Manuel Valero.- Cae en un error el PP de Ciudad Real cuando resta legitimidad y pureza democráticas a la victoria de las dos izquierdas en la capital y a la posibilidad, más que cierta de que, como hiciera en su día el PP,el PSOE siente al frente de la gobernación de la real villa, a una mujer Pilar Zamora, aunque para ello necesite el consentimiento tácito de otra mujer, Carmen Soánez.
Nunca en la historia de la ciudad ha habido tanta confluencia de feminidad política con tres mujeres candidatas y tres mujeres protagonistas tanto de los partos postelectorales como de los abortos colaterales. Tiene la alcaldablesa del PSOE, la singularidad de su preferencia republicana, lo cual es una minucia en cualquier otra ciudad pero que tiene su aquel en la única capital de provincia del Reino, que atestigua su condición de real, en su propia toponimia: Ciudad Real. Real de regia, sin que por ello desestimemos que pueda haber otras ciudades irreales o imaginarias o imaginadas entre rondas de la que nos ocupa.
Retomando el hilo, es un error que el PP cuestione la legitimidad democrática del resultado de las elecciones, no sólo porque la actual ley electoral permite las mayorías coaligadas, los pactos electorales y la suma de escaños necesaria para alcanzar la mayoría suficiente con que elegir alcalde, alcaldesa o presidente del Gobierno en el seno de las instituciones que es lo que realmente se elige, sino porque en democracia son tan importantes las formas como el fondo.
No basta con parecer demócrata, hay que serlo, y se demuestra que se es en la derrota y en la victoria, aunque es un defecto muy ibérico, demasiado defecto y demasiado ibérico , eso de trincar la mayoría absoluta propia o en compañía de otros, y mandar de inmediato a la oposición al congelador durante cuanto presupuestos. Es la primera vez, además, en la secuencia de municipales desde 1979 que un partido se resiste a admitir la realidad de los hechos. El resultado de las elecciones tiene tantas lecturas como intereses, por tanto sesgadas, aunque haya datos objetivos como que Rosa Romero consiguió más votos que Zamora y que Soánez, por separado, y que de haber habido una ley electoral que otorgara la victoria a la lista más votada, sería la popular y no la socialista, la que mantuviera la vara de mando. Pero no es así, y con la ley en la mano, tan legítimas y democráticas fueron las victorias del PP, como ahora la de las dos izquierdas.
Resulta incómodo asistir también al recurso al miedo por un futuro incierto, o al discurso de que Zamora será un títere bajo los hilos de la «comunista» Soánez como si fuera a imponer los cuellos mao en la nueva indumentaria civil. La democracia, guste o no, permite el ejercicio de la administración municipal al partido o partidos que hagan mayoría y que los ciudadanos tengan el derecho a darse la oportunidad de otro gobierno… posible. Si mejor o peor ya se verá. Si todo resulta un desastre producto de un gobierno irresponsable, de una falsa ensoñación o de lo que sea (si todo es un desastre qué más da lo que lo originó) ya se encargarán los ciudadanos de dar la boleta al equipo de gobierno electo y regresar al defenestrado a su lugar… si es que está aún en pie dentro de cuatro años o si llegando 2019 veremos el nuevo bipartidismo comandadospor Iglesias y Rivera, como señal inequívoca de ese tiempo nuevo en el que todo será de cristal de puro transparente, excepto el lugar de la cita de PyP, Iglesias y Sánchez y su contenido que es todo un arcano como corresponde a la vieja escuela.
