Esta ciudad, antes villa (y aun antes que villa, pozo negro o de agua mala), se ha cubierto de electorales caras de vergüenza. La que dan sin poseerla, pues lo suyo es ofrecer lo que no tienen ni quieren, como en sus repes programas. Rosa «la Iluminada», la estreñida y posadera Cospe, que presume de plutógluto marido; el «mustio y descolorido» asistólico y pálido Page, que «ha perdido el color» rubeniano, y no solo la vergüenza, como Gerineldo… Los únicos que se han resistido al fotomatonismo del fotochopeo y han escogido el arte del económico dibujo (tanto como el Ubuntu con que los coaligados PP y PSOE no ahorran), son los de Ganemos, y de ahí la potencia anticonvencional en la campaña de esta peña, que parece de estampa más que estampía. Su lideresa tuvo cáncer de mama y ha padecido la recortada sanidad del peperío; se me hace simpática por ello y no pija o pedorra como los otros.
Las caras que pueblan el paisaje urbano de Ciudad Real, seco de fuentes y falto de cultura no cervantina, son como las de Bélmez: se discute si son verdaderas o falsas, dicen cosas pero no admiten preguntas, como la página de Rosilla, que acarrea diabetes y muerte neuronal. Son a lo beatífico lo que Bélmez a lo feo, Bélmez, tan carbonífera como Zombillano. Cuando salgo sin gafas me dan repelús: esas caras sin caries se parecen a las de Ringu o The ring, películas de terror sobre el mismo cuento folclórico japonés. Los fantasmas de los clónicos japoneses son muy variados, pero estos políticos, tan ibéricos como el chorizo, no son «sincaras» (noperabos), y más bien tienen demasiada, kilómetros y kilómetros, repartida por todas las calles. Y, como uno alcanza un grado en demonología (podría doctorarme en ciencias inútiles) y escribí hace tiempo un catálogo irrazonado de fantasmas, demonios y longaevi para saber cómo bautizar profanamente a toda la teratología política con que Marte ataca, le he sacado a la Cospérrima un parecido identitario en mi index spectrorum. Esta es la cara oculta de la Cospe (pero sin peineta a lo Carmen «Polopeseta» de Franco).
Cospe no podría acompañar la inauguración de un pantano, porque es útil (lo suyo son los toros, no los bueyes) y se nos lleva el agua la pepera Murcia, con todo su asenso, pero sí una ciénaga, una letrina, un albañal o un nuevo aeropuerto de mierda, con ayuda de su compadre izquierdica de males, para traer extranjeros de aire al reino de Sancho. Lo dijo el ciudarrealeño Félix Mejía hace ahora casi doscientos años:
Los que a principios aislados
en las Cortes nos regentan,
nuevos Sanchos representan
que rigen reinos soñados:
sus principios decantados
obran el mal, pues se aumenta;
y, apretándolos, revienta
esta España en que no caben:
mas sepamos que lo saben
y ¡ande la bola y la renta! (Retratos políticos, Filadelfia, 1826)
Anteanoche soñé que una mariposa negra me asediaba, como en el lúgubre poema de Nicomedes Pastor Díaz (por manera de El cuervo de Poe, pero anterior y con saudade galaica), y al día siguiente mi mujer me llamó para que matara a una mariposa negra que se había colado en nuestro dormitorio. Le di un soplo de Cruz Verde, pero desapareció sin dejar cadáver; por más que hicimos CSI, no hubo manera de saber cómo había finado la mórbida ni dónde paraban siquiera los restos del alma del funeral. La cruz verde era el símbolo de la Inquisición, que antaño solía sacar a la vergüenza con sambenito y coroza a los ciudadanos más descreídos; hoy, cuando ya no hay gente con hidalguía, lo que sacan son las jetas de los ciudadanos más corrompidos y sin compasión y se echa de menos ese género de humos y diversiones, como se echan en falta las cajas de mistos y los libros de papel de fumar; pues hay bichos que merecen retorcerse entre llamas aquí y aun más abajo. Con los políticos pasa lo que con la Metamorfosis de Kafka, pero a la inversa: las cucarachas toman forma humana, es más, se encierran en una urna, como Drácula.
Escribir artículos tiene de arte y de culo, como su nombre indica. Es cagar con estilo: «qué lindo caga el señor», que cantaba Serrat, el inventor del rap antes del rap: ra-ra-rap. Las mujeres, eso, lo hacen mejor, menear el culo por escrito, pero lo tienen más frío. Lo emparedó Quevedo: «No hay gusto más descansado / que después de haber cagado» (Gracias y desgracias del ojo del culo). En estos tiempos en que se escoge al supergañán de la segunda autonomía más endeudada del país y la tercera por abajo en gasto social, sanitario y educativo, hace falta recordarlo antes de inmiscuir la deposición en la urna electoral donde se incineran por igual los desechos de la esperanza y las buenas voluntades y las inercias pollosincabezantes y tontolhabeantes del país. Raimondo Cubeddu, en su Atlas del liberalismo (1999), se muestra muy desesperanzado:
Toda elección pública acaba dividiendo a los ciudadanos en satisfechos e descontentos debido a que las prioridades relativas a la satisfacción de las espectativas, por la desigual distribución de conocimiento y de tiempo entre los individuos, siempre coinciden (p.176)
La separación de poderes no ha sido suficiente para evitar el poder discrecional y, dicho esto, «aun siendo evidente que el estado nacional no es ya capaz de cumplir sus promesas, no sabemos aún con qué se le podrá sustituir, no solo en la práctica, sino, acaso, ni siquiera en la teoría» (p. 178). Si esto afirman los mismísimos liberales ¿cómo se obstinan peperos en privatizar el estado por medio del saqueo y el choriceo sistemáticos?
Solo nos queda el culo, un culo kardashiano, que, como otros órganos de expresión, todavía es libre en este país, donde tanto se da por él, esto es, se valora; ¿por qué, si no, se expelen tantas mierdas para gobernarlo y son elegidas? ¿Por qué, si no, se pelean por depositarlo en los sitios más mullidos y retribuidos o con mejor «retritus»? ¿Cómo, si no, se podría presentar a las elecciones, no un partido, sino una partida de bandoleros como el PP, llena de caraculos selectos a dedo, que lleva cuarenta años sin cumplir esa Constitución que ordena «los sistemas de funcionamiento y gobierno interno de los partidos deberán ser democráticos»? Si lo que hay en el PP es un cacicato o dedocracia, la verdad es que se meten muy bien el dedo: igual les gusta, les da placer, les pone.
Solana no pintaba caras, sino caretas y comparsas de carnaval / elecciones. Su prosa era aún más fuerte: pasma su manejo del estereotipo carpetovetónico. Qué pringao era Cela a su vera; solo Valle-Inclán se le codea. «¿A que no me conoces?» muestran todos sus cuadros como ahora todos los canales de deposición del país. Hace mucho que no se ha visto tanto morro junto; morro del peor, porcino o jeta. Es lo que son: morralla amoral y hasta inmoral. Solo quieren ponerse morados.
Para conocer a un alcalde o alcaldesa basta mirar las porquerías físicas o humanas de su ciudad. Miremos, por caso, los servicios públicos (me refiero a los de mear, aunque tanto da) más cercanos a la vivienda quesito de Rosilla Romero, el de la Estación de Autobuses. Deprimente. Se ve que los políticos no cagan; debe serles poco regio o mayestático, o, más cierto quizá, les parecería dar demasiado de sí, de la materia de la que están hechos (no precisamente sueños, como quiere Shakespeare, ni siquiera plomo, como quiere Hammet). Además, ¿cómo iban ellos a gastarse en una limpiadora de izquierdas o en una bombilla más para atinar con el rabo o pompis en tan tenebrosa covacha, habiendo mil ingeniaturas y trapacerías para mangonearlo del presupuesto? Fuera de que todo un ilmo alcalde / alcaldesa no tiene por qué subir al autobús con rumanos exportados, trabajadores fraccionarios sin locomoción y poetas líricos sin un duro: tiene su cochecito rampante y hasta conductor… es más, dietas de las que engordan.
Algo semejante puede hacerse para atinar la catadura de uno de esos políticos nefastos que andan por ahí creyéndose imprescindibles: averiguar quién saca la basura en su casa. Es algo que ofendería su impar autoimagen de puro payaso Micolor. Los psicólogos forenses Wyatt y Hare, en 1997, definen esa histriónica patología narcisista:
Cualquier persona socialmente disfuncional que se siente autorizada a usar su poder para controlar a otras personas por las que se siente amenazada, o que vive una fantasía pretenciosa, en lugar de en la realidad, y que se ve a sí misma consistentemente como superior a sus compañeros y anhela ser reconocido como tal.
No hay mejor retrato o cara de algunos de los peores políticos peperos: ni siquiera un selfie los sacaría más exactos. Rajoy tiene su casa con síndrome de Diógenes, llena de mierda que no quiere que vean sus vecinos. Es mierda acumulada, como la de los establos de Augías, por generaciones y generaciones y cuarenta años de cacicato fraguista. Hay tanta mierda que hasta la han tenido que exportar a Suiza y Alemania. Incluso hay mierda fosilizada: coprolitos duros y berroqueños. Rajoy no saca la mierda en persona a la calle: deja a la mucama, que por algo es de izquierdas, o a su mujer, ya que hijos no tiene, y se dedica con ardor a pedir más tiempo para acumular más detritus y convertir al estado español en un derelicto para el arrastre.
Contornos
Ángel Romera
http://diariodelendriago.blogspot.com.es/
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Hoy me encantaría tener en Ciudad Real carteles con la cara de Rosell, el verdadero gurú económico del PP para tirarle no un zapato, sino todos los que tengo en casa. A su puñetera cara.
Romera for principal…