Reinaldo arenas fue perseguido, marginado y exiliado. También mantuvo relaciones sexuales con cuatro mil hombres. Váyase lo uno por lo otro. En su autobiografía nos queda claro un extremo: Reinaldo nació para vivir una vida intensa, en contraposición a su familia, que vivió aplastada por la represión sexual, empezando, según parece, por su madre.Para Reinaldo Arenas, el sexo con hombres era una forma de alimentar la creatividad. El testimonio que deja en este libro es un retrato pesimista de cómo las ilusiones revolucionarias de un país acaban convirtiéndose en los dogmas esclerotizados de una pandilla de covachuelistas abonados a la sopa boba institucional. El señor Arenas reparte estopa por doquier. A Gabriel García Márquez lo pone a caer de un burro; tampoco se ata corto cuando habla de Alejo Carpentier, quizá uno de los escritores cubanos más apoltronados del siglo XX, creemos recordar que ostentó una cartera ministerial. En Cuba, según se dice en este libro, quien no se arremanga la saya y se pone un buen babero no acaba publicando. A Carlos Fuentes también le da un repaso bueno. Y a muchos escritores cubanos los recuerda con cariño: Virgilio Piñera y José Lezama Lima, ambos hambrientos, ambos homosexuales, ambos infelices, ambos genios. Antes que anochezca es una obra pesimista (es decir, realista), es la vida de un perdedor que tendría que haber disfrutado de mejor suerte y al que, mucho nos tememos, si no hubiera sido por aquella película protagonizada por el inefable Javier Bardem, casi nadie recordaría en la actualidad. Un signo de los tiempos inciertos que vivimos: la industria del cine le ordena al paisanaje fijarse en este o aquel escritor; y lo que es peor aún: le oculta la existencia de talentos anónimos. Tusquets ha hecho una gran labor trayendo al público la obra de un escritor que ha pasado de anónimo a sobrevalorado. Aquí, en este país, no tenemos término medio. Por lo menos, el hombre se quedó a gusto y le dio, eso, gusto al cuerpo, sin ser famoso, por su linda caro, vamos. Otros no pueden decir tanto. Y encima no saben escribir.
Emilio Morote Esquivel
Palabras marginales
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