Salir fuera

Manuel Valero.- Lo que son las cosas. Décadas atrás salir fuera a trabajar era una opción encomiable. La mayoría de nuestros inmigrantes de boina y maleta pobre que cruzaron la frontera a la Europa próspera se ocuparon en trabajos de todo tipo pero optaron a mejores sueldos, mayores garantías y hasta contaban con la oportunidad inaudita de aprender el idioma de acogida así fuera sin rigor académico.
ManoloValero3
De modo que cuando regresaban (yo he tenido familiares que emigraron a Bélgica) bien para una corta estancia vacacional o para quedarse, lo hacían con cierta pátina cosmopolita. De niño, mis tíos nos traían cosas del extranjero que aquí, en mi barrio puertollanero de calle trepadora hacia el cerro de Santa Ana nos parecían asombrosas. Así tuve mi primera bici, una bici belga, y un calentador de agua para el té con un silbato que chiflaba con los primeros vapores.

Cuando mi madre ponía agua a calentar en lo alto de la estufa yo llamaba a la cuadrilla y esperábamos impacientes a que del tapón del cuenco de cinz saliera la primera ráfaga y con ella los primeros silbidos. Y nos quedábamos asombrados. En cierta ocasión, jugando a corretear la calle de esquina en esquina –éramos cinco y el del centro tenía que ganar la esquina en los intercambios como en el beisbol, la base-vimos que calle San Gregorio arriba, ascendía bamboleándose como un bote en la mala mar, un automóvil. Poco a poco fue escalando los socavones, las hondonadas y las piedras hasta llegar casi a la altura de mi casa.

Entonces con una fanfarria de bocinazos, mis tíos y mis primos anunciaron su llegada. Inflé el pecho de orgullo infantil como pocas veces lo he hecho de adulto. No era para menos: mi familia emigrante volvía al pueblo a bordo de un Tiburón Citroen. Yo los envidiaba y le lloré a mi madre una eternidad porque me quería ir con ellos, con aquella rama familiar que regresó hablando francés y flamenco con un aura europea que yo trataba de descifrar. A mis nueve años descubrí entonces que el mundo al otro de los Pirineos era otra cosa. Mi tía le enseñó a mi madre una revista de moda, el Burda, a la que mi madre se inscribió por los patrones de ropa, y así fue como mi madre se convirtió en la primera modista de barrio que hacía vestidos alemanes.

Mi familia era una familia obrera, de modo que mis tios y mis primos se emplearon en lo que les salió al paso: un laboratorio, un taller mecánico y en tareas de servicio doméstico. Mi tía arramblaba con la ropa que desechaba la señora y nos traía un buen paquete de jerseys, pantalones y prendas de abrigo que eran el centro de atención de los vecinos y mis compañeros de colegio.

Hablo de unos emigrantes, en este caso, mis familiares, de la parte baja de la cuesta social. Los que salían fuera desde la cúspide de la pirámide eran licenciados que completaban estudios, científicos, e incluso estudiantes de posibles matrioculados en colegios privados de buen ver. Pero ese salir fuera era para unos y para otros un plus añadido de mundanidad civilizada que engrosaba tanto la economía familiar como el curriculum investigador o académico.

Pero hoy por las circunstancias, claro, salir fuera se ha convertido en una alternativa a la falta de perspectivas interiores, en una lacra, en una vergüenza que abre las fronteras a nuestros jóvenes y estudiantes, porque los incompetentes gobernantes no hacen nada por evitarlo. DE hecho salir fuera constituye un fracaso de gestión e incluso una deshonra para el emigrante y un arma arrojadiza entre políticos. Son así de demagogos. Salir fuera siempre es una ventaja que con un poco de suerte y tesón depara más ventajas que inconvenientes. Sin embargo, ahora nuestros políticos se afanan para crear las circunstancias propias con que evitar la indignidad de la diáspora.

Salir fuera es primero y básicamente una decisión personal que obedece al albedrío de la gente y aunque ahora haya levas de jóvenes que tratan de buscarse la vida en Europa porque aquí no hay curro no es un evento que haya que censurar. La paradoja es la de la pasión electoral por el quedarse. Y claro que la gente se queda. Se queda o se va, tanto si hay condiciones de trabajo como si no, tanto si hay un mercado laboral dinámico y pródigo como si no. Ahora, como entonces, salir fuera abre las perspectivas, completa la propia experiencia vital, se hace mundo.

Otro asunto es el de los grandes movimientos migratorios producto de la desesperación y la guerra, que es otro fenómeno muy distinto, ante el que Europa tendrá que responder y la comunidad internacional atender en origen, que es donde está la madre del cordero. Pero en un contexto normal, salir a otro país a trabajar, a completar estudios, a lo que sea, luce y mucho. Haya trabajo o no.

Relacionados

7 COMENTARIOS

  1. La historia se repite con formatos distintos. Ya decía Marx aquello de que la repetición de la historia pasaba de ser tragedia a convertirse en comedia. Ahora, puede que la emigración sea más trágica que la de los 60; no lo se. Pero tiene los pros/contras de la globalización y de la competitividad creciente.

  2. Del sudor de TODOS los currantes tengan o no hijos salen las becas que les capacitan para ser buenos profesionales … pero se van y las capacidades adquiridas y costeadas por todos los españoles las disfrutan otros países, no hay mayor despilfarro que esa emigración… bueno sí el despilfarro del exacalde Hermoso en nuestro querido Puertomuerto.

  3. Yo salí a formarme fuera de España, que es mucho mejor que salir a ganarse la vida fuera, que es muy duro.

    Si hay alguna cosa excelente de salir fuera, porque todo no es malo, es que es posible hacer las cosas mejor, y los españoles podemos hacerlo, porque el español, cuando está bien pagado y es valorado en donde trabaja, da el ciento por uno. Sabemos trabajar bien bajo presión, somos esforzados (porque nuestro país es pobre y hay que hacerlo) y sabemos una cosa que pocos saben, improvisar.

    No pocos triunfan fuera, y tampoco pocos se pasan dentro de nuestras fronteras criticándolo todo sin aportar nada, porque sin duda, es mucho más fácil opinar que reaccionar.

    • No estoy muy de acuerdo con lo de que es muy duro salir a ganarse la vida fuera…todo lo contrario, lo duro es aguantar en nuestra tierra con una vida mediocre.
      Ahora sales, y es una liberación.

  4. Pues no sé a qué esperas, muchachote. Mi hijo con su licenciatura en químicas y con un inglés más que aceptable se marchó a Birminghan hace dos años y tras pasar por empleos con jornadas de infarto y explotación pasó a trabajar de camarero …y ahí sigue sin conseguir un empleo acorde con su capacidad. A mi cuando alguien me habla de lo bueno que es salir al extranjero le pregunto si ha salido él o sus retoños y si no es así no acepto sus recomendaciones.

  5. Baltasar Gracián: los españoles «abrazan todos los extranjeros, pero no estiman los propios. No son muy crecidos de cuerpo, pero de grande ánimo. Son poco apasionados por su patria y, trasplantados, son mejores» (El Críticon, II, crisi 3.ª)

ESCRIBE UN COMENTARIO

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí


spot_img
spot_img
spot_img
spot_img
spot_img