Esta semana se inaugura FENAVIN, Feria Nacional del Vino que ofrece la oportunidad a numerosos productores y compradores de establecer contactos y generar negocio en torno al vino. Un sector fundamental en Castilla-La Mancha en el que la industria agroalimentaria representa una parte importante de su economía que ha resistido mejor que otros sectores la crisis económica actual. Un sector que debe avanzar en caminos de calidad y de comercialización nacional e internacional altamente competitivo en la actualidad. Un sector que representa una superficie cultivada de cerca del 6% del territorio de la comunidad de Castilla-La Mancha que tiene detrás un paisaje cultivado de gran interés y una arquitectura bodeguera especial.
La gran superficie del viñedo de Castilla-La Mancha ocupa espacios y paisajes muy diferentes con sus peculiaridades que dan productos acogidos a sus denominaciones de origen como garantías de calidad. Denominaciones como Almansa y Jumilla ubicadas en la provincia de Albacete (esta última comparte espacio con la comunidad de Murcia). Espacio singulares en La Manchuela (Albacete y Cuenca) o en Ribera del Júcar y Uclés (que comparte territorio con Toledo). Las grandes superficies de La Mancha en Ciudad Real, Albacete, Toledo y Cuenca tienen paisajes singulares. Como lo son los de Méntrida en Toledo o los de Mondéjar en Guadalajara. Y junto a ello las denominaciones de pago con espacios de un cuidado espacial en sus cultivos con variedades y nuevas tecnologías de riego y cuidado de la vid.
Los viñedos definen un paisaje de geometrías por la ubicación de las plantaciones que señalan perspectivas que dejan visible el entorno natural y cambian con las estaciones. Un paisaje sostenible que se adecúa a las difíciles condiciones climáticas de la zona que resulta un entorno especial para el buen desarrollo de la uva. Paisajes en los que la geometría de las plantaciones establecen diálogos y contrastes con una geografía diferente en las diversas denominaciones de origen.
Y en este entorno ha surgido una arquitectura singular para la producción del vino. Durante siglos han sido las cuevas los lugares donde era posible tener las condiciones climáticas adecuadas para la producción y posterior conservación del vino. Y con tipologías distintas y en zonas muy diversas han surgido enterradas en la geología del lugar numerosas bodegas. Ciudades como Tomelloso y Valdepeñas tenían cientos de pequeñas excavaciones para explotaciones familiares. En zonas como Cuenca se excavaban en las laderas de las montañas aprovechando el acceso de sus laderas.
Después surgirán las cooperativas con sus modelos de gestión común y la agrupación de numerosos agricultores de cada zona. Grandes instalaciones con tinajas de barro y hormigón, que dejarán paso a los depósitos de acero inoxidable. Estructuras de madera y posteriormente de hormigón y metálicas conforman grandes espacios en diferentes poblaciones de Castilla-La Mancha. La producción industrial dará lugar a nuevas organizaciones y a la llegada de tecnologías de producción, almacenamiento y distribución diferentes. Las denominaciones de pago y las nuevas bodegas se localizan en las fincas con estructuras tradicionales y otras con modernas arquitecturas que cualifican las bodegas.
Paisajes del viñedo y arquitecturas de las bodegas que unen valores históricos de un patrimonio de siglos, referencias medioambientales de un entorno geográfico y plural que están detrás de la producción del vino en Castilla-La mancha. O mejor que son parte importante de la realidad vitivinícola de nuestra región y que debemos presentar como parte de esta importante realidad que es la producción del vino. Tanto el paisaje del viñedo como la arquitectura de nuestras bodegas son patrimonio esencial a presentar junto a la producción del vino como aval de referentes que soportan con calidad su producción.
Espacios
Diego Peris Sánchez