Haciendo amigos: «Por qué no soy cristiano», de Bertrand Russell

palabrasmarginalesEl señor Russell tenía cierta predisposición por liarla parda. Vamos, que no se cortaba un pelo cuando había que generar algún tipo de polémica. Le concedemos el beneficio de la duda y pensamos, con toda la honestidad de que somos capaces, que el señor Russell estaba lejos de la pose y de la provocación gratuita, es decir, que este hombre pensaba de verdad lo que escribía y lo que decía.
En los tiempos actuales, una figura como la suya se habría prestado fácilmente a la manipulación por parte de los medios que buscan la sal gorda antes que la sustancia de verdad. Claro que en los tiempos actuales afirmaciones como las que se vierten en algunas partes de este libro habrían pasado (y de hecho, pasan) sin pena ni gloria, sin despertar la menor inquietud y por supuesto ni el menor espanto.
El señor Russell se explica con claridad, expone conceptos profundos con una prosa de amanuense práctico en lo suyo, de manera que al lector le quedan las cosas bastante claras, al menos las cosas que quiere Bertrand Russell que queden bien mostradas. Según este filósofo, nada de malo hay en la muerte, lo que viene después es un descanso eterno, sin castigo alguno; por_que_no_soy_cristianola descripción de la ideología cristiana en este libro puede herir más de una sensibilidad, pero bueno, decimos nosotros que con no leerlo, todo arreglado. Por nuestra parte, no entramos en el fondo de la cuestión, precisamente porque la cuestión tiene demasiado fondo para nuestras entendederas. Cierto filósofo un tanto añejo dijo que le costaba tanto afirmar que había dios como que no lo había, así que prefería quedarse con lo primero porque lo segundo no resultaba admisible. Russell no, Russell tira por la calle de en medio como un elefante en una cristalería y no deja títere con cabeza. Al final del libro se incluye un ilustrativo apéndice donde se nos cuenta cómo se fraguó la ruina académica de este hombre que vivió la vida tal y como a él le dio la gana. No es, por ello, extraño que encontrase enemigos en su devenir diario. Lo cual no es raro, dado que, en su época, se atrevió a escribir lo siguiente:

Es mi opinión que la religión se basa principalmente en el miedo. Parte de ella es el terror a lo desconocido, y parte, como ya he dicho, el deseo de sentir la presencia de una especie de hermano mayor que nos acompañe en todo momento y nos ayude en nuestros problemas y disputas […] Lo que un buen mundo necesita es conocimiento, compasión, y coraje. Lo que no necesita es la prolongación de los odios de nuestro pasado, ni las riendas al libre desarrollo de la inteligencia que crean las palabras pronunciadas hace siglos por un grupo de hombres ignorantes. (Bertrand Russell)

Emilio Morote Esquivel
Palabras marginales

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7 COMENTARIOS

  1. Hace tiempo leí su autobiografía, sacada de la Biblioteca Pública, porque era un tomazo respetable muy caro y difícil de conseguir; no recuerdo gran cosa, a excepción de que casi se muere en China y cuánto elogiaba la ironía y la mala baba de los chinos; lo único que saqué en limpio es que este hombre buscaba la verdad con ahínco. Eran los gloriosos tiempos de su amigo y discípulo Luis Wittgenstein, al que es de creer que no entendió demasiado.

  2. Yo actualizaría a Russell:

    El miedo al más allá (se ignora a la muerte, de la que nunca se habla y además en serio) y el miedo al más acá (la dureza de la vida, que sólo el escapismo puede mitigar), ha hecho al hombre moderno el más ignorante de la Historia porque evitar dos REALIDADES que son VERDADES vitales:

    1º.- La Muerte

    2º.- El Sufrimiento

    Ante las cuales las generaciones precedentes estuvieron más preparadas.

    Si el miedo existe, está precisamente en el Hombre moderno y no en el clásico.

    Ninguna cultura ha prescindido tanto como la nuestra de tratar sobre la muerte y el sentido del sufrimiento.

    Esta sí que es una Kultura de ignorantes.

  3. Las palabras de Russell sólo muestran cierta DIGNIDAD con la que se un ser humano no creyente debe afrontar su muerte.

    El exceso de afirmar la ignorancia de los creyentes, sólo le hace más muerto que sencillo entre los compadres del cementerio.

  4. El hombre moderno vive (artificialmente) apartado del sufrimiento y de la muerte. En concreto, vive apartado de su CONTEMPLACIÓN. Todo lo relativo a la muerte, la enfermedad, el horror de la vida… queda morigerado, oculto tras una cortina de buenas intenciones que no son más que eso: intenciones. El hombre moderno no está preparado para la muerte porque no lo está para la vida. La COBARDÍA se ha convertido en una seña de identidad del hombre noderno. Cobardía para no poder asumir que somos apenas motas de polvo en el universo, fruto de una casualidad cósmica que se remonta en sus inicios a QUINCE MIL MILLONES DE AÑOS. Por eso, porque no puede soportar esa cruel realidad (que no somos nada, pero nada), el hombre moderno rinde culto a un dios ultramundano o, lo que es peor aún, a un dios, digamos, «terrestre» o más bien pedestre y por supuesto mucho más prosaico que el dios del que hablan las religiones. Ese dios moderno y mundano es el DINERO.

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