Y el día después… qué

Manuel Valero.- Reflexión le llaman a ese tiempo de silencio que deja oír aun el eco de la furia parlante de los candidatos/as. Mira que gritan. Grita Rajoy, vocifera Sánchez, altavocea Iglesias, ha, ha, ha, …¿por qué gritarán tanto? Vaya, al único que no se le ha visto gritar demasiado ha sido a Rivera, será por eso del cambio sensato…siempre el cambio, el cambio a secas de Felipe, el cambio tranquilo de ZP… Y a Garzón, que anda disperso.

Pero vengamos a estos pagos nuestros y reflexionemos… reflexionemos, sí, pero no demasiado. En realidad, ¿qué se reflexiona la víspera del gran día del amor democrático? ¿Lo hacen los indecisos que se toman su tiempo para salir de la duda que los agobia? ¿Lo hacen los decididos para macerar aún más su determinación de elector preclaro? ¿Lo hacen los candidatos/as? Ah, entonces ya tiene más sentido la jornada de reflexión, si durante ese tiempo los conciudadanos que han presentado sus credenciales para gestionar nuestro destino se paran a pensar un poco en las cosas que han dicho –que el hacer vendrá después (o no)- a lo largo de estos días de campaña en los que una debilidad humana asoma por encima de otras debilidades: la vanidad. Y la peor de todas la falsa humildad. Para los vanidosos todos los demás son admiradores que decía Saint Exupery.

Todos/das coinciden en lo mismo por asombroso que parezca: los ciudadanos no se merecen un partido que….. o sea, se merecen a mi partido y por tanto me merecen a mí y yo me merezco que me merezcan los electores. La democracia no es sino una guerra incruenta, sin armas, y sin cadáveres físicos, que políticos hay que pueblan las cunetas desde 1978, el año 0 según Rivera, cuyo régimen anda ya declinando, según Iglesias, los dos jóvenes que han obligado a González y a Aznar a salir al proscenio para cantar las verdades del barquero. O del banquero, tal y como está el asunto.

Lo que de verdad hay que reflexionar es sobre el día después y si llegaremos a junio con todo en calma y bendecidos por una nueva cultura de pactos simples sin complejos o la pizza cuatro estaciones salida de la urna se achicharrará viva en el calor del gallinero. Porque ahí es donde reside el reto de la nueva alborada democrática que parece venir con ganas de darle un mandoble al bipartidismo que ha perdurado por cuatrienios. ¿Qué pasará en la región, en los ayuntamientos y en las Diputaciones si ningún partido obtiene la mayoría absoluta (que es la que quieren todos con vehemencia), o ni siquiera una mayoría relativa digna y no hay más remedio que acudir a las alianzas? ¿Se dará la complicidad presumida por todos entre PP-Ciudadanos y PSOE-Ganemos-Podemos- …emos? ¿Primará el interés de la ciudad sobre el de los aspirantes y sus partidos? ¿Se pactará mirando el calendario de las generales? ¿Habrá pactos naturales? ¿Y contranatura? ¿Pero hay pactos contranatura en democracia?

Extremadura demostró que no, y en Andalucía Susana Díaz, al tiempo, será finalmente presidenta con la abstención de los populares porque unas nuevas elecciones sería un suicidio para PSOE y PP. Hay además un problema añadido. En los pueblos y ciudades pequeñas todo el mundo se conoce y ese contacto vecinal con los candidatos, cuando alimenta enconos personales, puede hacer imposible cualquier acuerdo, por cuerdo que sea el acuerdo.

En fin, que en la forma en que se lea, interprete y se administre la nueva pluralidad que se avecina está la llave maestra de la gran puerta que abre el nuevo tiempo. Salvo que al final resulte que a la hora de la verdad los ciudadanos prefieran lo malo conocido, que todo puede pasar.

Que ustedes lo reflexionen bien, de lo cual estoy seguro, y que los electos lo administren mejor, de lo cual no lo estoy tanto.