El 27 de agosto de 1965, a las once de la mañana en la playa de Cap Martin, cerca de Roquebrun en la Costa Azul francesa, moría el arquitecto suizo-francés Charles Edouard Jeanneret, más conocido por Le Corbusier. De ese acontecimiento, escribía días pasado Vicente Verdú un texto que hermanaba a Le Corbusier con Coco Chanel, tratando de mostrar el carácter rompedor de ambos. «Con 78 años, el médico le había prohibido nadar pero siguió nadando hasta que lo paró el infarto. Tozudo, enérgico y antipático como era, no renunció, igual que Coco Chanel, a sus teorías, tan propicias a las críticas sociales y profesionales de entonces. Su estilos sin aderezos, corsés, frisos ni rellenos resistieron; y, al cabo, fueron paradigmas«.
A esas alturas del verano de 1965 y consumido ya en su tramo final, con Ferias locales de cierre de temporada y previsiones de vendimia, yo aún ignoraba que tres años y dos meses después, me embarcaría en un tren correo con destino a Sevilla; donde daría comienzo a mis estudios de Arquitectura en la escuela, recién inaugurada, de la Avenida de Reina Mercedes, sustituyendo esta sede al viejo Pabellón de México, que había sido desde 1964 la anterior sede del centro formativo. Y allí, en Reina Mercedes, cerca del barrio de Heliópolis, donde también viví, comenzaría a conocer indirectamente, a aquel hombre entristecido y a su obra, que había caído fulminado por un infarto en un verano anterior de hacía tres años en una playa azul y amarilla.
Con catorce años, parece ser, por lo que recuerdo y por lo que me contaron luego mis padres, mis inclinaciones con el bachillerato elemental concluido, no iban entonces por el campo de la Arquitectura. Hubo otros barruntos y otras tendencias, de signo distinto y más agrario o teatral, por lo que recuerdo. Por lo que la muerte de uno de los grandes Maestros de la Arquitectura del siglo XX, me pasó desapercibida en ese verano de transición de la adolescencia a la primera juventud.
Bueno, pasó desapercibida esa muerte rara en el mar, al país entero, por lo que he podido revisar en la prensa de la época; donde la única excepción fue la del diario monárquico ABC, que el día 29 publicaba una foto de Le Corbusier, en las páginas de huecograbado, con la noticia escueta de su muerte. El día 3 de septiembre se haría eco, igualmente ese diario (el «querido diario monárquico» en palabras de Rafael Sánchez Ferlosio, y que era el que compraba mi padre con puntualidad religiosa), de la oración fúnebre, pronunciada el día anterior por André Malraux en los funerales parisinos de Charles Edouard Jeanneret. Y, algo más tarde, la revista semanal ‘Triunfo‘ (aún no enrojecida del todo y más entonces semanario de información de espectáculos y variedades) dedicaría un reportaje, el 4 de septiembre, firmado por el crítico de arte José María Moreno Galván al maestro, así llamado.
Todo lo demás, con la excepción posterior de las revistas profesionales, fue silencio o manifiesta indiferencia. Aunque la revisión reciente que he podido realizar de los índices de la revista del COAM, ‘Arquitectura‘, adelgazada ya de su nombre patriótico y anterior, de ‘Revista Nacional de Arquitectura‘, me depare la sorpresa de su indiferencia total en el número 81 del mes de septiembre de 1965, con relación a la desaparición de Le Corbusier. Un número dedicado, por cierto, a Richard Neutra y al ‘Racionalismo europeo’. Una rareza, la de hablar del ‘Racionalismo europeo’ y eludir el momento de producir un obituario sobre Le Corbusier, recién desaparecido y cabeza visible de eso que se llamaba, confusamente, como ‘‘Racionalismo europeo’.
La otra rareza, sería la de ser precisamente Richard Neutra uno de los primeros arquitectos históricos que pude contemplar y ver en Sevilla, en el Salón de Actos de la Escuela de Arquitectura citada, tan característico ese espacio como fuera su olor profundo a corcho seco; un corcho dispuesto sobre paneles oscuros por razones acústicas. Como se pudo comprobar en aquella ocasión temprana, del ligero concierto de la mujer de Richard Neutra. Una anciana diminuta y vivaracha, que con solemnidad inusual, ejecutó al violonchelo alguna pieza de Bach. Neutra viajaba en esos años a España, al ser uno de los arquitectos responsable de algunas actuaciones residenciales, en las bases militares del American Forces, que Estados Unidos venía desplegando en España desde 1953.
Periferia sentimental
José Rivero