Dos Migueles y un autor del Quijote… ¿El de Alcázar? 

Luis Miguel Román Alhambra. Alonso Manuel Cobo. Constantino López Sánchez-T.- Han pasado casi cuatro siglos de la muerte de Cervantes, y aún sigue habiendo discusiones sobre su vida, lugares de estancia o paso, educación, estudios elementales, secundarios o universitarios, ocupaciones, familia, etc. Desde este artículo solo se pretende despertar la curiosidad sobre datos autobiográficos, que él mismo nos lega en sus Prólogos o Dedicatorias de sus obras más conocidas, y que con su lectura nos pueden albergar ciertas dudas sobre su biografía oficial aceptada por muchos.
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Dudas que bien podrían explicar el sentimiento que continúa teniendo el lugar de Alcázar de San Juan, en el corazón de la Mancha, como Cuna de Cervantes, pues estas dudas no han sido convenientemente explicadas por sus biógrafos, y en alguna ocasión incluso menospreciadas u omitidas intencionadamente por estar claramente en contradicción con la historia «oficial» de nuestro autor español más importante.

Miguel de Cervantes muere en 1616, comienza a pasar el tiempo y se siguen leyendo sus obras cada vez más y en más países. Es ya entonces reconocido como un genio de las letras españolas, pero no se sabe nada de él, o casi nada, hasta que se escribe la primera biografía del autor del Quijote.

Han pasado más de cien años de su muerte en Madrid cuando, en 1738, Gregorio Mayans publica esta primera biografía, que titula: Vida de Miguel de Cervantes Saavedra.

El mismo Mayans reconoce en la dedicatoria al Barón de Carteret, impulsor de este trabajo, los pocos datos que se disponían de Cervantes en aquellos años, recurriendo principalmente para elaborar su trabajo a lo escrito por el mismo Cervantes, especialmente en los Prólogos y Dedicatorias de sus obras:
“He procurado poner la diligencia a que me obligó tan honroso precepto, y he hallado que la materia que ofrecen las acciones de Cervantes es tan poca, y la de sus escritos tan dilatada, que ha sido menester valerme de las hojas de éstos para encubrir de alguna manera, con tan rico y vistoso ropaje, la pobreza y desnudez de aquella persona dignísima de mejor siglo”

Y comienza Mayans la biografía por el lugar del nacimiento, que al no conocerse fehacientemente apunta a los lugares que ya por entonces se disputaban la cuna de Cervantes. Estos lugares eran Esquivias, Sevilla y Lucena:

“Esquivias dice ser suyo. Sevilla le niega esta gloria y la quiere para sí. Lucena tiene la misma pretensión. Cada una alega su derecho, y ninguna le tiene”.

«Cada una alega su derecho, y ninguna le tiene”. Y así es de categórico Mayans, porque él mismo tiene su propia hipótesis del lugar de nacimiento, la villa de Madrid:

“…, tengo por cierto que la patria de Cervantes fue Madrid, pues él mismo en el Viaje del Parnaso despidiéndose de esta grande villa le dice así:

A Dios, dije a la humilde choza mía.
A Dios Madrid, a Dios tu prado y fuentes,
que manan néctar, llueven ambrosía.

A Dios, hambre sotil de algún hidalgo,
que por no verme ante tus puertas muerto
hoy de mi patria y de mí mismo salgo.

Y tampoco tiene, Mayans, ninguna certidumbre del lugar de su muerte, ni mucho menos de cuando pasó:
«Según indica esta carta, es posible que muriese de allí a poco tiempo. El día fijo no se sabe, ni aún menos el mes».

Mayans toma como referencia para escribir esto, la Dedicatoria de Cervantes en el Persiles, sintiéndose ya cerca de la muerte, a don Pedro Fernández de Castro, describiendo su próximo tránsito con una inigualable prosa:

«Puesto ya el pie en el estribo, quisiera yo no vinieran tan a pelo en esta mi epístola, porque casi con las mismas palabras las puedo comenzar, diciendo: Puesto ya el pie en el estribo con ansias de la muerte, Gran Señor, ésta te escribo: ayer me dieron la Extrema unción, y hoy escribo ésta, el tiempo es breve, las ansias crecen, las esperanzas menguan, y con todo esto llevo la vida sobre el deseo que tengo de vivir… De Madrid, a diez y nueve de abril de mil y seiscientos y diez y seis años.»

Miguel de Cervantes Saavedra muere en Abril de 1616, siendo enterrado, por expreso deseo de él mismo, en el convento de las Trinitarias Descalzas de Madrid, como reza la partida de defunción encontrada por Blas de Nasarre y Ferriz, bibliotecario mayor del rey Fernando VI, en la iglesia parroquial de San Sebastián de Madrid en 1749:

«En 23 de abril de 1616 años murió Miguel de Cervantes Saavedra, casado con doña Catalina de Salazar, calle del León. Recibió los Santos Sacramentos de mano del licenciado Francisco López. Mandóse enterrar en las Monjas Trinitarias. Mandó dos misas del alma y lo demás a voluntad de su mujer, que es testamentaria y el licenciado Francisco Martínez, que vive allí». (Libro 4º de Difuntos)

Un año antes, en 1748, el mismo Blas de Nasarre, por encargo del duque de Hijar recorre lugares de la Mancha en busca de testimonios sobre el origen de Cervantes. Solo un gran conocedor de esta tierra, y por qué no, natural de ella, podría haberla descrito tan precisamente, así como a sus vecinos, para querer hacerla patria de don Quijote, bien pudo ser el argumento para este encargo.

Nasarre visita los archivos parroquiales, rebusca en los libros de bautismos de lugares de la Mancha y en su visita a la iglesia parroquial de Santa María la Mayor de Alcázar de San Juan, encuentra el registro de un niño, al que sus padres, Blas de Cervantes Saavedra y Catalina López, bautizaron con el nombre de Miguel. Este Miguel fue bautizado el 9 de Noviembre de 1558.

En el margen de esta partida, con otra grafía distinta, la tradición dice que el propio Nasarre escribió:

«Este fue el autor de la historia de don Quixote»

Desde su descubrimiento, los vecinos de Alcázar de San Juan han creído que el Miguel que engendró el Quijote nació en este lugar manchego. Incluso sabían la casa donde Catalina, su madre, lo trajo al mundo. Una casa existente en la antigua plaza de la Rubia, muy cerca de la iglesia de Santa María donde fue bautizado.

Unos años más tarde de estos dos descubrimientos por Blas de Nasarre, tanto de la partida de bautismo en Alcázar de San Juan como del registro de defunción en Madrid, en 1753, Agustín de Montiano, primer director de la Real Academia de la Historia, publica el descubrimiento de un registro de bautismo de otro Miguel, hijo de Rodrigo de Carvantes y de Leonor de Cortinas. Este Miguel recibe el bautismo el día 9 de Octubre de 1547 en Alcalá de Henares. Montiano era muy crítico con la obra de Cervantes, tanto es así que valoraba literariamente muy por encima el Quijote de Avellaneda que el propio Quijote de Cervantes, llegando incluso a advertir:

«Ningún hombre juicioso fallará en pro de Cervantes si formase el cotejo de las dos segundas partes».

Y aquí comenzó la disputa entre estos dos lugares, Alcázar de San Juan, en el corazón de la Mancha, y Alcalá de Henares, villa universitaria muy cercana a Madrid.

Documentos aparecidos posteriormente, entre ellos los del rescate en Argel por los padres trinitarios de Miguel de Cervantes, «natural y vecino de Alcalá de Henares», decantaron definitivamente a los académicos de la Real Academia de la Historia a determinar que Miguel de Cervantes Saavedra, autor del Quijote, nació en Alcalá de Henares.

No obstante la tradición, en Alcázar de San Juan, ha pasado de padres a hijos, de abuelos a nietos, incluso hasta el punto de que durante algunos años del siglo XX, el nombre de este lugar manchego pasó a ser oficialmente Alcázar de Cervantes. Hoy, Miguel de Cervantes Saavedra, es Hijo Predilecto de Alcázar de San Juan.

Poco se sabe, o mejor dicho nada, de la infancia del Miguel escritor del Quijote, dónde estudió, cuándo y dónde pudo leer a los clásicos…, en definitiva, no sabemos cuándo, dónde y cómo adquirió la formación necesaria para, casi al final de su vida, engendrar Las Novelas Ejemplares, el Quijote, el Persiles, …
Es tan poca la documentación irrefutable de Cervantes, que cualquier documento que apareció, y sigue apareciendo, con el nombre de Miguel de Cervantes es atribuido al escritor del Quijote, sin estimar que pudo haber dos, o más Migueles, y de primer apellido Cervantes en aquellos años, encajando, también de una manera difícil de explicar, algunos de estos documentos con la biografía del niño Miguel, bautizado en Alcalá de Henares.

La edad que separa a estos dos Migueles, once años mayor el Miguel de Alcalá de Henares que el Miguel de Alcázar de San Juan, fue también utilizada, y es utilizada aún por muchos en contra de los argumentos aportados por Alcázar de San Juan, sin la debida consideración histórica, e incluso de una manera que roza, si no lo supera, el insulto.

Para evitar discusiones entre unos documentos y otros, unos falsos, otros manipulados, unos que existieron pero que no aparecen, otros de posibles homónimos…, como también hizo Gregorio Mayans, vamos a tener en cuenta solo documentos evidentes: las obras del propio Cervantes, y sus Prólogos y Dedicatorias.

Hay un dato evidente y que los biógrafos y estudiosos han pasado por alto. Se trata de que la biografía oficial sitúa a Miguel en Sevilla en los años 1564-1566. Según reconoce él mismo en el prólogo de su obra “Ocho comedias y ocho entremeses nuevos nunca representados” (1515) asistió a las representaciones de Lope de Rueda que le dejaron honda impresión aunque dice no tener capacidad para apreciarlas bien.

Cuesta creer que un joven, casi un hombre ya, de diez y siete a diez y ocho años, la edad del Miguel de Alcalá diga que: “y aunque por ser muchacho yo entonces, no podía hazer juyzio firme de la bondad de sus versos”, es decir que no entendiese si en verdad eran buenas o no las representaciones teatrales de Lope de Rueda.

Por el contrario, se comprende mejor esta reflexión suya si tenemos en cuenta que esa afirmación la hacía el Miguel de Alcázar, que en esa época contaría con la edad de entre seis a ocho años y es más fácil que quedase impresionado por las representaciones teatrales aunque sin llegar a comprenderlas del todo y sin poder enjuiciar, como escribió en este Prólogo, la calidad de las mismas.

En Las Novelas Ejemplares (1613), en su Prólogo, Cervantes hace una descripción de él mismo, un retrato con palabras. Sabe que está muy enfermo, que no le queda mucho tiempo de vida, y que nadie le ha pintado como para dejar su grabado en el Prólogo de esta obra, ni en ninguna otra:

“Este que veis aquí, de rostro aguileño, de cabello castaño, frente lisa y desembarazada, de alegres ojos y de nariz corva, aunque bien proporcionada; las barbas de plata, que no ha veinte años que fueron de oro, los bigotes grandes, la boca pequeña, los dientes ni menudos ni crecidos, porque no tiene sino seis, y éstos mal acondicionados y peor puestos, porque no tienen correspondencia los unos con los otros; el cuerpo entre dos extremos, ni grande, ni pequeño, la color viva, antes blanca que morena; algo cargado de espaldas, y no muy ligero de pies; éste digo que es el rostro del autor de La Galatea y de Don Quijote de la Mancha…”

El Miguel de Alcalá tenía en 1613 la edad de sesenta y seis años, el Miguel de Alcázar, once años menos, cincuenta y cinco.

La esperanza de vida en aquella época estaba entre los cincuenta y los sesenta años. Su contrincante literario, Lope de Vega, en El peregrino en su patria, describe las edades de los hombres y sus dedicaciones en cada fase de la vida: «… en las cortas (vidas) nuestras que de veinte años se abren los ojos al sentido, de treinta al entendimiento, de cuarenta al alma para mirar lo pasado, de cincuenta al arrepentimiento y a la muerte…». El Miguel de Alcalá moría en 1615 con sesenta y nueve años y el Miguel de Alcázar con cincuenta y ocho años. Coincide perfectamente la edad de fallecimiento, con las expectativas de vida de su época, con la del Miguel de Alcázar mucho más que con la del Miguel de Alcalá, según el juicio de Lope de Vega, y más teniendo en cuenta la vida, parece más que azarosa, de Cervantes. Pero esto solo puede ser una mera coincidencia, ya que el propio Lope de Vega muere a los setenta y tres años.

Y poco después, en el mismo Prólogo, Cervantes se enorgullece de uno de sus días más importantes para él vividos, haber estado en la batalla de Lepanto:

“… Perdió en la batalla naval de Lepanto la mano izquierda de un arcabuzazo, herida que, aunque parece fea, él la tiene por hermosa, por haberla cobrado en la más memorable y alta ocasión que vieron los siglos pasados, ni esperan ver los venideros, militando debajo de las vencedoras banderas del hijo del rayo de la guerra, Carlo Quinto, de felice memoria…”

Era el amanecer del 7 de Octubre de 1571, cuando las flotas cristianas y turcas se lanzaron las salvas de comienzo de batalla. Esta terminó a medio día con la victoria de la flota cristiana comandada por don Juan de Austria, hermanastro del rey Felipe II, y con el futuro genio de las letras españolas herido en una mano y en el pecho por metralla de arcabuz. De estas heridas siempre estuvo orgulloso Cervantes, más de las de la mano, tanto que ya en vida se le conoció como el «manco de Lepanto».

El Miguel de Alcalá estaría ese día con veinticuatro años, el Miguel de Alcázar con solo trece años. Y aquí parece acabarse la discusión. Para los detractores del Miguel de Alcázar no es posible que un muchacho de trece años estuviese en un barco de guerra ese día.

Pensar esto hoy es lo más lógico, pero esta batalla naval ocurrió casi en el último cuarto del siglo XVI, cuando muchos muchachos eran “reclutados” para servir a oficiales, tocar algún instrumento de guerra, como el pífano o el tambor, o ayudar a la carga de los arcabuces de los temidos Tercios españoles.
Tal era, a veces, la pobreza en algunas familias que esta era una de las salidas de los hijos varones del hogar familiar, el servicio militar, o era buscado intencionadamente por el espíritu patriótico e imperial reinante en aquella época en España.

Pero para evitar discusiones sobre esto, si un muchacho de trece años podía estar o no en aquella batalla, avancemos a 1605, y leamos lo que en el Quijote, el Miguel escritor nos dice sobre esto mismo:
«En esta razón vino a nuestro pueblo un Vicente de la Rosa, hijo de un pobre labrador del mismo lugar: el cual Vicente venía de las Italias, y de otras diversas partes de ser soldado: llevóle de nuestro lugar siendo muchacho de hasta doce años, un Capitán, que con su compañía por allí acertó a pasar…» (IP, Cap LI)

¡Un muchacho de doce años se va con un capitán! El Miguel de Alcázar estaría con trece años en Lepanto, un año antes con «doce años», en 1570, se había decantado por el servicio a las armas. Según el Miguel escritor del Quijote, bien pudo haber estado allí.

El primer Prólogo escrito por Cervantes fue en La Galatea (1585). Un año antes había contraído matrimonio en Esquivias (Toledo) con Catalina de Palacios. Ella contaba con diez y ocho años. El Miguel de Alcalá tendría treinta y siete años, el Miguel de Alcázar veintiséis años.

La Galatea (1585) es su primera obra con cierto éxito, de la que Cervantes siempre estuvo orgulloso, tanto que al final de su vida tenía prevista su segunda parte. Así es como se la dedica a Ascanio Colonna, abad de Santa Sofía:

“Ha podido tanto conmigo el valor de V.S.I. que me ha quitado el miedo, que con razón debiera tener en osar ofrecerle estas primicias de mi corto ingenio”

“Primicias de mi corto ingenio”. No parece que Cervantes lleve mucho tiempo escribiendo con verdadera satisfacción personal como para mandar a imprimir sus obras. El mismo critica, ya en el Prólogo, tanto a quienes publican cualquier cosa, “con deseo de gloria”, como a los que por “temor de infamia, no se atreven a publicar lo que, una vez descubierto, ha de sufrir el juicio del vulgo, peligroso y casi siempre engañado”.

Cervantes comienza este Prólogo defendiendo su trabajo, aunque este sea en verso, escrito “en tiempo que, en general, la poesía anda tan desfavorecida” y en la que no está de acuerdo con los que critican a quienes se dedican a la poesía siendo jóvenes:

“… solo quiero responder a los que libres de pasión, con mayor fundamento se mueven a no admitir las diferencias de la poesía vulgar, creyendo que, los que en esta edad tratan de ella, se mueven a publicar sus escritos con ligera consideración, llevados de la fuerza que la pasión de las composiciones propias suele tener en los autores de ellas, para lo cual puedo alegar de mi parte la inclinación que a la poesía siempre he tenido, y la edad, que, habiendo apenas salido de los límites de la juventud, parece que da licencia a semejantes ocupaciones”

Cervantes decide publicar sus versos de La Galatea (1585), “habiendo apenas salido de los límites de la juventud”.

Aquí tenemos uno de los datos biográficos más importantes que tenemos de Cervantes, su edad aproximada cuando publica La Galatea. Esta obra veía la luz cuando el Miguel de Alcalá tenía treinta y ocho años y el Miguel de Alcázar veintisiete años.

“Apenas salido de los límites de la juventud”. Hoy la juventud del Miguel escritor cuando publica La Galatea puede entenderse, y según por quienes y sus intereses cervantinos, de una manera o de otra, siempre entre la infancia y la edad en la que la persona pasa a entenderse como adulta. Edad muy indeterminada que admite la discusión. Pero leamos el diccionario de la Real Academia de la Lengua, pero no el actual, sino veintitrés ediciones menos, la primera edición de esta institución y conocida como Diccionario de Autoridades, comenzado a publicarse en 1726, y es la más cercana a la vida de Cervantes:

“JUVENTUD.f.f. El tiempo de la edad de joven, que comienza desde los catorce, y llega hasta los veinte y un años” (Diccionario de Autoridades, Tomo IV)

“Apenas salido de los límites de la juventud”. Parece evidente que de los dos Migueles, este párrafo de La Galatea fue escrito por el Miguel de Alcázar con veintisiete años. Si la juventud, en aquella época, terminaba a los veintiún años de edad, escribir esto el Miguel de Alcalá, con ¡treinta y ocho años!, sencillamente es imposible.

Poco se ha escrito sobre esta frase de Cervantes, y cuando se hace, como no «encaja» en la vida oficial del Miguel de Alcalá, se justifica siempre como un posible error, contradicción o hasta como simple engaño sobre su edad por el propio escritor. Esta duda habría que justificarla con más ingenio, aunque difícil lo tienen los defensores del Miguel de Alcalá, pues «solo» separa el límite de la juventud con la edad de este Miguel ¡diez y siete años!

La Galatea la dedica Cervantes «Al Ilustrísimo Señor Ascanio Colonna Abad de Santa Sofía». Y en esta Dedicatoria, Cervantes, nos deja otro detalle autobiográfico de su estancia en Italia:
«Juntando a esto el efecto de reverencia que hacían en mi ánimo, las cosas (que como en profecía) oí muchas veces decir de V.S.Ilustrísima al cardenal de Aquaviva, siendo yo su camarero en Roma»

Cervantes conoció al destinatario de su Dedicatoria, Ascanio Colonna, cuando estaba al servicio del cardenal Acquaviva, en Roma.

Giulio Acquaviva, nace en Nápoles en 1546. En 1568, con veintidós años de edad, es enviado por el papa Pío V a España para, entre otras cosas de índole diplomático y político, dar el pésame al rey Felipe II por la muerte de su hijo, el príncipe Carlos. Monseñor Acquaviva parte de Roma el 19 de septiembre y llega a Madrid el 13 de Octubre. Solo diez días antes de su llegada a la Corte española, el 3 de Octubre, había muerto la reina Isabel de Valois. El día 30 de Diciembre, de ese mismo año de 1569, parte de Madrid de vuelta hacia Roma. Su estancia en España, y especialmente en Madrid, fue de unos dos meses y medio.
En mayo de 1570, el papa Pío V le nombra cardenal diácono. Giulio Acquaviva tenía veinticuatro años y conocido como gran amante de las letras y mecenas de jóvenes escritores. Muere, solo cuatro años más tarde, en Roma a los veintiocho años.

Ascanio Colonna, nace en Marino en 1560. Es hijo de Marco Antonio Colonna, comandante de la flota de los Estados Pontificios, integrada en la coalición cristiana conocida como La Liga Santa. Esta gran coalición naval cristiana es la que se enfrentó y derrotó en el golfo de Lepanto a la flota turca el 7 de Octubre de 1571, batalla en la que Cervantes se encontraba en una de sus naves.

Cervantes le recuerda a Ascanio Colonna su relación con su padre, en la misma dedicatoria, cuando estuvo a su servicio:

«Y si por esto no lo meresciere, merézcalo a lo menos por haber seguido algunos años las vencedoras banderas de aquel sol de la milicia que ayer nos quitó el cielo delante de los ojos, pero no de la memoria de aquellos que procuran tenerla de cosas dignas della, que fue el Excelentísimo padre de V. S. Ilustrísima»
¿Cuándo estuvo Cervantes, y por qué, de camarero con el cardenal Aquaviva en Roma y pudo conocer al Ascanio Colonna para dedicarle La Galatea?

Cervantes comienza sus servicios, y a obtener méritos por ellos, en 1568, pues él mismo en su solicitud para acceder a un puesto en Nueva España, fechada en mayo de 1590, señalaba así sus méritos al presidente del Consejo de Indias:

«He servido al rey muchos años en jornadas de mar y tierra … de veinte y dos años a esta parte»
Si es apresado, como él mismo también reseña, regresando a España desde Italia en la galera Sol, en septiembre de 1575, solo pudo estar al servicio del cardenal Acquaviva entre 1568 y 1570. En Octubre de 1571 se encontraba en Lepanto sirviendo en la galera Marquesa, de la flota veneciana.

Estar al servicio del cardenal Acquaviva después de la batalla de Lepanto, y de su rehabilitación en un hospital de Messina, hasta la muerte del cardenal en 1574, parece improbable, pues en la misma solicitud enviada al presidente del Consejo de Indias, Cervantes manifiesta que después de Lepanto, y resultar herido, estuvo en las campañas militares de Navarino, Túnez y La Goleta:
«… particularmente en la batalla naval donde le dieron muchas heridas, de las cuales perdió una mano de un arcabuzazo. Y el año siguiente fue a Navarino, y después a la de Túnez y a la Goleta…»

Las campañas de Navarino, Túnez y La Goleta se desarrollaron entre 1572 y 1574.

Si solo cabe la posibilidad de coincidir con el cardenal Acquaviva entre los años 1558 y 1570, ¿pudo haberse marchado Cervantes con el séquito del monseñor Acquaviva a Roma, cuando este estuvo en Madrid en 1558?

Parece muy probable que en alguna de las reuniones que mantuvo monseñor Acquaviva con figuras relevantes de las letras españolas en Madrid, escuchase o leyese las composiciones que un alumno de Juan López de Hoyos, llamado Miguel de Cervantes, había compuesto por la muerte de la reina Isabel de Valois y que se publicarían posteriormente, en septiembre de 1569, integradas en la «Historia y relación verdadera de la enfermedad, felicísimo tránsito y suntuosas exequias de la Serenísima reina de España Doña Isabel de Valois».

Estas primeras composiciones de Cervantes, iban precedidas de un elogio personal que el propio López de Hoyos hacía de su alumno destacado:

«Estas cuatro redondillas Castellanas, a la muerte de su magestad, e las quales como en ellas parece se usa de colores rhetóricos, y en la última se habla con su magestad son una elegía que aquí va de Miguel de Cervantes nuestro charo y amado discípulo:…»

Sin duda alguna estas composiciones poéticas las debió escribir Cervantes entre el 3 de Octubre de 1568, fecha de la muerte de la reina, y mayo de 1569, fecha de la aprobación para su publicación del texto completo por fray Diego de Chaves, confesor, que había sido, del príncipe Carlos y de la reina Isabel de Valois. Por lo tanto, si estas fueron escritas al poco tiempo de morir la reina, sí las pudo haber leído o escuchado monseñor Acquaviva antes de su partida de España a finales de 1569, y como protector y mecenas de escritores y poetas, especialmente de jóvenes, haber propuesto al distinguido alumno de López de Hoyos, Miguel de Cervantes, que le acompañase a Roma.

De ser así, habría comenzado sus servicios, sus méritos con el rey, en el año que él mismo indica, 1568, y habría estado con el monseñor Acquaviva al menos hasta su nombramiento como cardenal en 1570, tiempo en el que si pudo conocer también a Ascanio Colonna, este con la edad entre nueve a diez años y muy aficionado ya a las artes y a la poesía.

¿Pudo haberse fijado monseñor Acquaviva de un alumno sobresaliente de Juan López de Hoyos, con ¡veintiún años!, la edad del Miguel de Alcalá? La edad de este Miguel era parecida al ya muy ilustrado y considerado monseñor Acquaviva. ¿No parece una edad muy tardía para empezar a escribir poesía en un genio de las letras y para estar aún formándose en el Estudio de la Villa de Madrid, cuando esta es edad de estudios universitarios, y avanzados si no terminados?

¿Y con la edad de diez años, la edad del Miguel de Alcázar? De ser el Miguel de Alcázar, este niño estaría estudiando en el Estudio de Juan López de Hoyos con diez años cuando acaeció la muerte de la reina. Edad mucho más lógica para esos estudios y para que un genio de la escritura fuese empezando a crear sus primeras obras, publicadas con elogios de su maestro.

Habría aceptado su familia la oferta de que Miguel entrara al servicio de monseñor Acquaviva en 1568, marchándose con su séquito a Roma, y por tanto haber estado con él ya siendo cardenal en 1570, y coincidir con Ascanio Colonna, cuando este solo tenía nueve o diez años, y recibía ya los elogios también del cardenal. Así, Miguel y Ascanio, coincidieron en la casa del cardenal Acquaviva, casi con la misma edad los dos, protegidos ambos por el cardenal, estudiando y ampliando sus conocimientos en la muy extensa biblioteca del cardenal. También así se justifica el conocimiento de los clásicos de un Cervantes sin paso conocido por la universidad.

Cervantes, además de pintarse con palabras en el Prólogo de Las Novelas ejemplares (1613), se sincera también con sus lectores. Nos dice incluso que es tartamudo, y nos indica su edad. Se siente ya viejo y presiente que no le queda mucho tiempo de vida:

“Mi edad no está ya para burlarse con la otra vida, que al cincuenta y cinco de los años gano por nueve más y por la mano”

También se ha escrito mucho sobre esta frase de Cervantes. Los defensores del Miguel de Alcalá, la interpretan de la siguiente manera:

Año de publicación de Las Novelas ejemplares, 1613, menos sesenta y cuatro años que en ese momento dice Cervantes que tiene (suma de cincuenta y cinco años más nueve), nos resulta el año de su nacimiento: ¡¡1549!!, y como no les encaja con la fecha de la partida de bautismo de su Miguel de Alcalá, 1547, argumentan que bien pudo escribir este Prólogo ¡dos años antes!, en el 1611 o que sencillamente nos mintió con su edad, nuevamente. De alguna manera tienen que justificar lo escrito por Cervantes y su falta de coincidencia con el año de la partida de Bautismo.

Una interpretación muy intencionada con sus propósitos, pero sin tener en cuenta, o sin querer tener en cuenta, que Cervantes deja meridianamente clara la fecha de este “Prólogo al lector”. Así lo termina:
“Mucho prometo, con fuerzas tan pocas como las mías; pero ¿quién pondrá rienda a los deseos? Sólo esto quiero que consideres, que pues yo he tenido la osadía de dirigir estas novelas al gran Conde de Lemos, algún misterio tienen escondido que las levanta”

¡Cervantes ya había escrito la dedicatoria al Conde de Lemos, cuando escribió este Prólogo!. Y la dedicatoria al Conde de Lemos la fecha en Madrid:
» … a catorce de julio de mil y seiscientos trece»

Por lo tanto, es claro y evidente que el Prólogo al lector lo escribe en el 1613, después del «catorce de julio de mil y seiscientos trece», no dos años antes como pretenden los defensores del Miguel de Alcalá.
“Mi edad no está ya para burlarse con la otra vida, que al cincuenta y cinco de los años gano por nueve más y por la mano”.

“Ganar por la mano”. Nuevamente es necesario consultar el Diccionario de Autoridades, en el que al contener también expresiones comunes en aquella época leemos esta:

«GANAR POR LA MANO. Es anticiparse a otro en hacer alguna cosa, o lograr alguna utilidad» (Diccionario de Autoridades, Tomo IV)

Otros investigadores ven en esta frase sencillamente la edad de Cervantes en 1613, cincuenta y cinco años, ganando por nueve años, o siendo mayor nueve años, que otra persona. ¿Con quién se está comparando? ¿Con el «amigo» que le escribió el prólogo a la primera parte del Quijote del que se queja? Otra incógnita más que nos dejó don Miguel.

Si esto fuese así, si en 1613 tenía el escritor del Quijote cincuenta y cinco años, su año de nacimiento correspondería con el año de 1558, ¡año de nacimiento y bautismo del Miguel de Alcázar!:
«En nueve días del mes de noviembre de mil quinientos y cincuenta y ocho bautizó el Reverendo Señor Alº Diaz Pajares un hijo de Blas de Cervantes Sabedra y de Catalina López que le puso de nombre Miguel,…»

Otro episodio sustancioso en la vida de Cervantes, que también merece estudio y del que se puede extraer alguna conclusión es el del fallido viaje a Nápoles que tanto le enojó. Sucedió que en la primavera de 1610 y tras el nombramiento del Conde de Lemos como virrey de Nápoles, el secretario del conde, Lupercio Leonardo de Argensola impide que el escritor forme parte de la corte que ha de acompañar al de Lemos a Italia, lo que origina una airada reacción de Miguel que la manifiesta en los versos del Viaje al Parnaso (refiriéndose a los “Lupercios”, tanto a Lupercio como a su hermano Bartolomé de Argensola):

“Mucho esperé, si mucho prometieron,
Más podrá ser, que ocupaciones nuevas
Les obligue a olvidar lo que dixeron”.

También resulta muy aventurado y peligroso hacer un viaje de esa dificultad al reino de Nápoles cuando el Miguel de Alcalá contaba con sesenta y tres años, siendo más juicioso suponer que si se tratase del Miguel de Alcázar contaría en esa fecha con la edad de cincuenta y dos años, que si bien era elevada para una época en la que se consideraba viejos a los hombres con cuarenta y cinco años, encaja mejor en la envergadura del viaje a emprender.

Reseñamos a continuación un detalle curioso que ha sido apreciado por todos los investigadores sobre el escritor. Es digno de señalar que la década prodigiosa de Cervantes, en cuanto a la escritura de sus obras más principales y de más calidad (Primera parte del Quijote -1605-, Novelas Ejemplares -1613-, Viaje al Parnaso -1614-, Ocho comedias y ocho entremeses nuevos nunca representados -1615- y Segunda parte del Quijote -1615-, además de la redacción del Persiles, publicado póstumamente en 1617) tuvo lugar entre los años 1605 y 1615, y le llegó cuando el Miguel de Alcalá tenía entre cincuenta y ocho y sesenta y ocho años, que si bien es una edad en que todas las experiencias se han acumulado y se ha vivido –y prácticamente estirado- una vida, no parece que por su enfermedad y su vida tan castigada, le permitiese demasiadas alegrías incluso referentes a la escritura, para la que se necesita alto grado de concentración y frescura, sobre todo si hablamos de la fabuloso producción en cantidad y calidad de esos años, más aún cuando lo aquejaban (y esta es una característica de su vida) problemas económicos y problemas de familia, que nada tenían que ver con la propia creación literaria.

En cambio, el Miguel de Alcázar tendría entre cuarenta y siete y cincuenta y siete años, que si bien ya hemos dicho con anterioridad era una edad a la que a un hombre normal de la época se le consideraba viejo, todavía había en el escritor nervio y ganas de contar cosas, y no cabe duda de que el genio creador podría haberse desarrollado en toda su extensión en esta década de madurez plena.

Cervantes muere en Madrid, en la calle de León en 1616. El Miguel de Alcalá tendría sesenta y nueve años, el Miguel de Alcázar, once menos, cincuenta y ocho. Durante la búsqueda de los restos de Cervantes en el convento de las monjas Trinitarias de Madrid, se estaba buscando un varón de unos setenta años, con solo seis dientes en su boca y heridas en su mano y pecho.

Podría haber sido el fin de esta polémica entre estos dos Migueles, pero el escritor del Quijote, se llevó consigo muchas dudas, al menos para los que leemos sus obras, con sus Prólogos y Dedicatorias.
Debe quedar claro que todas las dudas relativas a su edad que aquí se han expuesto no las decimos nosotros, sino que son afirmaciones del propio Miguel y que tan sólo han sido extraídas de sus obras, ¿pero del Miguel… de Alcázar?

Se han buscado sus huesos con ahínco, en un intento de saldar la deuda que España tenía con él. Realmente ahora se sabe el lugar exacto donde se encuentran junto con los de su mujer y otros restos, pero no es posible su identificación individual al pasar tantos años por ellos, además de un traslado ocurrido dentro del recinto de la propia iglesia.

Quizás es ahora también el momento de investigar, sin miedos al resultado, su verdadera vida, incluso su cuna.

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