Fermín Gassol Peco. Director Cáritas Diocesana de Ciudad Real.- En el Día de las Personas Sin Hogar escribo estas líneas desde la esperanza. La razón está en que por fin hemos escuchado del gobierno de la nación unas palabras que invitan a ella.
Espero y deseo fervientemente que lo dicho por el ministro de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad sobre la Estrategia Nacional Integral de Personas Sin Hogar no sea pólvora electoral para aparentar ser más sociales; que con este tema jugar es un puro “sacrilegio”…sino el comienzo de un camino que pronto acabe en lograr que las cuarenta mil personas que duermen en las calles de nuestro país, tengan unas ventanas por las que asomarse cada noche y poder seguir hablando de una manera más digna con sus viejas amigas las estrellas.
Como bien dice Alonso esta iniciativa es pionera en España. Bienvenida sea…aunque se trate de un logro demasiado demorado y como resultado también de las presiones ejercidas por parte de la Federación de Entidades de Apoyo a las Personas Sin Hogar (fePsh).
Mientras llega tan ansiado momento, nada fácil de materializar por otra parte en poco tiempo pues su articulación requiere de dotación económica estable, además de un plan ambicioso, serio y riguroso ejecutado por profesionales expertos, toca ahora dirigir la mirada, las palabras y deseos de colaboración al resto de ciudadanos que ven a los “sin techo” como personas muy distintas.
Cada semana muere una persona en la calle y en un tercio de las ocasiones de una manera violenta. Una siniestra dinámica a la que hay que poner freno de una manera tajante entre todos. Los cinco objetivos perseguidos, prevención, sensibilización, seguridad, restauración del proyecto de vida y mejora de la información de los que habla la citada Estrategia, suponen de manera necesaria la colaboración del grueso de la ciudadanía en todos ellos, sobre todo en la restauración del proyecto de vida y seguridad. Porque resulta del todo sorprendente a la vez que bochornoso e infame que esa seguridad sea para preservar a los desamparados de las iras y graves agresiones que algunos ciudadanos de una manera tan incomprensible y absurda como vil, proyectan sobre ellos. Algo tremendamente preocupante sucede en nuestra sociedad cuando se constata que está aumentando la ‘aporofobia’, el odio violento hacia el pobre, un pecado que denota la degradación moral de quienes lo hacen.
Esta estrategia prevé también, como indica uno de sus objetivos, después de proporcionales un techo, trabajar por su inclusión en la vida normal de la sociedad y darles un empleo. Esta experiencia no es nueva, funciona con éxito en países como Canadá y Estados Unidos, (el housing first, que consiste en facilitar una vivienda a una persona sin hogar como base para su reinserción social).
Nadie está en la calle por gusto y la mayoría de los que se encuentran en esa situación no responden a la circunstancia de estar esclavizados bajo la tiranía de algún vicio, sino que en más de la mitad de los casos se debe a la tragedia de haber perdido el trabajo y la vivienda por no poder hacer frente a la hipoteca. Es decir…que la otra orilla no se encuentra tan lejana de nadie.
Las grandes soluciones a este problema no pueden venir sino de los poderes públicos que para eso están y tienen los medios económicos, técnicos y mediáticos necesarios para atajarlos. Pero si los ciudadanos no nos involucramos y tomamos conciencia de su gravedad e importancia, no lo hacemos nuestro, estas soluciones nunca acabarán interiorizadas, ni por tanto asumidas por la cultura social.
Esta es, pues, la hora de la ciudadanía. Esta es la hora de la repercusión y aceptación empática social. Ojalá muy pronto, nadie carezca de un techo bajo el que cobijarse y amar; ojalá que dentro de muy poco tiempo, nadie carezca de una ventana a la que asomarse para saludar al sol del nuevo día o decirle a las estrellas, buenas noches porque lo sean de verdad y no un deseo tan sarcástico como imposible. PORQUE ES POSIBLE, NADIE SIN HOGAR.