Hace unos días, me senté a tomar una cerveza en un establecimiento nuevo, ubicado en la calle Nueva de Cádiz, y no es un juego de palabras; que atendía por ‘La vaca atada‘, que tampoco es un juego de palabras. Sin que allí hubiera rastros de vaca alguna con cuerda o sin ella, con la salvedad cierta de que en los manteles de papel que ponían en las mesas como protectores de la madera, se mencionaba a la tal ‘Vaca atada’. Que podría se tildada dicha razón de la ‘VAca atada’ como de maltrato animal, en esa suerte de ‘Bondage‘ animal. Y ya se sabe que el ‘Bondage‘ animal puede ser considerado como una forma de maltatro penalizado y penalizable.
Mantel que junto a un recitado argentino, como ‘Que vos pasés un lindo día‘ daba cuenta de la nacionalidad de sus propietarios, exponiendo una manchas primarias que querían recordar las coloraciones que las vacas portan en su piel. Claro algunas vacas. Ya que no todas las vacas tienen el pelaje como el mitificado por la publicidad y por las memorias lácteas.
La razón de ser del nombre de ‘La vaca atada‘, no dejaba de ser una rareza, pese a la importante presencia vacuna en Argentina, que llega incluso a denominar a algún yacimiento petrolífero de YPF como ‘Vaca muerta‘. Y justo aquí, se agolparon recuerdos de vacas muy variadas, que dan nombre a lacteos sobre todo, pero que también nombran a editoriales como ‘Media vaca’ y a portadas de discos. Sin olvidar apellidos memorables como el de ‘Cabeza de Vaca’. Incluso recordé que hace catorce años inicié una intrascedente exploración vacuna, a propósito de ciertos estudioas científicos sorprendentes de aquel momento y en paralelo con la crisis alimentaria de las llamadas ‘Vacas locas’. Sin que aquel viaje vacuno tuviera nada que ver con algún antídoto o vacuna. Que no se si todo ello, era compatibles con los rituales sacros y piadosos sostenidos por el hinduísmo militante. por no hablar de la otra sacralización que crece ultimamente, como es la del antitaurinismo no menos militante. Y en aras de ello, todo sirve hasta la portada de ‘El País’ con el fusilamiento del toro de Coria. Pero dejemos los toros antipopulares, al menos los de lidia, llamados también como bravos, y vayamos a las vacas que me ocupan y me ocuparon.
Y así las vacas y sus ojos. Los ojos de la vaca que son redondos, o al menos así me lo han parecido a mí casi siempre, y también se lo han parecido a ella, si esto es posible. Tampoco había tanta ternura como se había dicho tantas otras veces, a propósito de su mirada paciente y sumisa. Mirada atenta -casi humana decían algunos observadores- que habían explotado algunos ideólogos como Disney y algunos publicitarios sin escrúpulos. ‘La Vaca que rie’; las vacas de Nestlé pastando en Vevey mansas y dóciles; las vacas de algunos bricks de leche como ‘Alpura‘; la vaca enorme de la portada del disco de Pink Floyd ‘Atom her mother’, la vaca de Milka, las ‘Memorias de una vaca‘ inventadas por un escritor vasco, y tal vez vacuno, como Atxaga o el mismo cantable del pasado ‘La vaca lechera’ eran los despropósitos motivados por esa mirada dulce y que a todos nos suele confundir.
Eran, pues, unos ojos animales, normales, grandes, acharolados, panorámicos y húmedos con una cornea satinada y brillante, capaces de reflejar la fuerza expansiva de las nubes, la intriga del pasto y los motivos implacables del viento inquieto. Pero nada más, porque eran unos ojos apenas expresivos, incapaces de comunicar una emoción propia o un sentimiento interior; toda la comunicación de esos ojos cuasi humanos era una red de información cautiva y externa que nosotros construíamos desde fuera, a propósito de un mito cretense llamado Minotauro o de una leyenda que pace en el prado y muge en un valle de la juguetería ecológica y buenista. Como un eco interminable que viene de lejos y no reconocemos. Imágenes todas, reflejadas en los ojos acharolados que para nosotros, eran un anticipo de lo que sería la visión exterior de la vaca; lo que creíamos y pensábamos que ella miraría y vería .
Ahora, y desde hace algunos años, sabemos algunas cosas más. Así, que las vacas -junto a otros animales cuasi domésticos o de granja, animales cautivos en suma y animales cautivadores otras veces- también sueñan. Dicen algunos proanimalistas, que sueñan con el ejercicio de sus derechos o derechos animales. Que de todo empieza a haber, e incluso ya se legisla en esa categoria del Maltrato Animal. No hemos resuelto los Derechos humanos de tanto colectivos sin ellos, y ya promo vemos los ejercicios garantistas del animalario.
Y según nos cuentan los científicos del Centro de Aprendizaje y de la Memoria del MIT, las imágenes del sueño de las vacas son la repetición de las visiones diurnas que rebobinan de noche, igual que rumian el forraje -aunque eso tal vez haya desaparecido ahora, desde que se alimentan con piensos singulares de harinas animales-. A falta del rumiaje tradicional verde alfalfa y alimenticio heno, ahora lo que ronda y repite la noche de los bóvidos son las imágenes implacables captadas por esos ojos acharolados y herméticos. Imágenes que se repiten incansables y se desplazan por unos extraños conductos filiformes y que prolongan las visiones del prado perdido y de la libertad de movimiento de las nubes.
Tal descubrimiento del Centro de Aprendizaje y de la Memoria, no nos ha permitido aún conocer el contenido de sus sueños: sueños de vaca, ¿qué son y a donde apuntan? Hay quien cree que tales sueños sólo encubren la nostalgia del prado, la visión del laberinto cretense, el rapto de Europa, el anuncio del toro macho de Osborne, el temor de la lidia sangrienta del toro de dehesa o el pánico del matadero. Por no hablar de otras matanzas ritualres y ritualizadas Hay quien dice que todo ello -piensos sintéticos y sueños también sintéticos, que son formas sintetizadas de vida- acabará, finalmente, por humanizar a las vacas.
Hacerlas como nosotros, que también soñamos con extraños conductos filiformes que comunican los ojos con el cerebro y transmiten una información cifrada del día y de la noche pero seguimos sin comprender bien el significado de tales actos, por mucho esfuerzo realizado en Viena a principios de siglo por un judío vidente, fumador y dado a interpretar la rareza de los sueños y las obsesiones de la infancia. Conductos por los que se deslizan los sueños a distintas velocidades y que en algunos casos acaban provocando vacíos cerebrales o sobresaltos de conciencia. Hace años, a esos vacíos cerebrales los llamaron scrapies o encefalopatías espongiformes. Por eso y no por otra cosa se había establecido que los ojos de la vaca y su cerebro, eran material de riesgo especial (MRE) en las citadas enfermedades transmisibles llamadas lisamente como ‘Enfermedad de las vacas locas’, que asolaron el principio del siglo XXI
Porque los ojos y el contenido de las miradas, al igual que los sueños y su contenido acaban taladrando la masa cerebral y produciendo un vacío creciente que se identificaba con alguna enfermedad neurológica degenerativa. Vacío cerebral que, pese a todo, no es ninguna enfermedad, sino el resultado fatal de las imágenes capturadas por la vista, congeladas por la memoria y agitadas bruscamente por el sueño. ¿Sabe usted lo que sueñan las vacas?, ¿cómo saberlo? cuando aún ignora el contenido de sus propios sueños.
Periferia sentimental
José Rivero
Sabrás entonces que unos trabajos realizados durante varios años por distintos investigadores de una veintena de Universidades de veinticinco países entre los que se encuentra España descubrieron que el ochenta por ciento de los genes que poseen las vacas y nosotros los humanos son comunes. Todo comenzó con las investigaciones de ADN en los bóvidos para mejorar los rendimientos de leche y carne y mira tú por dónde han descubierto con este interesante propósito otro de mucho mayor calado, que ambas especies tenemos “por dentro” cierto aire de familia.
Desde que supe esto…cuando me como un chuletón, me gustan poco hechos,no puedo evitar pensar que de alguna manera le estoy “metiendo el diente” a un “pariente” aunque sea algo lejano.
Buen «pescaíto» tengas.