Cuentos infantiles. Son uno de los recuerdos que tengo de mi infancia. Me gustaban los cuentos. Y no sólo me gustaban. Aprendí de ellos.
El cuento de “Pedro y el lobo” ha sido uno de los que siempre he tenido presente. Un pastor que se burlaba una y otra vez de sus paisanos engañándolos: “¡que viene el lobo!”. Pero era mentira, claro. Y llegó un día en que la gente, lógicamente, ya no le creyó más, ni aun diciendo, al fin, la verdad.
Y es que, cuando uno miente una y otra vez, al final, nadie te cree. Es lo lógico. Es de sentido común.
Y sin embargo… no parece que ocurra así hoy en día. Al menos, no si las mentiras las dicen por la tele.
Porque hay unos tipos, los políticos profesionales, llevan 37 años contándonos milongas. Vótame y haré esto. Vótame y haré esto otro. Una mentira tras otra. Y nos damos cuenta, casi todo el mundo sabe de sobra de que no cumplen lo que prometen.
Y, sin embargo, llegan otras elecciones, vuelven a contar milongas, y… ¡la gente les cree! ¡Y llevan así 37 años! ¡37 años! ¡Y les votan de nuevo!
Claro que a veces cambian las personas, y las chaquetas que llevan. O el peinado. O dejan que las mentiras las digan los periodistas-propagandistas por ellos. Pero… ¡son ya 37 años! ¡37 años vendiéndonos la moto y todavía nos engañan!
Desde luego, hoy, en España, si Pedro utilizara la tele para engañar a la gente, podría estar 37 años burlándose… y seguirían picando.
Pero mi cuento preferido es “El traje nuevo del emperador”. Ese emperador al que, unos sastres timadores, hacen creer que lleva puesto un traje maravilloso, pero invisible para los tontos. Y, como nadie quiere quedar por tonto, todos alaban las maravillas del traje. Hasta que un niño, inmune a la vergüenza de los adultos, grita la verdad: que el emperador está desnudo. Entonces, todos, al fin, lo admiten.
¿Lo conocen?
Lo que me llamó la atención fue el hecho de que, sorprendentemente, se podía inducir a toda una población, de adultos, a decir -o creer- sandeces, con bastante facilidad. Algo chocante para un niño.
Nunca olvidé este cuento. Otros sí, pero este, no.
Y miren, nuestro país lleva 37 años vestido con un traje invisible. Lo llaman “democracia”. El traje, al principio, parecía real si no se examinaba con detenimiento. Pero hace bastante tiempo ya que no se ve, ni un atisbo, por ninguna parte.
Y sin embargo, ahí estamos. “Democracia” por allí, “democracia” por allá… en la tele, en los demás medios de comunicación… y todos repitiéndolo como un mantra: ooooohmmmmm, vivimos en una democraciaaaaaa, ooooooohmmmmmmm…
Y, cuando llegan las elecciones, a votar.
37 años.
En fin, en el cuento, la estafa sólo duraba unos minutos. Pero claro, es un cuento. Esto es la realidad. Y está la tele.
Yo no soy un niño, claro. Y, aunque lo fuera, sé que no funcionaría. Pero, pese a todo, tengo que gritarlo. Es lo que me corresponde hacer en este cuento. Así que, ahí va:
¡¡¡ EL – EMPERADOR – ESTÁ – DESNUDO !!!
Gonzalo Plaza
Ciudadano en blanco
No solo nos mienten descaradamente, sino que cuando les pillamos nos llaman mentirosos:
http://www.lasexta.com/programas/al-rojo-vivo/noticias/aguirre-acusa-lasexta-mentir-han-entrecomillado-palabras-inda_2015050400215.html
Si le cuentas un cuento a tu hijo y te dice «papá eso no puede ser, eso es mentira» es que tu hijo ya tienen edad para leer cómics y dejarse de cuentos.
Lo que no sé es si, desde 1978 a hoy, que van casi 38 años, tenemos la mayoría de edad como ciudadanos para decir «no me cuentes cuentos».
Acercándome más a Ciudad Real, nos hemos tragado el cuento de los 12 millones de euros de tesorería de Rosa Romero con los que está haciendo «alicatados» de última hora para que parezca que ha hecho algo estos últimos cuatro años; o Cospedal, que tiene el DOCM que echa humo con decenas de subvenciones de última hora para poder luego vocearlas en sus mítines.
Cuentos que no tienen freno en las Juntas electorales, porque son inmorales pero no ilegales. Cuentos que salen de nuestras cuentas.
Como cuento es el rollo anticorrupción de Susana Díaz en Andalucía para encamarse con quien más la quiera y menos lata le dé.
Cuentos para que todo cambie y siga igual.
Con qué simplicidad se ven las cosas en las fábulas o apólogos. Con razón Sócrates dedicó sus últimos días a versificarlas, según cuenta Platón, porque creía que «tenían mucho de verdad».
He advertido un pequeño error en el segundo párrafo: confundes, como hace mucha gente, los nombres de la sinfonía de Prokófiev «Pedro y el Lobo» y de la historia del Pastor Mentiroso.
Por lo demás, chapó.