Alumbre inaugura este viernes la exposición «La ribera», de Víctor Díaz

Continúan las actividades por el tercer aniversario del local del colectivo fotográfico Alumbre. Este viernes, a las 20:30 horas se inaugurará la exposición «La ribera», de Víctor Díaz, «el encuentro con un río, el Guadiana, desaparecido en los últimos treinta años, que retorna a su cauce por la mínima voluntad del ser humano y las muchas ganas de la naturaleza para que las aguas discurran por donde siempre fueron».
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Podría pensarse que el tema de la conservación de los recursos naturales está reñido con los asuntos de la estética, pero, reflexionemos un momento. Vayamos a un amanecer templado de noviembre, la bruma dorada sobre el río y el silencio solo roto por las grullas recién llegadas del norte buscando la tierra que acaba de ser sembrada. Más allá del interés científico por la migración de estas aves, por su etología o por los daños que puedan hacer en los cultivos, está la oportunidad de ir caminando, pararse un momento pegado a una encina y esperar a que unos centenares de ellas pasen por encima de nuestras cabezas y podamos escuchar como el viento se desliza entre sus plumas. No hay unidad de medida para eso. Son las artes quienes reclaman ese poder instantáneo de la experiencia estética como agente en la relación bidireccional entre el hombre y el medio. Ellas son hoy las protagonistas en la conservación de un valor natural fundamental, el que por su cercanía nos pasa más desapercibido: la belleza.

Tomamos la escala cronológica de los procesos naturales como argumento para que se entienda que nuestro papel como habitantes de este medio supera el propio tiempo y se adentra en el de nuestros hijos y nuestros nietos y mucho más allá. Tenemos que desprendernos de esta inmediatez que rige hoy el modo de afrontar la relación que mantenemos con el delicado sistema del que formamos parte. Desde las manifestaciones artísticas tiene que jugarse un papel clave en la trasmisión de los valores de respeto por el medio. La apreciación y el disfrute de la belleza natural son algo presente e íntimamente ligado a las artes y ahora ese encuentro lo hacemos desde la necesidad de conservar el medio. Ya no solo por una u otra especie más o menos emblemática, sino por nuestro derecho y el de nuestros sucesores a disfrutar de esa belleza como legado de los que estuvieron antes, como parte de nuestra identidad.
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La ribera es el lugar de encuentro de lo sólido y lo líquido. Es el encuentro con un río, el Guadiana, desaparecido en los últimos treinta años, que retorna a su cauce por la mínima voluntad del ser humano y las muchas ganas de la naturaleza para que las aguas discurran por donde siempre fueron. Es mi reencuentro con el lugar donde he crecido y donde he aprendido a disfrutar de la belleza. Y, sobre todo, ha sido posible gracias al poder de la solidaridad y la colaboración, ingredientes indispensables para el que es nuestro último fin: la celebración colectiva de la belleza más cercana.‎

Estas fotografías están realizadas desde el asombro que reclamaba Rachel Carson como mejor camino para conservar la naturaleza a través de su belleza y que yo pude aprender de personas como Ignacio Meco, cuya obra refleja perfectamente este espíritu de conservación del medio natural desde las artes. Sus grabados y piezas de plata de la fauna ibérica y de Doñana dan prueba de que, lejos de ser nueva, esta idea del arte como herramienta de conservación medioambiental se viene desarrollando en paralelo al movimiento ecologista contemporáneo también en nuestro país, de modo que son muchos los artistas, sean conocidos, como César Manrique, o no tanto, como José María Mezquita, los que ponen el acento de su obra en lo delicada y compleja que es nuestra manera de estar en el todo del que formamos parte.

Son una invitación a que apreciemos la belleza de lo más cercano. Para estar en la naturaleza, no hace falta un potente equipo, ni ser un experto, ni siquiera es necesario el paisaje más espectacular o la especie más exótica: basta con ganas de pasear y con un poco de paciencia. Así, la curiosidad suele verse incitada y, normalmente, recompensada.

Víctor M. Díaz Núñez de Arenas. Daimiel, 1977.
Licenciado en Historia del Arte y Máster en Gestión Cultural. Autor del libro de poesía Almazen (La luz roja, 2005) y del fotolibro La ribera (2014). Realizo mi tesis doctoral sobre Arte y Ecología en el Departamento de Arte III (Contemporáneo) de la Facultad de Geografía e Historia de la Universidad Complutense de Madrid. Profesionalmente, además de a la investigación, me dedico desde hace más de diez años a la edición de todo tipo de libros. En lo personal, reparto mi tiempo entre la fotografía y los pájaros, dos excusas perfectas para mantenerse al aire libre y cerca del Guadiana.

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