Las piedras de la memoria (3)

José RiveroJunto a esta incapacidad –confesada o no– late en Alonso otra dificultad y es la de su oposición visible a los valores formales de la arquitectura moderna a la que tacha en algunos momentos de ‘cubista y germánica’. Alonso que es un conservador y un tradicionalista claro, se ve forzado a asumir el papel de un  crítico moderno y, más aún, de un heterodoxo que critica y cuestiona el presente productivo. Son, por ejemplo, las oposiciones formales manifestadas al nuevo edificio de la Delegación de Hacienda, que vino a sustituir a la antigua Cárcel de la Hermandad; sus dudas también, sobre la idoneidad formal del Banco Español de Crédito, erigido sobre el enclave del Círculo de la Unión en los años treinta; o su rechazo al Ayuntamiento de Tomelloso que coexiste con el casticismo de la Posada de los Portales.

rv_ALONSO1950COVATILLASi Alonso duda de las transformaciones en marcha y desconfía del lenguaje en que se verifican dichas transformaciones imparables, ¿qué le quedaba?, ¿la ciudad petrificada y el pasado como estampa? Le quedaba un raro olfato de mirón sentimental y el descubrimiento, tardío, del valor de la historia en la ciudad.

rv_ALONSO1950-TORREON-(2)En este sentido Alonso supo captar, anticipadamente y con un sentido moderno, las diferencias entre el valor estilístico y el valor histórico. La permanencia de la ciudad no podía estar dictada por la excelencia formal y por las cualidades estilísticas del repertorio edificado; debía de prevalecer, antes que nada, el valor histórico de los elementos. Frente a los que se inhiben ante la desaparición del pasado, desde los supuestos de su modestia estilística[1], Alonso entiende la permanencia de la ciudad desde otros valores que no son los estrictamente estilísticos y formales. En ese proceso de transformación de la ciudad que dictan los tiempos nuevos, el papel  desempeñado por los fragmentos históricos está condenado a la extinción, pese a quien le pese y muy a pesar de ellos.

Alonso creyó en la viabilidad de su permanencia, pero no supo ver las reglas de juego que se desplegaban en el tablero del nuevo mudo orden ciudadano y del nuevo ciego orden inmobiliario, insensible a los sentimentalismos apegados al pasado y a su coherencia formal. Similar error de perspectiva, rv_AUDIENCIAadvertimos en Emilio Bernabéu, cuando salda el debate sobre el Torreón del Alcázar con un panegírico que denominó ‘Hemos triunfado’[2], sin advertir que la fecha de la celebración se producía el día de los Santos Inocentes, en que se bromeaba, entre otras cosas, con lo que se destruía y con lo que se construía.

No hubo triunfo porque no podía haberlo, por mucho que le pareciera a Bernabéu, y por mucho que se apetecieran  tales victorias en vísperas de las celebraciones del Centenario de la ciudad huesuda y calma. Frente a la Historia conmemorada, los hechos cotidianos marcaban otra forma de entender la Historia; pese a los esfuerzos clarificadores de algunos trabajos[3]. La ciudad de Bernabéu y la ciudad de Alonso, es ya sólo un único deseo por reconocer el pasado como cosa presente; pero es también un deseo imposible, ya que el pasado se disuelve poco a poco, como un azucarillo en un vaso de agua, en el creciente tráfago productivo moderno y en las prodigiosas avenidas de una modernidad incipiente, entumecida y mal entendida.

[1] Es el caso de Carlos Mª San Martín en su trabajo: Último estertor de la casa de la Torrecilla, Lanza, 6 febrero 1960.

[2] E. Bernabéu, Hemos triunfado, Lanza, 28 diciembre 1954.

[3] VV.AA, Ciudad Real su historia y la moderna urbanización, Lanza, 13 agosto 1959.

I. Pérez Valera, La Historia de Ciudad Real: El Torreón, Lanza, 24 marzo 1960.


Periferia sentimental
José Rivero

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