Al igual que David Lodge, Maugham muestra una incomprensible falta de interés por la escritura en castellano. Bien se le puede justificar por aquello de huir de las traducciones (suponemos que Maughan ignoraba nuestra lengua); sin embargo, el señor Maugham no tiene ningún empalago en enaltecer hasta lo infinito a autores franceses como Flaubert o rusos como Tolstoi. Y si bien en la introducción de este libro se detiene en alabar El Quijote, luego, en el cuerpo central de la obra, en los diez artículos que justifican su título, no hay uno solo dedicado a autores de España o de países hispanoamericanos. El desprecio de los anglosajones por las letras españolas no debe afectarnos. Simplemente, aprendamos lo que podamos de ellos, y luego, para lo nuestro, espiguemos otros textos, aunque sean los libros de Literatura del ya lejano bachillerato. Maugham nos cuenta que Jane Austen solo escribía de lo que sabía, por lo que siempre evitó mostrar conversaciones entre hombres solos, pues, en rigor, nunca había oído ninguna; nos cuenta que Dickens era un hombre de gran éxito, quizá el escritor de lengua inglesa más leído de su tiempo, y que aunque alababa los supuestos méritos de la vida familiar, no se paró en barras a la hora de deshacerse de una mujer un tanto estúpida que le había dado nueve hijos, para hacer vida marital con otra, por supuesto, más joven; aprendemos que Sthendal carecía de talento innovador, que copiaba los argumentos de otros para crear los propios, que fue un fracaso como amante, una especie de bufón tocado por un sentido genial para retratar a sus semejantes pero castrado para idear historias; nos enteramos también, por si alguien no lo sabía ya a estas alturas, que los autores que no gozan de fama en vida, rara vez la alcanzan después de muertos (son pocas las excepciones a esta despiadada regla); también nos enteramos de que Balzac era cruel con su madre, un escritor incansable y a la vez chapucero, prolífico y, contradiciendo a la crítica, de un alto nivel en sus invenciones (mal escritas, al parecer, en lo que a técnica se refiere). El estilo del libro es un tanto discipular, parece más bien un manual para estudiantes de Literatura que un volumen con el que pasar el rato. Javier Marías se hace mucho más entretenido en el mismo campo. Que un escritor hable de otros (ya muertos) puede ser curioso. Aunque los trate con respeto.
Emilio Morote Esquivel
Palabras marginales
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Doy un admirador de Somerset Maugham. Gran parte del artículo que la Wikipedia le consagra lo he escrito yo. Y tengo muchas obras suyas en mi librería; por eso puedo contestar a alguna de tus sugerencias. En efecto, conocía y leía en nuestro idioma (y en otros cuatro, era un hombre muy culto) y estuvo en nuestro país viviendo algún tiempo, sobre todo en Sevilla y Madrid, porque fue un cosmopolita que viajó por todas partes, escribiendo de paso libros de viajes y tomando notas para sus novelas. Fue un bisexual misátropo de lengua deletérea que adquirió sobreviviendo en un estreñido colegio inglés donde los niños lo acosaban por ser tartamudos; reaccionó hallando el punto débil de los demás y vengándose despiadadamente; resulta curioso que este tímido patológico y con un ojo excelente para el negocio fuera al mismo tiempo tan cruel. Conocía perfectamenhte el revés tenebroso de la naturaleza humana, que aparece frecuentemente en lo mejor de su escritura: lo aprendió oyendo los chismes que le contaban sus amantes masculinos y las historias de sus pacientes cuando era médico de pobres. Allí se dio cuenta de que el dolor no ennoblece a las personas, sino que las envilece más todavía: eso es muy importante para entender algunos de sus relatos, que atacan sin piedad la hipocresía. Eso es lo mejor de su obra: sus relatos cortos, sus libros de viajes (llenos de observaciones sagaces, tipos inolvidables y situaciones extrañas). A mí, también, me atraen sus ensayos y diarios; en ellos muestra una gran admiración por el Greco y sobre todo por Zurbarán. Sus novelas largas no me gustan tanto y de su teatro (tuvo un gran éxito como comediógrafo) no sé nada.
Fue un auténtico escritor profesional: tomó cientos de volúmenes de notas que inspiran toda su obra: maneras de hablar, personajes, etcétera. Sus diarios publicados son un extracto de esas notas.
Angel:
De acuerdo en todo menos en la afirmación del señor Maughamm, producto de su intenso escrutinio psicológico sobre la capacidad envilecedora del dolor. Y más en un autor que a excepción de su paso por la King’s School de Canterbury, vivió bien, muy bien, no se le conoce ninguna conmoción social por su condición de BI (Oscar Wilde fue sin duda el más insigne, coherente, y autodestructivo de cuantos bises y homos o lesbos ha dado la historia de la Literatura). Si me permites la petulancia, pues algo de ella hay en estas lineas, el profesor Erruz uno de los personajes de mi último trabajo, desde luego modesto y orgullosamente limitado, tiene un concepto salvífico del dolor. No sólo porque así se lo espete a la joven Carla desde el inicio del relato sino por reflexiones ulteriores. Y acabo que no escribo aquí sólo para hablar de mi libro. Admiro a Maugham de quien reconozco no haber leído toda su obra pero sí una buena parte de sus novelas (Servidumbre humana me conmovió a los 17 años y eso me llevó a otras) pero ya se sabe que todo canon, máxime si es personal, está sometido al subjetivo criterio del «canonista». Que no haya incluido ninguna gran novela española entre las diez grandes ni lo condena a la hoguera ni devalúa la proyección internacional de las letras españolas y más las letras castellanas que conoció con el aplaudido editoral y lectoralmente boom de los sesenta la última gran sacudida. No hay cosa que roce lo imposible que hacer un ranking de escritores y obras. Uno puede preferir a Alejo Carpentier a García Márquez y a otro parecerle una blasfemia de lesa literatura, arte por cierto cargada de personajes dolidos y dolientes, y es que el dolor no envilece más que a quienes ya son viles antes del parto. No todas las personas doman el dolor como un vaquero un potro enloquecido y sucumben a él, pero considero porque tengo amigos que han pasado por ese trance que cuando una persona «se levanta sobre las astillas de sus huesos y avanza hacia fuera de la niebla, merecería gobernar el mundo». Salud y saludos
No estoy de acuerdo con lo que dices del dolor, Manuel, y agradezco que expongas tu opinión, por supuesto, pero voy a traer aquí unas líneas de un hombre, escritor, que estuvo preso de la Gestapo alemana durante el Tercer Reich, por su condición de judío. Ahí va la frase:
«Quien ha sido torturado lo sigue estando. Quien ha sufrido el tormento no podrá encontrar ya lugar en el mundo. La maldición de la impotencia no se extingue jamás. La fe en la humanidad, tambaleante desde la primera bofetada, hundida luego por la tortura, ya no se recobrará nunca.»
(Jean Amery)
He de añadir que este hombre se suicidó. Como se suicidó otro escritor preso de los nazis casi cuarenta años después de su liberación: Primo Levi.
El dolor no sirve para nada, es absolutamente estéril. El dolor aísla, embrutece, aniquila. Y no sirve conocer a alguien que «ha pasado por esa experiencia». No se puede medir el dolor, pero creo que hay diferencia entre pasar por el dentista y hacerlo por un sótano de la policía iraní en calidad de interrogado. Un saludo.
Estimado Emilio:
La tortura, a la que también aludo en mi novela Carla y el señor Erruz, (la cito porque viene al pelo a riesgo de ser criticado por autopromocionarme, pecata minuta por otra parte) es el dolor extremo, irracional, inmoral animal, infringido por el ser humano a uno o miles de sus congéneres. Es tan brutal e inasumible que trasciende el concepto de dolor, más fungible, humano y comprensible por intenso que sea. Obviamente ni el propio Maugham vivió en sus carnes el dolor hasta el extremo de la tortura. Y desde luego los casos a los que aludo no se refieren a la frivolidad de una visita al dentista entre otras cosas porque hay anestesia, si no la hubiera ya estaríamos hablando de otra cosa. Me acuerdo ahora de la pelicula Marathon man y el sacamuelas nazi. Por tanto si mimetizamos dolor con tortura creo que desvariamos en el debate. El dolor humano mata a las personas o las revive y cuando esto sucede la persona se agiganta moralmente de manera que se le abren otras lecturas de los avatares de la vida. Hay dolores y dolores, pero también me sorprende que lleves el dolor unicamente al terreno político, cuando el dolor es uno con una multitud de causas que registran su intensidad. Pero sin intención de focalizarlo unicamente en el contexto de la violencia politica, el caso de la reacción de Irene Villa ante las palabras de Zapata es un ejemplo de ello. O se sucumbe al dolor o se sale de él blindado para las tonterías de la vida, y por supuesto para ir al dentista cantando bajo la lluvia. Mi conclusión es que el dolor no envilece reflejamente ni abate del todo, en función claro de la fortaleza psiquica de la persona que lo sufre. Lo que si produce el dolor recibido gratuitamente es el deseo de venganza, revancha y desquite, a los Maugham. Pero la venganza es otro tema. Saludos
He puesto ejemplos políticos, como tú los llamas, porque son los más conocidos por el público. Pero quiero dejar una cosa clara: hay infinidades de formas de dolor FÍSICO CRÓNICO que afectan a mucha gente. Y te aseguro que he conocido a personas con ese problema, y lo último que he notado en ellos ha sido ese ennoblecimiento que, supuestamente, otorga el dolor. He conocido personas afectadas de dolor crónico que han intentado suicidarse, que han hecho la vida imposible a sus allegados hasta quedarse más solos que la una, que se han emborrachado, se han drogado, han tomado cualquier cosa con tal de dejar de sentir dolor. DOLOR FÍSICO, digo, no estoy hablando ahora de “huy, me ha dejado mi novia” o «qué lastima, se nos ha muerto el gato» o «cuánto echo de menos a mis familiares muertos».
Al hilo de esto quiero traer aquí el recuerdo de una lectura sobre experimentos con el dolor:
A una mona con una cría se la soltaba en una jaula con el suelo metálico. El suelo estaba conectado a unas resistencias eléctricas, y cuando la mona estaba dentro con su monito en brazos, se encendía el brasero bajo sus pies hasta que la mona tenía que saltar de un lado para otro sin obtener consuelo alguno, pues el dolor pasaba de un pie a otro, el dolor por las quemaduras, aclaro.
Finalmente LA MONA, TODAS LAS MONAS, ACABABAN PONIENDO A LA CRÍA EN EL SUELO ARDIENTE Y SUBIÉNDOSE ELLAS ENCIMA PARA NO QUEMARSE LOS PIES.
¿Está clara la diferencia entre esos dolores “espirituales” de los que no sé apenas nada si algo sé, y los DOLORES FÍSICOS producidos por amputaciones, quemaduras, enfermedades dolorosas como el cáncer de huesos, la fibromialgia o la artrosis?
Un saludo.
Gracias, Ángel, por tus lúcidas observaciones. Completan y aun perfeccionan el artículo. Desde luego, tú y yo sabemos esa verdad que Maughan conocía de sobra: el dolor no ennoblece, saca lo peor de las personas, y así, si este hombre conoció el sufrimiento en sus propias carnes, no es extraño que fuera cruel: el maltratado acabará maltratando, esa es la esencia de la frase «la violencia engendra más violencia». Lo malo del caso es que al maltrato, a la crueldad, a la tortura física y psicológica no se le puede poner fin, y ello por la sencilla razón de que en el mundo hay miles de millones de maltratadores con sus miles de millones de maltratados, y estos maltratados, tarde o temprano, pasarán a engrosar las filas de los maltratadores.
Hay una frase de una película de serie B americana sobre un asesino en serie en la que, para sustentar la sentencia a muerte que dicta un tribunal a pesar del diagnóstico de enfermedad mental del asesino, un veterano de guerra dice «No conozco a ninguna persona que volviera loca de Vietnam que no lo estuviera antes de ir».
Puede ser que eso sea así, pero si a una persona frágil se la expone a un situación extrema durante el tiempo debido, acabará, una de dos, convirtiéndose en una víctima crónica o en un verdugo vocacional.
Lo decía Primo Levi: los hundidos y los salvados. Salvados, sí, pero ¿a qué precio?
Un saludo, Ángel, y de nuevo muchas muchas gracias por tus certeras observaciones. Más gente como tú hace falta en nuestro atroz sistema educativo, que es una PUTA MIERDA mande quien mande.
El dolor, como el paso del tiempo, envilecen, ya lo creo que envilecen. No tenemos madera de mártires ni de santos, sólo hay que cotejar la mirada y los ojos de un adolescente y la de un carcamal, la una limpia y la otra muy turbia y afirmar que el dolor no nos deja una dura huella es caer en el cinismo o en la estupidez.
Luis, está claro: los que le quitan importancia al dolor como forjador de infiernos personales NO HAN EXPERIMENTADO DOLOR, ellos creen qeu sí, pero no, si no no hablarían en esas posturas ingenuas. Pero, como decía
todd Solondz, y en línea con tus afirmaciones: existe una delgada frontera que separa el optimismo de la estupidez, y no siempre es fácil deslinar el uno de la otra. Un saludo y gracias a todos.
El mejor de los hombres en la adolescencia se convierte de alguna manera en un hideputa al llegar a la madurez. Los chiquillos de las novelas de Dickens no llegaron a la maldad porque los rescataron del vicio y la miseria a tiempo, si los dejan … hubieran conseguido ser unos rufianes de tomo y lomo.
Qué tema tan profundo habéis tocado. El dolor, el sufrimiento, para Buda, es lo único que hay. Todo lo demás no existe: ni siquiera Dios, ni siquiera el yo. Y, también según Buda, puede superarse, con la compasión, la empatía universal.
Y tanto Angel, y tanto, y sin embargo tampoco el dolor está a salvo de interpretaciones quisquillosas, pero cuidado has utilizado la palabra compasión, quizá alguno tire del hilo fino para hacer una burda maroma. Desde la admiración, siempre
Emilio: Ni se me ha pasado por la imaginación frivolizar o minusvalorar el dolor, y sobre todo el dolor físico llevado al extremo. Solo de pensar en ello me aterra. Cada persona tiene su andamiaje psicológico y su resistencia al dolor que en los ejemplos extremos que pones es humanamente comprensible que deseen la propia muerte como medicina definitiva. El curioso ejemplo de la mona que acaba claudicando y dejando a su cachorro que se achicharre para salvar el pellejo no me invita a imaginar esa conducta a una madre humana, pues estoy seguro que en la mayoría de los casos tratarían de poner a salvo su hijo aun a riesgo de perecer. El dolor fisico y moral son dos vasos comunicantes pues a veces es imposible padecer uno sin el otro. Simplemente he tratado de dar mi opinión sobre el asunto al hilo de tu articulo encomiable y del comentario de Angel. Y sigo pensando, como he dicho, que cuando alguien consigue vencer el dolor físico o moral, y no sucumbir a él, lo cual es también humanamente muy razonable, aparece en la vida de otro modo. Si habeis interpretado que trato de quitarle importancia al dolor o darle un sentido religioso o penitencial es que no me habéis entendido o me habéis leído con cierta predisposición al sarcasmo. Pero estoy convencido de que las personas que hemos reflexionado sobre ello somos personas adultas capaces de exponer sus propias convicciones u opiniones sobre algo tan escabroso como el dolor. Por mi parte, pongo fin a mi participación en el debate, de pronto he sentido como diría un redundante, una incómoda incomodidad. Saludos