Valor y al toro: «Mientras agonizo», de William Faulkner

palabrasmarginalesFaulkner es autor de una vasta y casi inextricable obra novelística. También es autor de unos cuentos un tanto más legibles. Analizar cualquiera de las novelas de Faulkner es un despiadado reto para un comentarista. Darlas a conocer al gran público es tarea imposible en un país donde prima el anabolismo literario sobre la creación artística. Faulkner construye un universo de la Norteamérica sureña en torno a unos personajes y un lugar mítico que deviene familiar sólo tras la lectura porfiada y atenta de un lector que ha de presumirse hercúleo. Son contadas las ocasiones en que uno atiende a desentrañar el misterio expuesto por Faulkner en sus novelas. La índole del enigma puede ser trivial o –las más de las veces– trágica. Es lo de menos. El obstáculo real es discernir, en una prosa en apariencia convencional, cuál es el argumento. mientrasagonizoCuando uno se enfrenta por vez primera a Mientras agonizo, tiene la impresión de caer por un abismo de palabras sencillas que figuran una escala cómoda por la que descender, y que sin embargo nos conducen a un mundo donde el lector se pierde, por así decirlo, sin llegar a entender muy bien qué es lo que le han contado. Si esto es un mérito o un defecto, es algo que habrán de decidir los lectores de esta novela (y de casi todas las demás de la autoría de Faulkner). Cuando un autor nos supera en mérito, no nos queda otra opción que la de asumir nuestras limitaciones, congraciarnos con las palabras que podamos aprehender, con las oraciones que nos permitan avanzar en la ficción, y lamentarnos porque los límites de nuestro entendimiento queden más cerca de lo pedestre que de la categoría olímpica de un hombre que escapa a cualquier análisis ortodoxo. Faulkner no concede tregua en esta historia de aparente humanidad y soterrado egoísmo. Para acabar de dificultar el camino al lector, construye una novela con varios narradores, cada uno con su punto de vista en primera persona. El resultado es un libro cortísimo, de poco más de cien páginas que, sin embargo, requiere días, semanas y hasta meses de estudio. Puede que ese sea el placer que nos brinda Faulkner, el de que asumamos nuestro papel de lectores activos, no de consumidores afables y domesticados de una prosa de cucharón, servilleta y mesa camilla con copa de anís incluida en el precio. Para leer a este hombre, uno ha de estar lúcido, desconectar la televisión por unas semanas, huir de la novelística actual española de mercadillo y prepararse para una carrera de fondo. O para la repetición, en series cortas, de extenuantes pruebas literarias. Suerte a los que se atrevan con este pequeño (y titánico) volumen.

Emilio Morote Esquivel
Palabras marginales

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13 COMENTARIOS

  1. «Darlas a conocer al gran público es tarea imposible en un país donde prima el anabolismo literario sobre la creación artística».

    Yo no lo hubiera dicho mejor

  2. Gracias. El problema con el que nos enfrentamos en España, en el campo literario, es que a la gente le están dando gato por liebre. Les venden la última sensación como si fuera el no va más. Según esa lógica, las mejores novelas estarían por escribirse, mientras que cuanto más antigua es una novela, peor es. Así, «El niño del pijama a rayas» sería mejorque «Guerra y paz», y esta mejor que «El Quijote», y esta mejor que «La iliada». Por cierto que «El niño del pijama a rayas» ya ha caducado, como los yogures, y ahora hay que ir a commprar la última sensación, que es mejor que la anterior. Por el amor del Cielo, si esta lógica degenerada se aplica hasta sus últimas consecuencias, resulta que ¡dentro de cincuenta años se estarán publicando en España las mejores novelas de la Historia! ¡Y recién escritas!

  3. Mientras agonizo es una mayonesa ligera si se compara con otra de las grandes del gran Faulkner, El ruido y la furia. Cierto es que no es un autor fácil, pero pocos dejan un poso tan hondo en los buenos lectores a través de secuencias inolvidables. Y es que la clave está en las secuencias. Puede que no te atrape toda la novela, pero dificilmente olvidarás la descripción, por ejemplo, del embobamiento fascinado y gregario de los observadores de un incendio.

    • Así es Carmen. Yo me inicié en Faulkner hace unos añejos cuando descubrí en la biblioteca de mi suegro un par de tomos con sus obras completas. Antes sólo había leído Santuario. Cuando acabé Absalón, Absalón me quedé catatónico, y desde entonces sólo me interesan las novelas que yo no sería capaz de escribir jamás. Soy un lector altivo. Por cierto felicito a Emilio por esta sección que enriquece aún más la virtualidad fértil de MICR.

  4. Gracias de nuevo, Manuel. Yo descubrí a Faulkner por sus cuentos completos (que me parece a mí que no son tan completos) que publicó Anagrama en la colección compactos. Los cuentos de Faulkner son más bien convencionales, pero cuando uno se enfrenta a sus novelas, sencillamente, la cabeza le da vueltas. He leído varias novelas de él, y algunas las he comentado aquí, pero tampoco quiero pasar por un monomaníaco de Faulkner (aunque tal vez no sea esa una mala manía), habrá más comentarios de libros de él, y también de otros autores. Creo que tengo cuerda para rato.

  5. Cada entrada tuya te encanta lucir lo intelectual que eres tu, y lo borrega que es la gente por leer best-sellers…pues ni tanto ni tan calvo.
    Genial por la gente que lee libros, sea de lo que sea, y no por ser un escritor «clásico», implica genialidad, Faulkner, al igual de Hesse por ejemplo, son hijos de su época, y sus libros poca validez tienen hoy en día, y los convierte en autenticamente fuera de todo y un autentico sopor leerlos, pero si tu te vas a sentir mejor y te vas a creer mas listo que los demás por intentar descifrar que quería decir Faulkner hace 100 años, bien por ti.

      • Emilio, soy tu psiquiatra. Por favor, triplica la dosis de Trankimazin que te receté, que te noto muy subidito, no vaya a ser que vuelvas a liarla cuando acudas a planta «a por ideas para tu próxima novela».

        Un saludo.

  6. LLevo años oyendo hablar de ese libro, Ángel, pero todavía no he tenido ocasión de leerlo. Creo que la próxima entrega será Borges. Es VERGONZOSO que a ese hombre no le dieran el Nobel y que sí se lo dieran a Saramago, un escritor mediocre que llamó la atención más por sus posturas anticlericales que por su prosa de todo a cien. Un saludo.

    • Borges tiene un nivel bastante alto también. Es un hueso duro de roer y no para cualquiera, pero dices esto y te fusilan los come best sellers.

      Jo, no pasa nada por avanzar en la lectura. Y si alguien lo hace es bueno que presuma, sobre todo en un país donde sólo se presume del tamaño de la verga.

      Si se lee a los clásicos, a los románticos, a los del 98 etc etc es que es algo pa contarlo, porque es rara Avís en un país donde el índice de lectura es vergonzoso.

      Enhorabuena Emilio por tus artículos. Yo me los como enteritos.

      • Gracias, Blisterr. El problema que tienen los devoradores de papilla infracultural es que, cuando se enfrentan a un libro de Borges, Faulkner, David Foster Wallace, Julio Cortázar, Bioy Casares, Juan Rulfo, Carlos Fuentes o Goytisolo, descubren que no entienden nada de estos autores, y entonces, antes de plantearse si la basura que han estado leyendo hasta ese momento es lliteratura o un SUCEDÁNEO, prefieren alegar que son autores pasados de moda, que son initeligibles, que son piezas de museo, lo que sea antes de reconocer que después de años de consumir BASURA SUBMONGÓLICA han perdido toda capacidad de discernir el grano de la paja.

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