En septiembre de 1970, en mi segundo año de escuela, compré el cuaderno de gran formato, de la colección ‘Forma y color’ de editorial Albaicín, donde Carlo Cresti, un crítico italiano, exponía sus puntos de vista sobre la capilla de Ronchamp. Obra que soportaba ya sobre sus espaldas onduladas y desde su conclusión, un enorme caudal de literatura crítica, que se haría visible con el paso del tiempo y que reflejaba las enormes dudas abiertas en la trayectoria misma del maestro suizo. Dudas que reflejaban el cambio de los modelos abstractos de las ‘cajas blancas’ de los años veinte. «La simplicidad es el resultado de la complejidad; el ahorro es el resultado de la riqueza”. ¿John Maynard Keynes? No: Le Corbusier. Su tiempo de posguerra y el maquinismo simplificador le llevaron a publicar un libro-manifiesto titulado ‘El arte decorativo de hoy’(1925) y donde se declaraba el odio al color y el ornamento. Todo blanco. Y, acaso, algo negro», dice Verdú en el texto citado. Cambio de los modelos abstractos de las ‘cajas blancas’, por la consistencia matérica de las piezas construidas tras el fin de la Segunda Guerra Mundial y en las que el hormigón expresaba otros valores pegados a la tierra.
En ese lapso de tiempo inicial de los primeros setenta, me imagino que el nombre de Le Corbusier, habría empezado a sonar con cierta normalidad, pese a las restricciones editoriales del momento y pese al decidido carácter técnico y matemático de los primeros años de estudio que contemplaba el llamado Plan de 1964 de las Escuelas Técnicas, o también conocidas como Escuelas Especiales, que dificultaba el contacto con los aspectos históricos y críticos de la disciplina. Y sobre todo, con algunos personajes tenidos como algo ‘heterodoxos‘. A la exposición citada de Moya me remito. Dificultad, por tanto, de localizar estudios, de y sobre, Le Corbusier, como se desprendía de la bibliografía que aportaba Cresti: ninguna referencia contaba con traducción española. Las obras disponibles hasta el filo de los setenta, lo eran en ediciones argentinas, como Summa-Nueva Visión o Paidós, o mexicanas derivadas de otras italianas como Dossat o Hoepli.
Por ello resulta revelador que en 1958, la citada revista ‘Arquitectura‘ dedicara la Sesión de Crítica de Arquitectura, en un desierto bibliográfico significativo, que dificultaría hablar de algo poco difundido y aún mal conocido. Números más tarde, en el 201 del mes de septiembre siguiente, Luis Miquel relataba en su texto ‘Chandigarh‘ su viaje a esa actuación lejana, dando cuenta del pasado y del presente. Casi como un mercader de la Ruta de la Seda o de la Ruta de las Especias, Miquel hablaba desde cierto encantamiento y desde cierta sorpresa, padecidos ambos en las lejanas tierras de la India, de un suceso llamativo. Hablaba de un presente llamativo, acomodado junto a la mitología hindú y a las construcciones de Kipling, que fijaba como sigue. «Creo que esta cabeza de Chandigarh será una vez acabada, comparable a los más destacados logros de la arquitectura mundial a través de todos los tiempos. Al lado de La Acrópolis, la Alhambra, Versailles, Angkor Tom, Machu Pichu, etc., habría que incluir el nombre de Chandigarh«.
En enero de 1975, según consta en la notación de las páginas de cortesía del libro que poseo, compre el texto de Vittorio Franchetti Pardo ‘Le Corbusier’, con traducción del catedrático de Barcelona Guerrero Lovillo. Texto que tiene, básicamente, dos particularidades señaladas. La primera que la edición española de Toray, es del año 1967, procedente de la italiana de Sadea Editore de 1966. Es decir, el trabajo en cuestión debe de ser de los primeros publicados tras la muerte del maestro en el verano de 1965. De ello da cuenta tanto el breve texto denominado ‘La vida’ que se cierra con las notas conocidas de Cap Martin; así como la referencia del texto de Giovanni Klaus Koening ‘Le Corbusier e morto‘, publicado en el número 297 de la revista italiana ‘Casabella‘. La segunda particularidad, es el predominio de imágenes de los años 40-50. Es decir del bloque de obras de esos años: como Ronchamp, La Tourette, Chandigarh, Berlín y Marsella. Obras fotografiadas por Paolo Riani la mayoría, y otras del grupo de profesores de la Facultad de Florencia Caldini, Natali y Preti.
Visión coherente con lo anotado en el texto de Franchetti, al señalar: «intentamos proseguir un análisis que se desarrolle sobre cada uno de los dos planos«. Planos que aluden tanto a la obra pictórica como a la Arquitectura de Le Corbusier; incluso a la visión de la inflexión producida por la Segunda Guerra Mundial en la trayectoria de Le Corbusier, pasando de los cinco puntos sobre la ‘Nueva arquitectura’ y las imágenes puristas, a una Arquitectura recorrida por valencias diversas, tanto materiales como formales. Baste señalar lo anotado por Franchetti, que «las obras más programáticas de la primera fase de la actividad de Le Corbusier, que pueden ser consideradas como ‘prototipos de la producción’, no pueden ser consideradas como perfectamente integrables, incluso ya integradas con aquellas obras de la segunda parte de la actividad del maestro que ha renovado tantas polémicas, sofocadas dentro del propio ámbito del Movimiento Moderno«.
Hasta 1977 no se publicó el texto biográfico de Stanislaus von Moos, procedente de una traducción del original editado en 1968. Luego, algo más tarde, Ariel Quincenal publicó un refrito de notas varias, bajo el nombre ‘Teoría del Urbanismo‘ en 1971; de 1974 es el trabajo de Cano Crespo y Ángeles Toaja en la revista ‘Jano Arquitectura‘. Y ya de 1984 es la publicación de su ‘Viaje a Oriente’ por parte de la Galería Yerba de Murcia. Más tarde fue llegando la normalización crítica, de forma parecida a la llegada de la normalización democrática en España y a la normalización historiográfica. Sin olvidar el ciclo de conferencias celebradas en el COAM, en Madrid en el otoño de 1987, justo en el Centenario del nacimiento de Le Corbusier. Hasta llegar a la memorable exposición en la Residencia de Estudiantes ‘Una casa-un palacio’ en 2010. Exposición y publicación que retomaban, en parte, la conferencia impartida en 1928 en su viaje único y primero a España. Así como el montaje coetáneo a la muestra de la Residencia, del Círculo de Bellas Artes, sobre ‘El Poema del ángulo recto’.
Es decir, en 2010 volvíamos a recordar lo que fue y pasó en 1928. Como si la historia misma fuera un viaje de ida y vuelta: avanzar retrocediendo. Como ocurre ahora mismo sobre la playa de Cap Martin, donde la olas avanzan y retroceden en un movimiento imparable y por ello insensible. Como si no hubiera historia o como si el tiempo no contara, bajo un destello de luz solar intensa.
Periferia sentimental
José Rivero
Ejem, ¿puede repetírmelo?
Leer es gratis. Otra cosas no. Pruebe usted mismo.
Será cosa de lo que se entiende en márketing como «valor percibido».
Uno que fué a por lana y volvió trasquilado. Menudo mendrugo eres, En el clavo. No tienes ni puta idea de nada que tenga que ver con este gurú de la arquitectura y quieres meterle mierda al mensajero.
Haz el favor de ser un poquito respetuoso con quienes nos desburran en este valle de lágrimas. Y si no tienes.nada que decir sobre este genio francés, haz como los demás. Cállate!!!
Lo siento Rivero, sé que esto no te gusta, pero es que este tipo es un bacín de cojones.
Te pillé. Ya sé quién eres.
Y….vas a venir a pegarme?
¡Anda ya, por supuesto que no!
¡Hakuna matata!
No se lo repita; ¿para qué?, no hay tiempo mejor empleado que el que no se pierde en hacer cosas inútiles, y es inútil tratar de enseñar a quien de ninguna manera quiere conocer, sólo burlarse como un gañán