Vaya por delante que me parece muy bien que cada uno lea lo que quiera. Uno es muy libre de quedarse atontado viendo la televisión, hablando siete horas diarias de fútbol durante toda su vida adulta (lo de adulta es un decir) o leyendo durante cuarenta años bazofia infracultural que le deje los sesos hechos ajo arriero.
En cuanto a los superventas (también llamados best sellers por los amigos del idioma inglés, que en este país medran como una plaga), lo que me parece alarmante es que una persona lea ese tipo de subproductos sin una conciencia clara de lo que está haciendo. Hace unos años me topé con un chaval bastante crecidito (ahora la adolescencia se prolonga hasta los treinta y muchos años, pero esa es otra historia de la que ya hablaremos) que me dijo que cierto superventas español de nombre flatulento era “una obra maestra”. Yo había leído ese libro, y ciertamente mi opinión sobre él difería sobremanera de la expresada por el adolescente treintañero. Para mi gusto, como escritor y como lector, esa supuesta obra maestra era un cuento para niños que no soportaría el examen más superficial. Los personajes eran increíbles (en el peor sentido del término); los diálogos, estereotipados; y el argumento iba de lo pasmoso a lo delirante pasando por lo ridículo.
En otra ocasión en que estuve convaleciente cayó cerca de mí la obra de uno de esos literatos vikingos que tan del gusto son ahora del paisanaje. Como no tenía otra cosa que hacer me puse a leer aquello. “Aquello” era una escatológica imitación de Agatha Christie sin la menor gracia: un misterio inicial, una serie de peripecias intermedias, un desenlace que entroncaba con la astracanada más grotesca. Todo ello salpimentado con violencia, sadismo y referencias a sectas nazis semiocultas en el norte de Europa. En fin, “emociones” sin cuento para que el personal no se aburra y se percate de que le están tomando el pelo. El tal libro fue hace años un record de ventas en España, por cierto.
Otra experiencia ─casi paranormal─ me sucedió cuando decidí comprar (en qué estaría yo pensando) cierta novela de toque medieval de la que el paisanaje lleva hablando unos años. Me dije que algo tendría el agua cuando tanta gente la bendice. El tocho contaba más de mil páginas. Merced a un esfuerzo de abstracción que me llevó a un estado mental comparable al de un heroinómano afectado de sobredosis de droga adulterada ─y apaleado por una turbamulta de sarracenos armados de bombonas de butano ardiendo─, llegué a la página número cuatrocientos. Y ahí me planté.
La tal novela pseudomedieval, digámoslo ya, no se sostiene de pie. Los personajes actúan como si estuvieran en Nueva York en el siglo XXI en lugar de en una indeterminada ciudad europea en el siglo XII. Las conversaciones parecen extraídas de un telefilme policiaco de los años 70 (Kojack, pongamos por caso). La acción, eso sí, es trepidante, faltaría más. Pero es una acción falsa, impostora, ortopédica. No soy un entendido en Historia, pero dudo mucho que las clases bajas y las mujeres ─sobre todo las mujeres─ se comportaran hace mil años como el autor de la novela trata de convencernos de que lo hacían. Aquello no era una novela, ni siquiera una novela histórica. Concluí, pues, que se trataba de un cuento de hadas.
No he leído más superventas últimamente. La verdad es que si vuelvo a tragarme uno es posible que entre en un coma diabético o algo por el estilo.
Los superventas son planos. Todos parecen estar escritos por la misma persona. O por el mismo equipo de escritores, pues siempre queda la duda de si esos libros son obra de un solo “artista” o de varios trabajando de consuno. En los superventas, los personajes no tienen aristas, los diálogos son absolutamente convencionales y vacíos. Los superventas no son obras de arte. Son subproductos diseñados en despachos de multinacionales. Quienes los escriben están a las órdenes de ejecutivos, que les imponen la longitud de cada capítulo, de cada párrafo, de cada frase; y de la obra completa, por supuesto. Se eluden los términos demasiado enrevesados o rebuscados. Hay que evitar a toda costa que el lector se tope con una palabra cuyo significado desconozca. No existe peor enemigo del superventas que el diccionario. No, la lectura debe ser fluida, fácil, como papilla ingerida con la ayuda de un embudo.
La alternancia o no de situaciones de tal o cual tipo, generalmente eróticas o violentas, también viene impuesta por los mandarines de la editorial de turno. Todos los superventas están diseñados siguiendo unos patrones fijos que suelen cambiar (muy poco) con el tiempo siguiendo las modas del momento. Así, en los años 70, era muy común encontrarse superventas ambientados en la Europa de la Guerra Fría; en los 80, también se hablaba de la amenaza nuclear y, sobre todo, de los marcianos y los OVNIS; mientras que ahora parece haberse puesto de moda la “novela” medieval o la cosa esta de los misterios gilipollescos. Por no hablar de los detectives vikingos. Por cierto, si vuelvo a encontrarme a menos de diez metros de una novela de estas escrita por un nórdico, juro que pediré asilo político en Corea del Norte o Arabia Saudí.
Los superventas no respetan la inteligencia del lector, lo llevan de la mano como si fuera un niño pequeño a quien hay que confirmar la estrecha idea que tiene del mundo. El superventas hace al lector sentirse más listo de lo que es, confirma su noción de la vida, le asegura que el universo es ordenado, fácil de entender; le convence de que la Humanidad está cortada por un patrón simple: malos y buenos; unos en un lado y otros en otro; por supuesto, en los superventas siempre vencen los buenos; otra cosa sería anticomercial. Los superventas no despiertan la menor duda, no cosquillean la conciencia, no hacen germinar el espíritu crítico. Los adormecen más bien.
En suma, los superventas son basura porque están escritos con la presunción de que el lector es imbécil.
Emilio Morote Esquivel
Palabras marginales
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Mucho gusto volverte a leer en este imprescindible artículo, Emilio.
Un abrazo
Totalmente de acuerdo. El único superventas ( cuando se publicó lo fue) que merece la pena ser leído es el Quijote.
Tengo curiosidad por saber cuál es el superventas de nombre flatulento, espero que me lo aclares.
Ignorante.
Tuvieron que pasar muchos años tras su publicación y tras la muerte de su autor hasta que se convirtiera en un «superventas». En 1605 muy poca gente sabía leer. Se nota que no te has leído el prólogo a la segunda parte, ergo no sabes de lo que hablas.
Para corregir no es menester insultar, cretino.
Un ignorante prepotente, añado
Un soberbio pedante y amargado, agrego yo.
El superventas de nombre flautulento es más bien «ventoso», no sé si me explico. Y no me parece de recibo considerar El Quijote como superventas. Un poco de seriedad. Estamos hablando de Cervantes, y con Cervantes no se bromea.
Generalizar como haces es muy simplista y totalmente falso.
Ni los superventas son bazofia infracultural, ni convierte a los que se venden poco en buenos libros, de ser así ¿usted se merecería ya el Nobel verdad? jajajaja
Jo, «generalizar» nunca puede ser «falso»; será falso el objeto de la generalización, pero no la generalización. ¿Ves lo que pasa por leer tanta BAZOFIA INFRACULTURAL?
«En el clavo» miente desde que usa pseudónimo. El Quijote fue el mayor exitazo del siglo XVII y a escala europea; sí es cierto que los contemporáneos del autor no percibieron su originalidad, de modo que incluso nadie quiso alabarlo con poemas iniciales, porque atacaba además al monarca de la escena cómica, Lope de Vega; pero el éxito fue tan demoledor que sacó a Cervantes del ostracismo en que lo había puesto el Fénix. Solo unos años después, en 1613, Shakespeare, para apuntarse a la popularidad de la obra, escribió con Fletcher un «Cardenio» inspirado en un personaje de la primera parte. Sí es cierto que Cervantes apenas recibió un ochavo (una pieza de a ocho maravedíes de la época) porque, como no reservó el privilegio de impresión sino solo en Castilla, los de Aragón, Portugal etcétera imprimían Quijotes más baratos que luego llevaban a vender a Castilla, arruinándole el negocio. El Quijote es la obra más leída de la literatura en español; la segunda es Cien años de soledad de García Márquez. Por si eso no bastara, las imitaciones del Quijote formaron incluso un género literario internacional que llega hasta hoy.
Gracias, Ángel Romera. Es más peligroso un tonto pedante, que un bruto a secas.
Por demás, la obra a la que alude el amigo Emilio es, claramente, Los pilares de la tierra, de Ken Follett. Habría mucho que decir sobre lo que constituye el género de la novela histórica -uno de cuyos pioneros fue, por cierto, un ciudarrealeño, Félix Mejía, que escribió el «Jicotencal» (Filadelfia, 1826)- pero Emilio acierta en que el novelón de Follet respeta muy poco la verosimilitud de los caracteres según la antropología cultural de la época, algo que, según el mayor especialista en el género de la historia, György Lukacs, es esencial para caracterizar el género creado por Walter Scott.
No tenía dudas de que se tratara de Ken Follet. Respecto al pedorro, creo que se refiere a La sombra del viento.
Por demás, la obra a la que alude el amigo Emilio es, claramente, Los pilares de la tierra, de Ken Follett. Habría mucho que decir sobre lo que constituye el género de la novela histórica -uno de cuyos pioneros fue, por cierto, un ciudarrealeño, Félix Mejía, que escribió el «Jicotencal» (Filadelfia, 1826)- pero Emilio acierta en que el novelón de Follet respeta muy poco la verosimilitud de los caracteres según la antropología cultural de la época, algo que, según el mayor especialista en el género de la historia, György Lukacs, es esencial para caracterizar el género creado por Walter Scott.
Sorprendido, quizás por la cólera de un escritor sobre otros, sobre lo negativo de leer… pienso bastante distinto.
Para mi lo importante es leer, o ¿son los cuentos menos literatura que las novelas? cuando es un genero difícil, aunque no lo parezca…
O a muchos de los que te refieres que son en realidad literatura fantástica y que deja claro el autor… ¿le pides veracidad histórica?
El éxito, está en el reconocimiento de la masa en un momento de la historia, puntual, lo que perdure será lo mejor, pero posiblemente algo «bueno» que no caiga en el momento adecuado, puede ser la basura y el fracaso mas absoluto, en toda la amplitud del arte…
Pero también hay piezas «pequeñas», desconocidas o no, que se acomodan en nuestro recuerdo como pequeños tesoros y que a nadie parece gustarles como a nosotros… A lo mejor, porque con un «best seller», empezaste a cogerle el gusto a la lectura, sin el yugo de la obligación de un profesor y ahora, lees habitualmente.
Por que encontraste entre esas cientas de paginas de otro, una sola frase para acomodarte en una historia, no en la historia.
O simplemente porque si, o encontrando y sumando una frase que viene a ti en el momento que la necesitas.
«No se debe nunca escuchar a las flores. Sólo se las debe contemplar y oler. La mía perfumaba mi planeta, pero yo no era capaz de alegrarme de ello» cayó a mis manos cuando era niño como un cuento… y resultó ser un «best seller» muy famoso… me importó poco, ya estaba en mi biblioteca… (y reconozco que le saqué mas jugo años después)
Los pilares de la tierra… tocho, si. Pero a mi me gustó, lo leí sin aburrirme. ¿No es suficiente con eso? ¿Se me deshará el cerebro? ¿Me quedaré ciego?
Como empecé, el articulo me ha sorprendido…
No, seguramente no te pase nada de esto pero los superventas son reflejo de los tiempos:
Superventas son libros para los que no les gusta leer, Nespreso es café para los que no les gusta el café, Apple son ordenadores para los que no les gustan los ordenadores, etc.