte y enterramiento de Cervantes que aconteció el 23 de abril de 1616) y que además no se ha puesto al frente de la preparación de este programa a personas que estén verdaderamente a la altura de lo que el acontecimiento exige, y digo bastante, si digo que para este importantísimo evento cultural, el gobierno de la Junta ha designado a un político.
Pero es que el otro factor determinante de que el acontecimiento esté abocado al fracaso o cuando menos a pasar sin pena ni gloria, es la propia esencia, la enorme repercusión, la dimensión que tiene el propio Miguel de Cervantes. Me da la impresión de que este personaje universal supera y con mucho a la Junta de Comunidades que ha visto ante sí un reto demasiado difícil de asumir.
Al igual que El Greco se sentía profundamente toledano y los toledanos querían al Greco y lo tenían por uno de los suyos, no ocurre igual con Cervantes.
A pesar de que se casase en Esquivias con una toledana; a pesar de que situase El Toboso en el mapa del mundo haciendo enamorarse a su hidalgo de la Dulcinea toboseña; a pesar de que haya una partida de bautismo de Miguel de Cervantes Saavedra en Alcázar de San Juan; a pesar de que localidades como Argamasilla de Alba, Campo de Criptana, Quintanar de la Orden o Mota del Cuervo se sientan tan cervantinas; a pesar de que el manco de Lepanto haya situado gran parte de las aventuras del hidalgo en las tierras inabarcables de la Mancha y nos haya regalado gratuitamente una propaganda turística de alcance mundial que es impagable; a pesar de que viviese algunos años en Toledo y de que se impregnase de la ciudad en su múltiples estancias en ella y finalmente, a pesar de que en el Alcaná de la ciudad encontrase un cartapacio con unos papeles viejos escritos en unos caracteres que conoció ser arábigos y que resultaron ser la «Historia de don Quijote de la Mancha, escrita por Cide Hamete Benengeli, historiador arábigo», la Junta de Castilla-La Mancha no se lo ha prohijado como suyo.
Y es que Cervantes es tan grande que no es de nadie. Como fue en la vida un espíritu libre, lo es en la muerte: es de todos y no es de nadie.
Miguel es un escritor universal y atemporal. Es del mundo, trasciende los países y las épocas, es de acá y es de allá (su Quijote consiguió lo que él nunca pudo: llegar a América), es de los franceses y de los ingleses que fueron quienes primero valoraron su enorme valor, es de los románticos, es de los modernos y sobre todo es de los contemporáneos y ello es así porque su obra sigue viva y lo que escribió hace ahora cuatrocientos años, sigue siendo plenamente actual.
Ni siquiera Alcalá de Henares que lo tiene como hijo suyo, se ha atrevido abiertamente a tirar de este carro.
Creo sinceramente que la Junta de Comunidades ha perdido de forma lamentable una magnífica e irrepetible ocasión. Y creo que debía de haber elaborado una programación acorde con la talla del literato, creo que debía haber hecho una mayor labor de coordinación con todas las ciudades que se sienten cervantinas y haber aglutinado una programación estelar, sobre todo teniendo en cuenta que posiblemente ninguno de los que estamos leyendo esto asistamos al quinto Centenario.
Era de justicia haberle hecho a Miguel de Cervantes Saavedra una conmemoración a la altura de lo que él se merece, devolverle un poco, tan sólo un poco, de lo que hizo por nuestra tierra.
Pero no todo está perdido porque si bien puede pasar el Centenario sin pena ni gloria, nosotros los lectores, podemos y debemos hacer el mejor homenaje posible para un escritor: leer y conocer su obra. En eso debemos empeñarnos.